Tengo toda la noche

150K 7.9K 375
                                    

Alex está en silencio mirando la escalera por la que tenemos que subir. Está ahí, a mi lado, mirando con sus ojos oscuros por la noche y la pupila totalmente dilatada, con curiosidad. Es más alto que yo, cosa que me gusta bastante, me genera mucha seguridad. Tiene la nariz algo roja por culpa del frío que hace. Me sudan las manos al pensar que Alex va a estar en mi habitación; que vamos a estar juntos y solos en un espacio reducido.

— ¿Tenemos que subir por aquí? — pregunta alzando una ceja y depositando su mirada en mí. Observo sus labios, que están algo húmedos porque se acaba de pasar la lengua por ellos. Noto que el también baja su mirada a los míos.

— Si, es fácil. — aseguro. — Sígueme. — digo adelantándome. — Te va a costar un poco, pero es normal porque...

— Si tú lo puedes hacer, entonces, obviamente, yo también. — me corta mirándome con su sonrisa arrogante. Me quedo embobada mirando su perfecta dentadura y la sonrisa tan bonita que tiene.

— ¿Sí? — alzo una ceja y me aparto haciéndole un gesto para que suba primero.

Él me sonríe y empieza a subir, tendría que haber intuido que sería perfecto hasta en ese aspecto. Obviamente Alex no podía ser patoso, torpe o tener poca coordinación. Ruedo los ojos y le sigo hasta que llegamos a la pequeña cornisa que une mi ventana con la de Corina. Intento con todas mis fuerzas no mirar hacia allí. Paso por el lado de Alex sin mirar esa ventana y abro la mía, la mantengo abierta para que Alex pase.

— ¿Duermes sola? — pregunta mirando la habitación. Agradezco que está ordenada.

— Sí. Son habitaciones individuales. — me trago que Corina y yo estamos siempre juntas. Me pongo el pelo detrás de la oreja nerviosa y voy al baño. — Voy... ahora vengo. — digo metiéndome en el baño.

Respiro hondo un par de veces, ya ha oscurecido y estoy sola en una habitación con Alex, el único chico en el mundo de hacerme sentir de esa manera. Vale, no pasa nada. Nada de nada. Intento calmarme y apartar de mi mente todas las cosas que estoy pensando que quiero que sucedan. Es solo una cena, una cena entre amigos. Así podría conocerle un poco más. Quería conocerle, pero ¿quería que me conociera? Suspiro hondo. No pienso en nada más o me pondré nerviosa. Me miro una última vez en el espejo y salgo. Alex está sentado en mi cama mirando mis libros de la universidad. Veo que hay una olla en el fuego.

— ¿Estudias logopedia? — pregunta sin levantar la vista. Me siento a su lado en la cama, demasiado cerca, deberá haber medido mejor las distancias.

— Sí. — afirmo.

— ¿Por qué? — pregunta mirándome, nuestras caras están muy cerca. No me esperaba esa pregunta.

— Es una larga historia. — digo girando la cara y mirando al frente de nuevo. No quiero ver sus ojos, ni que su aroma me aturda como lo hace.

— Tengo toda la noche. — dice él recostándose hacia atrás apoyándose en su codo y sé que sonríe.

—Vale, entonces no me apetece contártela. — digo levantándome y el ríe.

— Vaya, ¿no vas a contarme esto? Sabía que tenías secretos, y esta era la pregunta más fácil de las que me había preparado. — dice mordiéndose el labio. Y yo miro su labio. Sigo mirando su labio.

— ¿A qué te refieres? — Digo aun mirando su labio que se estira en una sonrisa.

— No soy idiota, sé que pasa algo, que tienes o has tenido problemas. No pensaba que tampoco querrías contarme por qué estudias tu carrera.

— Tú no sabes nada. — digo arrebatándole el libro de texto. Ahora me parece mala idea que esté allí.

— Eh, lo siento. — dice levantándose y acercándose a mí. Pero no me toca. Afortunadamente, o desafortunadamente. Depende de la parte de mí a la que le pidas. — Era una pregunta estúpida, no quería preguntar nada personal por esta razón.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora