El comienzo

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El comienzo

Así comenzó mi primer día. Entre gritos y regaños del profesor Douglas hacia el alumnado se pasó la clase eternamente. Salí con los oídos zumbándome y fui a mi siguiente clase. No sé muy bien qué materia era, simplemente vi a una señora de aproximadamente cincuenta años con lentes y una voz inaudible, hablaba tan bajo que parecía que solamente movía los labios. En la hora entera me quede adormilada con mi barbilla recargada en mi mano. Unos cuantos saludos como “Hola, Kristen” “Qué onda” o “Despiértate” fueron los motivos por los cuales milagrosamente no me quedé absolutamente dormida. Así pasaron las horas hasta llegar a la clase con Jennifer. Entré y me la encontré en el antepenúltimo asiento de atrás. Me llamó con una mano y una enorme sonrisa.

—¿Cómo te fue en tus clases? —preguntó

—¿Cómo podrían haber sido? ¡Terribles! —dije en voz baja

—Sí, digo lo mismo —habló sacando la lengua

A continuación vimos entrar al profesor, y junto con el los demás estudiantes.

—¡Ah! ¡Qué bueno! ¡Es Néstor! ¡Él es el mejor profesor de todos! —habló Jenny sonriendo y señalando al profesor.

—¿Por qué lo dices? —inquirí con la vista en él.

—¡Chicos y chicas! Como veras es el primer día de clases. Y a nadie le gusta empezar duro el primer  día. Así que toda esta semana analizaremos lo que veremos en el transcurso del año. Y nos dedicaremos a convivir con sus demás compañeros. ¡Qué les parece! —expresó sin preocupación el profesor seguido de unos cuantos gritos de apoyo.

—Por eso —respondió Jenny riendo —. Ahora relájate y disfruta las siguientes dos horas —comentó mientras que se recargaba en el cómodo asiento y doblaba sus piernas encima de ella.

Reí ante su comodidad e imité su acción pero sin subir mis piernas.

—Platícame algo Kristen —continuó hablando con los ojos cerrados

—¿Qué quieres que te diga? —pregunté algo insegura.

—Algo nuevo. No sé, ¿a dónde fuiste de vacaciones?

—No salí de vacaciones… —revelé mirando a otro lado.

—¿¡Qué!? ¿¡Por qué!? —dijo sentándose bien y abriendo los ojos de improviso.

—Michael no puede dejar abandonado su trabajo ni por un momento. Siempre está muy ocupado.

—Mmm… ¿Y por qué no sales tú sola? —cuestionó tratando de ver mi rostro.

—Porque no me deja… —informé aún con la mirada perdida.

Jenny estalló.

—¡Kristen! Por dios, ya casi tienes dieciocho y tendrás edad suficiente para irte a donde tú quieras y te tendrá que dejar ir. ¡Díselo de una buena vez! No debe de desconfiar de ti… —dijo algo molesta

—No desconfía de mí… Desconfía de las demás personas. Teme que me hagan daño —expliqué volteando a verla.

Ella hizo una mueca.

—Entonces… ven conmigo —dijo seriamente

—¿De qué hablas? —solté una risa divertida

—De que las próximas vacaciones te vayas conmigo, solas tú y yo deslizándonos entre las montañas de nieve de Canadá. ¿Qué te parece? —habló esperanzada

—Me parece muy bien —dije con emoción verdadera.

Me imaginaba a nosotras esquiando por la nieve. Cayéndonos un par de veces y riendo juntas.

—¡Ya dijiste, baby! —gritó tronando sus dedos y dándome un beso en la mejilla. Me dediqué a sonreír divertida.

Y así las últimas dos horas se pasaron rápidamente. Salimos del instituto y nos dirigimos al estacionamiento.

—¡Nos vemos mañana, Kam!—gritó Jenny riendo como siempre.

“Kam” era el apodo inventado por ella para decirme cosas “secretas”, según ella. Eran simplemente las iníciales de mi nombre: Kristen Anne Máximus. Lo utilizaba para hablarme de cosas importantes sin mencionar mi nombre. Aunque, yo no entendía muy bien su método.

Subí a mi auto y aceleré hasta llegar a mi custodiada casa. Entré en ella y me senté en el sillón.

—TV Encendido —dije para encender la televisión, era mucho más efectivo que un control remoto.

Me sumergí en mis pensamientos sin siquiera mirar el programa anunciándose.

Sentía que todo estaba oscuro, tan silencioso y desolado. Estaba sola como siempre, sin nadie en casa para recibirme ni darme algunas buenas noches o buenos días. Tan sólo el sonido de la televisión me mantenía con cordura para no sentirme tan abandonada. Extrañaba tantas cosas, el tiempo de los lindos días, la felicidad que reinaba en todo lugar, la navidad junto con la familia, las pláticas infantiles pero divertidas, las salidas nocturnas, comer helado, sonrisas contagiosas…

—Mamá… —murmuré con lágrimas en los ojos.

Eso era lo que más extrañaba… a mi mamá.

—Por qué me dejaste…

Decía mientras que se hacía más frenético mi llanto. Le compartía tantas cosas, tantas risas, lágrimas y pensamientos. Que cuando se fue, todo eso se lo llevó. Cada emoción y sentimientos que le compartía, creía que sólo eran para ella, se los di todos, deberían ser todo de ella. Por eso creo que esa es una de las razones por las ahora no me gusta decir lo que pienso a los demás.

Después de tranquilizarme un poco, subí a mi habitación a dormir. Me cambié de ropa y me acosté.

—Ojala que mañana sea un mejor día… —susurré en el abismo de una habitación vacía —. Buenas noches, soledad… —continúe mientras cerraba mis ojos y perdía mi conciencia.

LoveMechanic: La Obsesión del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora