Los recuerdos siempre vuelven

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Los recuerdos siempre vuelven

Camino despacio y sin apuro, Michael me había dicho que fuera a tomar un poco de aire al parque más cercano, que necesitaba relajarme y distraerme, pero no me siento estresada sino confundida. No tengo memoria, no tengo nada... Miro a mi izquierda, dos hombres me siguen, pero no son los malos, son mis guardaespaldas los cuáles ahora no se despegan de mí, me vigilan desde lejos ya que respetan sólo un poco mi privacidad, sólo un poco... Las demás personas pasan a mi lado, hombres, mujeres y niños que sonríen sin parar ¿Por qué yo no lo hago? Tal vez porque no me siento feliz, no me siento capaz de siquiera mover mis labios, mi fuerza está agotada, sin embargo, sigo caminando.

Siento las fijas miradas de los hombres de seguridad en mi espalda, me molestan pero no puedo hacer nada, una orden es una orden y ellos no desobedecerían a mi padre. Suspiro y me abrazo a mí misma, el frio duele pero no tanto como el vacío que siento en el pecho, desgarrador y palpitante que puedo escuchar el eco de mis propios latidos.

Me detengo, no sé por qué lo hago, pero siento que tengo que dar la media vuelta, como si alguien te observara tanto que lo único que puedes hacer es mirarlo también. Me giro sobre mis talones, pero lo único que consigo ver es una multitud caminando de lado a lado, más ninguna me presta atención.

Bajo la mirada derrotada sin saber por qué. Trato de regresar y emprender de nuevo mi marcha pero algo llama mi atención. Unos silenciosos pasos se acercan y como si fuera una cortina de un teatro, la multitud deja pasar al dueño de estos. Lo miro y algo en mí despierta, un recuerdo llega a mi mente, la sensación de bienestar junto al deseo que tocarlo y saber que es real.

El hombre se acerca con lentitud sin quitar sus ojos verdes de mí. No puedo moverme, ni puedo hablar, tan sólo sigo contemplándolo como si fuera el mismísimo rey de Inglaterra. Me sonríe, pero no entiendo por qué sus ojos reflejan tanta dulzura y felicidad al verme. Alza un poco las cejas y su expresión se vuelve más emocionada, eleva levemente sus brazos como si quisiera que corriera a abrazarlo.

No lo comprendo. ¿Quién era él?

Pasan los segundos y yo no puedo reaccionar. El alto hombre baja los brazos y las levantadas comisuras de sus labios se caen lentamente, los parpados se aflojan y sus ojos se entristecen. Un golpe en el estómago me sacude al observarlo tan desilusionado, quería acercarme y decir "Todo está bien" pero no estaba segura que estuviera mirándome a mí o yo fuera la causante de su tristeza. Él sigue estático esperando alguna reacción mía con el semblante destrozado pero la esperanza brillando mínimamente en sus pupilas. Bajo la mirada y poco a poco empiezo a recuperar el control de mi cuerpo.

Le doy una rápida mirada más y le dio la espalda para continuar mi camino. Siento un estremecimiento y una presión en la garganta que me impide pasar saliva, un enorme dolor me atraviesa el corazón, pero no era un dolor físico sino espiritual. Camino a paso forzado mientras unas lágrimas se acumulan en mis ojos.

¿Por qué siento dolor? No lo entiendo.

No escuchó nada más que mis pasos en la acera, tan pausados e inseguros de moverse. Mi mano se va a mi pecho tratando de controlar mi pulso retumbante. Cierro los ojos y unas imágenes desconocidas llegan a mi mente:

"Unas sonrisas, unos ojos verdes, la suavidad de unas aterciopeladas palabras, un cabello tan fino como la seda, unos labios contra los míos, unas manos tibias contra mi piel"

Me agarro la cabeza sin poder interpretar esos pensamientos ¿Por qué se parecían tanto a los de ese hombre? Me agito al pensar que no era producto de mi imaginación, quizás eran recuerdos... mis recuerdos. Comienzo a respirar entrecortadamente y la cabeza me da vueltas. ¿Quién era ese hombre?

LoveMechanic: La Obsesión del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora