Estoy nerviosa de nuevo por ver a Corina. Llamamos al ascensor cogidos de la mano, mientras yo, me muerdo las uñas impaciente. Él me está observando, me doy cuenta y le sonrío. Cuando entramos en el ascensor, Alex pasa un brazo por mis hombros y me abraza. Inspiro su aroma acercándome más a él hasta que queda apoyado en la pared. Es la primera vez que nos tocamos en ese ascensor en el que veces anteriores me he imaginado haciendo muchas otras cosas. Me separo de él cuando las puertas del ascensor se abren de par en par y recorremos el pasillo cogidos de la mano.
— Siempre estás nerviosa cuando venimos. — observa él.
— Lo sé. — digo. — Me reconforta tenerte conmigo de todas maneras. — admito. Él me sonríe agradecido y aliviado y me aprieta la mano dulcemente.
Cuando llegamos a la habitación de Corina, y abro la puerta me quedo petrificada de inmediato. Hay un hombre sentado en mi sitio. Alex le mira desconcertado y de pronto el hombre se gira para mirarnos. Ya sé quién es incluso antes de que se dé la vuelta. El padre de Corina, que tiene ese título simplemente porque poseen el mismo ADN. Ese ser barbudo y corpulento me mira desolado. La rabia hierve en mi interior, ese hombre es el que ha causado miles de lágrimas en Corina, el motivo por el que Corina hubiese venido a dormir a mi casa cientos de veces. Él representa mi pasado. Todo nuestro pasado. No le quiero aquí. No solamente por Corina, que tampoco le querría, sino también por mí. Él es parte de lo que dejé atrás, y verle allí hace que me vengan miles de imágenes a la cabeza que quería borrar y que ahora me provocan náuseas. Hace que toda la burbuja en la que estaba se rompa de golpe devolviéndome a la realidad tan fácil como se había ido. La rabia y el miedo bullen en mi interior.
— ¿Qué haces aquí? — siseo intentando controlarme, Alex me mira.
— Elena. — musita acercándose a mí.
— No, no quiero oírte, no quiero hablar contigo. — digo cerrando los ojos. — Vete de aquí. — espeto cerrando los ojos. Tengo ganas de vomitar. Dios, necesito salir corriendo, pero esto no es mi pasado, no puedo correr, porque Corina no puede hacerlo conmigo. Estoy muy nerviosa.
— No puedo, ella es mi niñita. — dice él mirándome con intensidad.
— ¿Que es qué? — digo alzando la voz al mismo tiempo que me acerco a él. Alex me coge de la muñeca, pero su tacto no me calma como siempre lo hace. —Te lo diré otra vez, lárgate. — gruño.
— No puedo. — repite.
— ¡Vete! — Chillo de repente, sorprendiéndome hasta a mi misma. No quería oír más mentiras. — NO QUIERO OIR NI UNA SOLA PALABRA QUE VENGA DE TI. LÁRGATE. — Estoy fuera de control.
— Elena... — empieza él. Sé a qué juega, a la vulnerabilidad. Corina se lo había tragado más de una vez, por culpa de la compasión, y eso la había herido cada vez más. Me doy cuenta de que estoy temblando y me cuesta respirar. La opresión en el pecho ha vuelto de repente.
Que pare, que pare, que pare. Por favor. — Suplico en mi interior.
— Vete. — repito temblando, él vacila y me mira y luego a Alex en busca de apoyo. — Te juro que como no te vayas... — empiezo apretando los dientes.
— Oiga, será mejor que salga. — dice Alex a mi lado. — Ahora. — no lo dice como una amenaza, sino como un consejo.
— Es mi hija. — dice firme, como si eso bastara.
— No es un buen momento ahora para reconocerla como tal. — digo alejándome de él.
— Váyase de aquí. — dice Alex abriendo la puerta. — Déjelas solas un segundo. — dice Alex. El hombre mira a Alex, luego a Corina y luego a mí.
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Déjame amarte.
RomanceUna chica difícil. Un secreto. Una desgracia. Un chico arrogante. Un secreto. Una casualidad. Obra registrada en Safe Creative con el código 1503293709500. Todos los derechos reservados.