Otra vez

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— ¿Quién tenía razón? — canturrea bajito en mi oído provocándome que se me ponga la piel de gallina por todo el cuerpo y que instintivamente me aparte de él. Intento acordarme de respirar, aunque lo hago con dificultad. El ríe y noto su aliento en mi cuello. Está demasiado cerca, demasiado cerca, pero me quedo paralizada mirándole.

Se mueve y se sienta en la silla que está a mi lado, me muevo incómoda y busco a Tomás con la mirada, él está ocupado hablando con la camarera. Suspiro y cruzo mi mirada con la de Alex.

— No sé a qué te refieres. — replico intentando parecer enfadada

— ¿Te han dejado entrar? — pregunta mirándome divertido.

— No. — musito. — me odia desde el primer día que me vio. Y ahora hasta el último.

— Lo hace con todos. — dice calmándome. — Puedo hablar con ella si quieres. — no puedo evitar reírme y él me mira serio. Él, tan alto y corpulento. Él que tiene unos brazos increíbles. Desvío mis pensamientos. La verdad es que podría conseguir lo que quisiese con solo su sonrisa.

— No te molestes. — digo apartando mi mirada de él y leyendo la carta, recordando que debo evitar caer en su juego.

— ¿Qué haces? — pregunta quitándome la carta de la mano. Le miro enfadada.

— ¿Me estás siguiendo? — digo plantándole cara, titubeo al mirarle a los ojos.

— Depende. — dice. — ¿Te gusta? — pregunta arrastrando su silla más cerca de la mía, y yo soy incapaz de negar nada en absoluto al tenerle tan cerca. Sonríe sintiéndose vencedor.

— Pensaba que el rollo acosador solo gustaba en las películas. — digo intentando controlar mi pulso.

— ¿Quieres decir que no voy a conquistarte siguiéndote día y noche? — pregunta y yo niego. — ¿Ni siquiera si te llamo desde una cabina telefónica a las cuatro de la mañana y me quedo en silencio? ¿No? Qué rara eres. — Me rio, aunque intento no hacerlo, disimulo cambiando de tema.

— ¿Qué haces aquí? — le pregunto. — ¿No tienes clase?

— Hasta las 9 no. — dice.

— ¿Y por qué no estás durmiendo? — pongo cara de no entender nada.

— Si me levantaba a la misma hora que los demás tenía que limpiar, así que me he escapado.

— Qué solidario. — le alabo.

— Gracias. — dice. — Ya que tú no tienes nada que hacer en los próximos tres cuartos de hora, y yo no puedo volver a mi casa, ¿Estás dispuesta a dar una vuelta conmigo? — ofrece.

— No. — digo rotundamente. Él alza las cejas sorprendido.

— ¿No? — repite estupefacto, no sé por qué le sorprende tanto. — Cualquier chica se moriría si le hubiese pedido lo que a ti. — dice y yo suelto una carcajada sin poder evitarlo por lo pretencioso que es y lo creído que se lo tiene.

— Porque no eres chico de citas, ni paseos ni flores ¿verdad? — digo recordando y sonriéndole.

— Cierto.

— Entonces, ofréceselo a otra chica que sepa apreciar mejor tu cambio. — digo negando y poniendo los ojos en blanco. — Seguro que das de qué hablar.

— ¿Siempre eres tan estúpida con la gente? Pensaba que solo lo eras con Tomás. — dice descaradamente.

— ¿Qué pasa conmigo? — pregunta Tomás apareciendo detrás de mí, sostiene dos platos y dos bebidas, supongo que es café. Le sonrío agradecida.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora