Demasiado buena

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Nada más entrar, sin siquiera encender las luces, me quito los zapatos y caigo sobre la cama rendida. Son poco más de las ocho de la noche, es jueves y no tengo clase ese viernes. Tengo que empezar a pensar el trabajo que tengo que presentar para alguna de las asignaturas si quiero tener buena nota. Decido que al día siguiente iré al estudio de danza pública a bailar. Así podría distraerme. Además podía ir andando, sin necesidad de taxis, buses, o Alex. Me levanto, está oscuro, pero la luz de la luna entra por la ventana iluminando la habitación, voy hacia la nevera y bebo un vaso de agua. Me pongo los pantalones cortos zarrapastrosos y la vieja camiseta de publicidad que corté hace uno o dos años. Me pongo una rebeca encima porque hace frío, pero mi plan es meterme inmediatamente dentro de la cama. Recojo un poco la cocina antes de todo. De repente oigo un ruido detrás de mí. Ahogo un grito y me giro bruscamente. Alex está plantado a menos de cinco metros de mí, al lado de la ventana.

- Hola.- dice y aunque sonríe no está divertido. Tampoco enfadado. Hay algo nuevo en su expresión.

- Hola.- digo aún sorprendida porque haya entrado sin avisar y tan silenciosamente.

-¿Has ido a ver a Corina?- pide él mirando la habitación, la luna le da de lleno en su perfil derecho creando unos contrastes de colores que, aunque no sé dibujar, me apetece hacerlo.

- Si.- digo apenas sin voz mirándole.

- ¿Está bien?- pide, sé que no lo pide de esa manera y no me dan ganas de contestarle irónicamente como haría con otras personas.

- Si, todo igual.- digo.

- ¿Se ha portado bien Tomás?- dice entre dientes. ¿Por qué está tan lejos de mí? Normalmente estamos más cerca, mucho más. ¿He hecho algo malo?

-No me ha llevado él, le surgió un problema.- él me mira, sus ojos marrón verdosos destellan.

- ¿Qué?- casi ruge. - ¿Por qué no me has avisado?- dice aun manteniendo las distancias, yo estoy buscando apoyo en la pared de detrás de mí.

- Ya te había dicho que iría con él. No quise molestarte, por si tenías otros planes.- explico. Él me mira y bufa sonriendo irónicamente. Niega con la cabeza.

- ¿No entiendes nada verdad?- dice él acercándose un paso hacia mí. Alzo una ceja insultada.- ¿Quién te ha llevado?- dice, ahora está a menos de 2 metros de mí.

- Un taxi.- digo firmemente intentando que me quede algo de dignidad.

- Dios, eres tan cabezota.- dice en un susurro.

Dice esas últimas palabras como si del fin se trataran, como si cerraran alguna especie de trato, entonces cierra el espacio que hay entre nosotros, cosa que no me espero para nada, pero que quiero como nada. Y de pronto está a escasos centímetros de mi cara. Todo ocurre tan rápido que me cuesta pensar. Respiro con dificultad. Abro la boca ligeramente cogiendo aire. No sé qué va a hacer, pero ya no me espero nada bueno viniendo de él. Sus manos cogen firmemente pero suavemente mi cara y junta sus labios, al fin, con los míos. No sé si es la sorpresa o el deseo que me hacen soltar un gemido. Besar a Alex... es como el primer trago de agua fría después de horas de ejercicio sofocante. Te duele la garganta, se te congela, pero aun así sabes que quieres más, que necesitas más.

Abro mi boca dejándole libre acceso y nuestros labios no pueden estar más unidos. Me besa primero lenta y suavemente. Pero a medida que seguimos el beso se vuelve más hambriento y violento. Le sostengo por la camiseta atrayéndolo contra mí lo más que puedo, él se aprieta contra mí haciendo que nuestros cuerpos encajen perfectamente. Pone las dos manos en mis caderas y sube, por debajo de la camiseta, acaricia mi cintura. Sentir su piel contra mi piel me hace querer más. Estoy sintiéndome mareada. Es mejor de lo que había imaginado que sería besarle. Pensamos lo mismo y él me alza sosteniéndome desde las caderas al mismo tiempo que yo enrollo mis piernas en su cintura, simplemente estoy sujeta por su cuerpo contra la pared. Con sus manos acaricia mis piernas desnudas y con la otra explora mi cintura de nuevo. Yo paso los dedos por su pelo y bajo mis manos tocando suavemente sus abdominales por encima de la camiseta. Consigo levantarla ligeramente y poso mis manos en su estómago. El gime en mis labios y eso me arranca una sonrisa, él la nota y muerde suavemente mi labio.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora