El dulce olor de una rosa

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El dulce olor de una rosa

Muy nerviosa me fui caminando hacia la salida junto a Jennifer, ella parecía divertirse con mi actitud dramática porque la veía dando brinquitos de emoción mientras tarareaba el ritmo de una canción. El pasillo hacia la salida estaba atestado como siempre del alumnado que se apresuraba para irse, así que nos esperamos un poco para no salir lastimadas...

Tres minutos conté en mi mente mientras esperaba impaciente, golpeado mi pie contra el piso, el dolor de mi rodilla casi no se notaba. Me consumían los nervios, ahora quería salir corriendo de ahí y ¡no encontrarme a Stephen! Tal vez mañana podría pensar que decirle, hacer un plan o pensar las palabras correctas para no lastimarlo. ¡Pero ahora no podía pensar! No podía ingeniar un dialogo de la nada...no sabía que decir...y menos que diría él.

Suspiré aliviada luego de ver que el pasillo se encontraba ya más transitable, caminé deprisa junto a Jenny hasta llegar a la entrada principal, sentí mucha alegría al estar más cerca del estacionamiento, tal vez ahora si me iba a salir con la mía, podría evitar una conversación indeseada y escapar de ahí lo antes posible...¡Oh, que cobarde era! Pero que le podía hacer... así era.

Cuando me dispuse a irme, sentí que la mano de Jenny me detuvo abruptamente tomándome del brazo. La miré desconcertada y me alzó las cejas y me susurró en el oído.

—Ahí viene...Compórtate normal, finge que no sabes nada. —Luego me dio un beso en la mejilla y salió corriendo antes de que pudiera detenerla. ¡Maldición! ¿Quién dijo que venía? ¡No!

No voltees, todo está bien, no pasa nada. Compórtate normal, respira, ¡vamos respira! Me repetía en mi mente, para tratar de tranquilizarme. Luego escuché alguien que me llamaba nervioso.

— ¿Kristen? —cuando volteé, estaba Stephen con las mejillas algo rojas y escondía algo detrás de su espalda.

—Hola, Stephen—saludé tratando de hacer una sonrisa.

—Podemos hablar...—apenas lo pude escuchar aun cuando estábamos a unos dos metros de distancia. Asentí tratando de no mostrar mi temor, sin darme la espalda caminamos juntos hasta unas bancas grises con rojo junto a unos enormes arboles con unas cuantas flores lilas, era un lindo lugar e inevitablemente...romántico. Espero a que yo me sentara primero y luego estiró su brazo...

—Es para ti...Es un pequeño presente—susurró mientras me daba una rosa roja —. Hubiera querido darte algo mejor, pero quería hablar contigo saliendo de clases, porque es el único momento en el que puedo hacerlo con libertad pero no podía salir a comprar algo mejor así que tuve que robársela al jardinero y no me dejó tomar más así que aquí está ésta, era la más linda, espero que te guste y si no puedo traer...

—Es hermosa—interrumpí su rápida explicación. Nunca me habían dado una rosa, jamás...ahora ya no se acostumbraba a hacer eso, era algo así como "pasado de moda" pero Stephen sabía que me gustaban ese tipo de cosas...

Y esta era la más hermosa rosa que había visto en mi vida. Era muy grande, con sus pétalos abiertos completamente y con su vivo color rojo sangre, unas cuantas espinas en su rallo pero Stephen le había quitado algunas para que pudiera sujetarla con comodidad. Era un grandioso detalle, la acerque hacia mi nariz y pude respirar su delicioso y suave aroma, suspiré y sonríe inconscientemente.

—Me alegro que te gustara. —Me sonrió muy alegre por mi reacción, mientras se sentaba a mi lado.

—Como no podía gustarme, es muy lindo de tu parte. Muchas gracias. —Le agradecí sinceramente olvidándome por completo que hacia ahí. Luego miré a Stephen jugar con sus dedos.

LoveMechanic: La Obsesión del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora