Todo comienzo tiene un final

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Todo comienzo tiene un final

Una pequeña niña de largos cabello color miel jugaba con un pollito de peluche algo achicharrado, riendo con alegría descomunal y con la energía que tendría cualquier niño de siete años. Iba en el asiento de copiloto paseando su peluche por la ventana y saludando con él a todas las personas que veía. Éstas al verla, sonreían contagiadas por la felicidad de la chiquilla.

Brincaba a sentones en el asiento mientras intentaba quitarse el cinturón de seguridad, le estorbaba mucho moverse y quería sacar su cabeza para sentir el aire contra su rostro.

—Cariño, no hagas eso—habló una joven mujer de ojos celestes y cabello del mismo tono que la pequeña. Eran casi idénticas, la única diferencia era que la mujer tenía los ojos un tono más oscuros, pero incluso con eso, su mirada era tan amorosa y encantadora que cualquiera que al observarla le alegraría completamente el día. Tenía esa chispa de caerle bien a las personas y por eso mismo, la admiraban.

— ¡Es que quiero moverme! Mami, quiero sentir el aire—gimoteó alzando sus bracitos en dirección a la ventana junto con un irresistible puchero. La mujer esbozó una sonrisa divertida pero dudó en hacerle caso a su hija. Cuando ponía esa carita triste, era como si la hipnotizaran y quisiera hacer todo con tal de alegrarla.

— Perdón hija...pero aire está un poco frio, no quiero que te enfermes de nuevo, amor. —Se disculpó procurando mantener la vista al frente, el auto que manejaba era algo complicado y mucho más tecnológico que cualquier otro, su esposo se lo había regalado por su aniversario asegurándole que era unos de sus primeros diseños de su empresa, diciéndole que era muy completo y completamente seguro.

— ¡Pero mami! Es muy incómodo. —Se quejó de nuevo tomando su cinturón y estirándolo con su poca fuerza, pero fue inútil, no pudo quitárselo. Su madre, estiró su brazo para tratar de tranquilizarla, acaricio sus cabellos y le mandó una de sus sonrisas cautivadoras.

— Lo sé cariño, pero falta poco para llegar con papi, ¿sí? ¿Qué tal si luego vamos por un helado? ¿Quieres un helado de vainilla? — preguntó con tal de satisfacer a su hija.

Ella sonrió con emocionada y asintió deprisa.

— ¡Sí, Sí! Pero... ¡Primero quiero ir a la playa! —gritó contesta al ver un dibujo de una playa con enormes palmas con cocos.

— ¿A la playa? ¿Ahora? —Preguntó su mamá con una mueca de duda—. Hasta un poco lejos y cuando regresemos ya no habrá helados—inquirió tratando de ser persuasiva.

— Es que...ya no hemos ido a la playa—susurró algo melancólica. La joven madre no lo soportó y accedió derrotada.

— Esta bien... Iremos un momento a la playa, pero unos minutos, ¿está bien? Luego nos vamos con tu papá, tal vez ya nos esté esperando—agregó mirando a los lados para dar una vuela en u, para ir al destino que quería su hija.

— ¡Sí! ¡Está bien! ¡Gracias, mami! Te quiero mucho—dijo con una sincera sonrisa, esas palabras llenaron el corazón de la mujer con orgullo y felicidad, dejando una agradable sensación cálida en su pecho.

— Yo te amo más princesa—continuó mirándola, esos ojos tan vivaces brillando impresionantemente hacía ella, jamás pensó tener una hija como ella, tan linda y encantadora... la amaba más que su propia vida y sobre todas las cosas. Igual amaba a su esposo por el simple hecho de ser tan bueno con ella y porque él también la quería con la misma intensidad, ambos eran el uno para el otro, encajaban perfectamente y como su esposo decía su amor era verdadero y único...

LoveMechanic: La Obsesión del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora