Capítulo 20: "Me debes cien"

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Abrí mis ojos con pesadez. No sabía que hora era, pero me dolían las piernas y la cabeza, literal necesitaría un poco de morfina para poder superar este día. El sol se colaba por la ventana y daba de lleno en mi cara, lo que me hizo entrecerrar los ojos.

Sentí los brazos de Gregg rodearme el torso, y también sentí su amiguito en la parte baja de mi espalda, lo que hizo que me sonrojara. Había leído que los hombres siempre tienen una erección cuando duermen o se levantan o algo así. Pero una cosa era leerlo, y otra muy diferente era vivirlo en sí.

Bostezando me giré hacia Gregg. Reí por lo bajo al ver su rostro: su boca estaba abierta como la de un hipopótamo, pero su rostro parecía el de un bebé angelical cuando estaba dormido.

- Gregg... - le dije, ni se inmutó -. Despierta, Gregg. - se quejó y se revolvió en la cama, pero sin apartar su brazo de mi cintura.

- No quiero ir a la escuela, mamá... - dijo con la voz adormilada, puse los ojos en blanco.

- Idiota, no soy tu madre. Despierta. - mi tono de voz sonó brusco. Como Gregg no dio indicios a abrir los ojos, me resigné y me puse de pie, apartándome de sus brazos. Él se quejó.

- Ven aquí. - me ordenó.

- Voy a darme una ducha.

Dicho aquello, tomé mis toallas y salí de mi habitación. Para mi suerte no había nadie en el jodido baño, y cuando entré lo primero que hice fue quitarme la ropa y abrir la ducha. Mientras el agua caía sobre mi, no dejé de pensar en todo lo ocurrido ayer por la noche con Eric. La cabeza me explotaba, y me sentí solo un poco mal por el hecho de que había elegido perder mi virginidad con el más idiota del Mundo mundial. Suicidarme era una buena idea en ese momento.

¿Qué pasaría ahora? Él ya había conseguido lo que quiere de todas las chicas, supongo que simplemente me dejaría en paz, o por lo menos eso esperaba. Aunque internamente estaba rezando porque no le contara a nadie lo que pasó entre nosotros. Por dos razones: no quería que me trataran de zorra (aunque así me sentía en ese momento) y porque tampoco quería que todos supieran que ya era una más en su lista de revolcones.

Cuando estuve completamente limpia, y cuando ya sentí que su aroma se había ido de cualquier parte de mi cuerpo, salí de la ducha, sequé mi cuerpo, me puse mi ropa interior y dejé la toalla en mi cabeza.

Cuando entré a mi habitación, encontré a Gregg sentado en la cama con los codos en sus rodillas y el rostro completamente adormilado. Sonreí a penas cuando sus ojos se encontraron con los míos. Se puso de pie, se acercó a mí y me empujó con sus caderas para salir de mi habitación, y dirigirse hacia el baño. Aproveché para vestirme: unos shorts azules, una camiseta holgada negra y mis zapatillas de siempre. Mi cabello estaba mojado, y como en ese momento no tenía ganas ni de respirar lo dejé así.

- Bien, muñeca - dijo Gregg entrando en mi habitación, con la cara lavada y una sonrisa de oreja a oreja. Puse los ojos en blanco.

- No me digas así... - le advertí. ¿Qué le pasaba a todos los hombres y sus apodos estúpidos? ¿Dónde estaba el Gregg que me llamaba calabaza o sandía? Ese Gregg me gustaba mucho más que este, aunque no tanto.

- Tendremos un día bastante ocupado. - sonrió, ignorando por completo mis palabras -. Hoy será nuestra cita. - movió sus cejas de arriba abajo, solté un bufido.

- ¿Cita? - pregunté sonsa.

- Claro. - respondió obvio -. Yo estoy aquí para distraerte de todo lo que ronde por esa cabecita rubia tuya, Val. Agradécemelo luego.

- Pero...

- Pero nada. - me interrumpió. Suspiró -. Okey, el tema es así: perdiste tu virginidad con el chico que más odias, y aunque pienses que no te arrepientes, lo más profundo de ti si lo hace, y lo sabes. Y si te dejo sola aquí, tengo miedo que intentes cortarte las venas con una hoja de lechuga. Así que saldremos y te distraerás y la pasarás bien conmigo. - sonrió de oreja a oreja.

Losing Virginity (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora