Desquiciada imaginación

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Desquiciada imaginación

El dolor de mi estómago interrumpió mi sueño, abrí mis ojos pesadamente, bostecé cubriéndome con la mano, sentía mis parpados raros, algo hinchados y miraba muy borroso. Alcé mi cabeza y de nuevo me encontraba en una habitación totalmente blanca, gruñí con impotencia.

—Pensé que todo era una pesadilla...—murmuré al borde del llanto—. Una estúpida ¡Y tormentosa pesadilla! —grité histérica golpeando el piso acolchonado.

Tal vez hubiera podido desahogarme rompiendo cosas, escuchando el piso o un hueso crujir, pero en este espacio tan cerrado y silencioso eso no era posible, el piso ni las paredes no producían sonido alguno cuando lo golpeada, era frustrante a más no poder.

Las pocas fuerzas que tenia se perdieron en menos de un minuto, me dejé caer de rodillas y miré en el suelo mi lindo broche, estaba tirado y desprotegido a la vista de la cámara. Como si mi vida dependiera de ello me lancé hasta él y lo cubrí con mi cuerpo para esconderlo y así tomarlo sin que se dieran cuenta. Lo envolví en mi mano y me pegué mi espalda a la pared mientras metía el broce dentro de mi esponjado y ya grasoso cabello.

Suspiré aliviada, todavía estaba conmigo... me di cuenta que en esa repentina acción mi pulso se había acelerado demasiado, como si tuviera mucho miedo... ¿Miedo de perder el obsequio de Kale?...Sí, eso era. Era lo único que me hacía mantener un poco mi esperanza.

Sonreí sin pensar mientras cerraba mis ojos y me abrazaba las rodillas.

— No temas... estás conmigo. —Le murmuré a mi broche... abrí los ojos de par en par al escucharme... ¡Dios! ¡Ahora hablaba con objetos inanimados! Si acaso los secuestradores me habían traído a este manicomio para volverme loca... bien, lo estaban consiguiendo—. No quiero volverme loca...—sollocé levemente.

Mi estómago hizo un ruido brutal pidiendo comida, mis manos volaron hacia mi abdomen para tranquilizar un poco el dolor... dos días llevaba sin comer ni beber nada, tenía que hacer algo antes de desfallecer.

— Tengo hambre...—gimoteé mirando a la cámara del techo—. ¡Tengo hambre! —grité una vez más.

En menos de cinco minutos, se abrió la puerta y salió un hombre vestido igualmente de negro sin dejarme ver su rostro. Le alejé instintivamente de él.

— Aquí está el desayuno—habló mientras dejaba una charola negra junto con un plato y un gran sándwich además de un gran vaso de jugo de color naranja y una roja manzana. Miré al secuestrador y deduje que no era el tipo llamado Manuel, éste tenía ojos grises y era de complexión más delgada.

Miré la comida con una mueca, la acerqué a mí y la olí un poco. Volví mi vista al sujeto con el ceño fruncido.

— ¿No está envenenada, cierto? —pregunté dudosa, estaba hambrienta, sí, pero eso no me hacía ingenua...sentí otro gruñido de parte de mi estómago, tal vez las tripas de mis tripas peleaban con otras tripas de las tripas por obtener algo que comer.

— Sí lo estuviera de todos modos no te lo diría—contestó entrecerrando los ojos con sospecha, hice un mohín y alejé la charola. Al verme el sujeto soltó una carcajada —. No tiene nada, si Oliver se entera que hicimos algo de eso, nos mata. Tú tranquila y come, lo necesitarás. —Fue lo último que dijo antes de volver a salir de la habitación.

Volví a ver mi desayuno, me arrodille hasta él y busqué en el jugo algunas burbujas o algo que me indicara que le habían puesto algo, pero no había nada. Pellizqué un trozo de mi sándwich y me lo metí a la boca, saboreándolo.

LoveMechanic: La Obsesión del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora