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No, después de aquel día Tyler no había llorado un mínimo de lo que había llorado cuando sobreactuó al ver a Josh y una desconocida en el mismo lugar, él no había terminado en cama limpiando su nariz y mejillas hasta que el sol se ocultase. Simplemente estaba enojado.

Había comenzado a empacar de poco a poco, sus cosas más importantes como su ropa o todos sus implementos para hacer lindas pinturas o extrañas esculturas, extrañando a la castaña que miraba como Tyler empacaba sus cosas y le daba sonrisas forzadas a Ruby cuando sus miradas se topaban.

Pero aquel pequeño pedazo de valentía que Tyler había creado, aquel pequeño cubo de hielo que se estaba formando en su cálido corazón no pudo durar demasiado, no, Josh no había vuelto después de aquella pelea, mucho menos le había llamado o mandado algún mensaje de texto, parecía como si él nunca hubiera estado ahí. Las gruesas y saladas lagrimas del castaño había salido tan rápido como sus delicadas y suaves manos tocaron aquella tela suave y aquel característico olor a colonia de hombre inundo el ambiente.

Era una de las sudaderas que Josh termino por prestarle a Tyler cuando salían y comenzaba hacer frio, donde Tyler comenzaba a temblar y sus labios a oscurecerse a un pálido morado, los recuerdos habían llegado a Tyler tan rápido junto con sus fuertes llantos, tomando la sudadera entre él y abrazarla suavemente, tratando de tirarse en su cama y dejar de empacar.

−Es un imbécil, no lo negare. −Tyler pasó su temblorosa mano por sus ojos, quitando aquellas saladas lágrimas. −Pero se ve que te ama, eso no se ve demasiado y mucho menos en estos días. −Ruby hablaba lentamente, pasando sus cálidas manos por el cabello de Tyler sonriéndole suavemente. −Tienes que hablar con él, Tyler. No puedes irte sin haber hablado con él, creo que ahora te toca a ti disculparte. −Terminó por hablar, suspirando suavemente cuando Tyler asintió.

Pero, hablar se escuchaba tan fácil, como si no hubiera nada interponiéndose entre el camino de Tyler y el departamento debajo del suyo. Pero no podía hablar con alguien que no estaba, que cuando al llegar aquella blanca puerta y tocar insistentes veces no abría o siquiera contestaba aquellas llamadas que Tyler hacia repetidas veces.

Para Tyler se le había hecho difícil hablar con una nariz congestionada y un nudo en la boca de su estómago a la universidad, explicándole brevemente lo que había sucedido con su boleto de avión, Tyler no contaba con el dinero para poder remplazarlo y no le había quedo de otra que suplicarle a la universidad su tragedia, claro que a ellos no les iba a importar exactamente lo que había pasado con su boleto y con algunas advertencias de que si volvía a romperlo no le darían otro más, le dijeron que su boleto de avión podía ser recogido en el aeropuerto y que sería un gusto verlo en ya menos de una semana.

Casi siete días para alguien que no fuese Tyler era una eternidad, ir a la gran manzana a estudiar y comenzar una nueva vida allá para alguien que no fuese Tyler era algo que no podían esperar. Pero Tyler, era Tyler, el castaño que había dedicado casi un día en tocar insistentemente la puerta de Josh y otro día mas llamándole, sin contar el día que había ido a la casa de Jordan y sus padres para preguntar y uno más yendo a su casa, ya terminando por despedirse de su pequeña hermana y su madre.

Una parte en Tyler no quería irse, quería quedarse con su espalda apoyada en la puerta de Josh hasta que éste la abriera y poder decirle que tal vez sí era un egoísta y necesitaba al tintado más que ir a estudiar en una ciudad estúpidamente grande.

Pero otra parte, la pequeña que le gritaba que necesitaba irse, que era más probable encontrar a alguien mejor en aquella ciudad y estudiar lo que más le apasionaba desde pequeño, aquella parte comenzaba a crecer en Tyler mientras los días pasaban.

Se había despedido de su madre por tercera vez por teléfono, había colgado con un nudo en su garganta y un desagradable sentimiento en su estómago, ya tenía sus maletas preparadas y algunas cajas que personas más adelante se llevaría, su pequeña habitación estaba vacía, aquellas cosas materiales se habían ido, pero cuando el castaño miraba aquella oscura habitación no podía ver más que los momentos que había pasado con aquel tintado.

Casi una semana para alguien que no fuese Tyler habían pasado volando, pero Tyler, él seguía siendo Tyler, quien aquellos siete días habían pasado tan lento como caracol subiendo una pendiente. El tono de llamada cuando marcaba aquel número que sus dedos habían aprendido sonaba tan despacio y los minutos que pasaba fuera de la puerta de Josh parecían nunca acabar.

Y ahora ahí estaba, mirando el blanco y acogedor departamento con ojos cristalinos para tomar su pequeña maleta con ruedas, esperando a que la castaña le ayudara con otra, el sonido de sus pasos al bajar los escalones resonaba en sus oídos al igual que su corazón, terminando en el piso debajo del suyo y caminar al departamento del mayor.

Tal vez como era el último día de Tyler en Columbus podía hacer que las probabilidades que Josh le abriera subieran, que al abrir aquella puerta le mirara con ceño fruncido y hasta podría ser que éste le golpeara regañándole por todo el escándalo que había hecho días atrás para que le abriera. Pero, como días anteriores, cuando sus suaves nudillos golpearon contra la blanca madera resonando en el interior del lugar, nadie fue abrirle.

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mama saidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora