Capítulo 65: "Realidad"

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Dos días desde que se había ido, y juro que las horas parecían pasar tan lentas que me daban ganas de sacarme los ojos. Quería llorar, gritar, patear a bebés que caminaran demasiado lento enfrente mío y cuando estuvieran rodando por la calle gritar a todo pulmón "GOOOOOL". Pero, claramente, no podía hacerlo.

Nadie me molestaba, porque estaba con un humor de perros, y todos sabían por qué. No me molestaba en absoluto que Eric se haya ido de viaje, lo que me molía el cerebro era que esa zorra estaba cerca de él, y yo no estaba ahí para romperle la jodida cara. Así que, estaba de malhumor, y ni si quiera la pizza ayudaba a quitármelo de encima, o sea que no se iría en un buen tiempo, o mejor dicho hasta que él regresara. Y más le valía que me trajera esa pizza francesa que me prometió.

No había podido dormir demasiado, por lo que toda la madrugada del domingo me quedé despierta jugando con mi celular, a una aplicación que Eric me había descargado hace unas semanas, que se trataba de un piano o algo así. El problema con ese juego es que era demasiado adictivo, y con mis dedos de camionero, siempre perdía a los cuatro segundos de iniciar.

Bueno, el punto aquí es que me pasé todo la mañana sin dormir, y cuando al fin pude conciliar el sueño simplemente dormí cuatro horas, y al abrir mis ojos nuevamente no pude volver a pegarlos. Así que simplemente tomé una ducha, me vestí lo más deportista posible, guardé en una mochila una botella de agua, mi celular, mi billetera y salí de casa, ¿Y saben para qué? Para caminar. Así es, damas y caballeros, había salido a ca-mi-nar.

Creo que recorrí al menos diez manzanas y ya no daba más. Mis piernas me dolían como la mierda, y mi respiración era completamente irregular, pero de todos modos, y por lo masoquista que era, seguí caminando a pesar de que me estaba por dar un jodido colapso pulmonar.

Caminé y caminé hasta que el sol empezó a ocultarse, y entonces decidí dar media vuelta y volver nuevamente a mí casa. Estaba en un barrio bastante alejado, en donde no pasaba ni un auto, y no había una puta luz. No soy demasiado miedosa (mentira) pero estaba asustada de andar sola en aquel lugar.

Apuré el paso a consciencia, y cuando la parte más iluminada de la ciudad se hizo presente, suspiré aliviada. Fue entonces cuando todo se fue a la mierda, y los chirridos de las ruedas de un auto explotaron en mis oídos, y de repente un descapotable color negro apareció ante mis ojos, y venía a toda velocidad, directamente hacia mi, para arrollarme.

Sabía que me tenía que tirar a un lado para no morir aplastada, pero mis piernas no hacían caso a las órdenes de mi cerebro, y simplemente me quedé parada ahí, en el medio de la calle, esperando a que ese auto me atropellara, y cuando las luces estuvieron lo suficientemente cerca de mí, cerré los ojos esperando lo peor, pero luego de unos segundos, nada pasaba, yo seguía parada ahí, y aquel auto había frenado a solo un metro de mi cuero.

Suspiré aliviada por haber sobrevivido aquello, pero entonces mis ojos se abrieron como platos ante el hecho de que un hombre de unos dos metros bajó del auto, dando un portazo, y caminaba hacia mi con el ceño fruncido y la mirada enfurecida. Intenté dar un paso hacia atrás, pero entonces me tomó por el brazo con fuerza. Con demasiada fuerza.

- ¡Lo que está dentro de mi mochila es lo único que tengo! - grité, y entonces el tipo me miró fijamente a los ojos, amenazante.

Se inclinó hacia mí, y juro que en aquel momento dejé de respirar por su cercanía, pero mi cerebro había dejado de funcionar como para elaborar un plan de escape o algo así. Entonces, el tipo, con la voz ronca y amenazante, dijo:

- Ten cuidado de con quien andas, y de con quien te metes - advirtió -. Porque la próxima vez no pisaré los frenos.

Apretó con más fuerza mi codo y de repente me empujó, logrando que cayera de rodillas al piso, con las manos apoyadas en el áspero asfalto. No elevé la vista, y simplemente escuché como el auto desaparecía de mi al rededor. En mi garganta se había formado un nudo más grande que una casa, y mis rodillas ardían como el infierno. Sentía que estaba a punto de llorar, pero me tragué las lágrimas y simplemente me puse de pie, y completamente asustada empecé a caminar hacia mi casa.

Losing Virginity (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora