mama said

01

Tyler estaba en el patio trasero, mantenía a la pequeña muñeca rosada abrazada a él mientras caminaba en busca de algunos bichitos, quería encontrar catarinas o alguna mariposa. También cortar algunas flores del patio del vecino, su madre dijo que entre más flores conseguía podía hacerle más coronas y que en algún momento ella le enseñaría.

El castaño tenía entendido que la casa del vecino estaba sola, había pasado mucho tiempo desde que tenía vecinos nuevos, así que él iba y cortaba algunas flores, regando las que sobraban y volver para cortar y esperar a que crecieran unas nuevas.

Estaba entretenido cortando las más bonitas que no había escuchado como la puerta de aquella casa se abría. Tyler se había asustado, escondiéndose detrás del frondoso árbol. Sin darse cuenta había comenzado a llorar, estaba mentalizándose para los regaños de sus -al parecer- nuevos vecinos, gritándole por cortar sus hermosas flores.

−Te digo que he escuchado algo aquí. –Dijo una voz suave, −Hey, ¿estás bien, niñita? –Sintió como su hombro era tocado, había limpiado sus lágrimas y volteó a ver al chico que tocaba su hombro.

El chico había achinado sus ojos al sonreír, su cabello castaño oscuro estaba despeinado. –L-lo si-siento. –Se disculpó el castaño.

− ¿Po-por qué? –El chico de ojos achinados miró al castaño confundido.

Tyler mostró las flores que llevaba en su pequeña canasta, a un lado de su muñeca. –Yo las he co-cortado, perdón. –Se disculpó, sintiendo sus mejillas arder debajo de las lágrimas que había derramado.

El otro castaño levanto sus cejas sorprendido. –No hay problema, creo que nadie se había enterado que teníamos flores. –Rio un poco, había hecho al contrario estremecerse. − ¿Y cómo te llamas? –Perguntó, dándole la mano para levantarse, viendo como las rodillas del pequeño estaban sucias.

−S-soy Tyler, ¿Y t-tu? –Su voz era suave, el más grande podía escucharla todo el día.

−Josh. –Sonrió, besando el reverso de la mano del castaño. − ¿Eres mi vecino? –Tyler asintió. –Oh, entonces le diré a mis padres que los invite a cenar. –Seguía hablando, siguiendo al menor que se escabullía por los tablones flojos de madera que dividan la casa de aquel chico con la suya.

−Está bien. –El castaño le había dado una tímida sonrisa, haciendo que el contrario le volviera a sonreír casi cerrando sus ojos. –Adiós. –Se despidió sin escuchar otro adiós de vuelta y entró a casa, sentía sus mejillas arder y no podía dejar de sonreír.

−Mami, mami. –El pequeño castaño llegó a la cocina corriendo, su madre estaba en el ordenador haciendo su trabajo para quitar sus anteojos y mirar al emocionado castaño.

− ¿Qué pasa Ty? –Miró las sonrojadas mejillas de su hijo, pero también las secas lágrimas junto con sus sucias rodillas. − ¿Te caíste?

El menor negó. –T-tenemos nuevos ve-vecinos, mami. –Dijo sonriendo, dando pequeños saltitos y después dejar la canasta con las flores en la mesa a un lado de la pc. La señora sonrió.

− ¿Ah sí? –El menor asintió. − ¿Y no te dijeron nada por las flores? –El menor volvió a negar y se tranquilizó un poco.

−Ji-Je-Jush, -Por fin dejó salir. –Me dejó quedármelas, dijo que no había problema y que tal vez nos iba a invitar a cenar en su casa. –Habló rápidamente, sentía su corazoncito latir fuertemente.

−Ty, Ty, respira. –Dijo su madre divertida al ver el comportamiento de su hijo. − ¿Nos invitarán a una cena? –Levantó una de sus cejas, el menor asintió. –Entonces, ve y date una ducha. Tus rodillas estás sucias. –El menor volvió a asentir. –Y ponte uno de los vestidos más bonitos. –El castaño sonrió, caminando rápidamente a las escaleras.

Y después de que el menor cerrara la puerta del baño, la de la entrada fue golpeada varias veces, el chico de ojos achinado venia junto con su madre.

−Oh, ustedes deben de ser los nuevos vecinos. –Dijo la madre de Tyler jovial. Los dos asintieron, la madre del más alto le sonrió.

−Me gustaría que usted, su esposo y sus hijos vinieran a cenar. –La chica casi rubia asintió.

−Gracias, pero es sólo mi hijo y yo.

−Bueno, no habrá ningún problema. Lo esperaremos en la casa de al lado para la cena. –Y se fue, el chico se había quedado viendo al suelo.

−S-su hijo es muy bonito. –Le dijo y fue corriendo a con su madre. La madre del pequeño castaño sonrió, cruzando sus brazos y mirando la sola calle, había comenzado a anochecer.

La casa había sido llenada por la suave y tierna voz del castaño, cantando alguna pegajosa canción que había visto en la tv. Mientras que su madre preparaba algo para llevar a la casa vecina, nunca había tenido que hacer eso y ahora buscaba recetas en su móvil.

El menor salió del baño enredado en su toalla color pastel, amaba los dibujitos que tenía. Y entró en su cuarto, sentándose en la cama y mirando su ropero, por alguna extraña razón quería lucir bonito, más bonito de lo habitual. Tomó uno de sus vestidos rosa pálido, su madre decía que sus ojos y cabello resaltaban más de lo normal y unos calcetines con encaje junto con sus lindos zapatos blancos.

El menor bajó a pasos lentos, mirando su reflejo en el espejo que tenían a un lado de la puerta de la entrada, miró si su vestido estaba bien puesto y su cabello bien arreglado, nunca le había gustado ver su cabello largo, pero tampoco no tener nada de éste.

− ¿Qué haces mami? –Preguntó el pequeño castaño, sentándose en las sillas altas y mirar sus piernitas, mirando si sus calcetines estaban bien puestos.

−Es un postre de mango, espero que a la familia de tu amiguito le guste. –Dijo tomando el platón de vidrio y mirar a su hijo, sorprendida. –Bebé, estas hermoso. –Lo alagó, el menor sonrió. –Pero te falta algo, ¿Tu corona? –Tyler miró la mesa donde aún seguía su muñeca y la canasta, pero su corona no estaba.

−M-mami, lo siento. –Su labio había comenzado a temblar. Su madre dejo el refractario en la mesa y tomo las mejillas de su hijo.

−No hay problema Ty, puedo hacerte muchas más. –Le besó su mejilla. –No llores, te ves tan bonito cuando no lo haces. –Tyler suspiró, levantándose de la silla y caminar a la puerta principal, para voltear a ver a su madre con una gran sonrisa.

Los dos salieron de casa, la mujer en una de sus manos llevaba el traste con comida  y en la otra la del pequeño castaño.

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