Tomás

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Veintidós minutos después yo estoy fregando mi plato y vaso mientras Alex sigue con el plato más lleno que cuando empezábamos.

— ¿Quieres dejar de comportarte como un crio?

— No sé de qué me hablas. — dice mirándome mientras se mete un trozo de pollo lentamente en la boca. Sonrío y él lo hace también. Me acerco hasta su taburete y él me abraza.

— ¿Te crees que soy idiota? Sé que estás comiendo poco a poco para estar aquí cuando llegue Tomás.

— ¡Qué va nena! No seas mal pensada, comer poco a poco mejora la digestión. — dice besando mi hombro que queda a su altura.

Yo sonrío y cojo los palillos con un montón de comida, él ríe mientras lo acerco a su boca y me coge de la muñeca para evitar que meta tal cantidad en su boca. Río mientras forcejeamos y no sé cómo acabo en su regazo besándole. En ese momento tocan el timbre y nos miramos por un segundo a los ojos, él me sujeta antes de que corra a abrir intentando ponerse el primero. Rio mientras me coge por detrás en volandas.

— ¡No Alex! — susurro cuando él está abriendo. Pero lo hace, ignorándome.

— ¡Anda Tomás! — dice él sonriendo y mirándome por encima del hombro con media sonrisa pícara. — Pasa, pasa, te estábamos esperando.

— ¡No! — digo apareciendo a su lado y encontrándome a un Tomás algo desconcertado. — Alex ya se iba. — digo cogiendo la mano de Tomás y haciendo que pase. Por otro lado, empujo a Alex hasta que está fuera.

— ¿No me puedo quedar ni un ratito? — me pide haciendo un pucherito.

— No, vete— digo empujándole, cierro la puerta detrás de mí para despedirme de él.

— Me voy. — accede. — Pero estaré vigilando, Tomás. — chilla él y yo muero de la vergüenza.

— Que te vayas ya. — susurro sonriendo. Él coge mi cabeza entre sus manos y me besa durante un rato largo.

— Luego te llamo. — dice dándome un último beso.

— Deja de llamarme ya, pesado. — bromeo y él sonríe.

— Dile que como te toque le corto las manos. — dice ahora sin sonreír. Yo pongo los ojos en blanco y le cierro la puerta en las narices.

— Perdóname Tomás. — me disculpo recogiendo el plato de Alex, él está en mi sitio. — ¿Quieres algo para beber?

— No, que va, no te preocupes. — dice.

— Bueno. — digo sentándome enfrente de él. — Qué es eso que tanto te preocupa.

— No sé cómo decirlo. — suspira él y se queda un rato callado, yo no digo nada y dejo que reordene sus ideas. — Bien, — dice mirándome. — He conocido a alguien y me he enamorado.

— Eso es genial. — digo intentando animarle.

— No, no es genial, es horrible. Yo nunca me he enamorado y menos de una persona... así.

— ¿Qué problema hay?

Largo silencio. Y yo rezo para que no diga que soy yo.

— Es un tío. — dice él al fin. Mi boca cae al suelo.

— ¿Qué? — digo frunciendo el ceño. — Tú no eres gay. — sonrío.

— Créeme, lo he comprobado y sí que lo soy.

— ¿Cómo? ¿Cómo lo has comprobado? — pregunto y él me mira. — ¿Lo has sabido después de besarme? — digo ahora y no sé cómo sentirme, si insultada o qué...

— No es exactamente. — intenta calmarme. — Conocí a un chico, no pasó nada, pero no se parecía en nada a las sensaciones que experimentaba con otros chicos u otras chicas. Y tú... eres guapa, inteligente y simpática, eres mi apoyo y pensé que eras la persona que se parecía más a la forma que me sentía con él, y pensé que si te besaba... probablemente hubiese funcionado, pero creo que me he enamorado de él. — suelta del tirón.

— Vaya Tomás... — digo mirándole. — no me lo hubiese esperado nunca, no lo pareces.

— ¿A qué se parece un gay?

— No quería decir eso... — digo sonrojada. — Como siempre las tienes a todas locas, y eres tan... gentil con las chicas.

— Tranquila, sé qué quieres decir. Estoy sorprendido hasta yo, estoy muy susceptible últimamente, y más con este tema.

— Pero, de todas maneras, gay o no, ¿qué problema hay? Si los dos os gustáis... Porque a él le gustas ¿no?

— Si, ambos estamos muy ilusionados y enamorados. — dice él mirándose las manos. Y yo en esos dos segundos me lo imagino besando a un hombre sin rostro y frunzo el ceño de lo extraño que es todo, cuando el otro día me estaba besando a mí y me lo había imaginado alguna vez siendo el padre de mis hijos, por culpa de Corina. — El problema es que nadie lo sabe, en mi entorno me refiero.

— No es nada malo, no te tienes que avergonzar de nada.

— Vamos Elena, no puedo decirlo. Soy Tomás García, a mi padre le pegaría un infarto y a mi madre se le caería la cara de vergüenza cuando lo comentasen por las esquinas. No es tan fácil.

— Y eso a él le molesta. — auguro.

— Muchísimo, tanto que me ha pedido un tiempo hasta que solucione mis problemas.

— Vaya Tomás... — digo. — Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras ¿verdad? Siento no haber estado disponible estos días, pero no volverá a pasar.

— No, si lo entiendo. El tema de Corina no es nada fácil.

— Tienes que aceptarte a ti mismo, y si lo haces tú, todos lo harán. — aseguro cogiendo su mano por encima de la mesa. — él lo hará, tus padres lo harán... No todo de golpe, prueba a ir poco a poco, pídele paciencia y sal con él a sitios públicos, conócele y cuando estés preparado hazlo. Tus padres no reaccionarán bien, pero te quieren y te acabarán aceptando. A ti y a él.

— Gracias Elena. — dice él soltando todo el aire que había estado conteniendo. — En serio te necesitaba. — susurra.

Me levanto de mi sitio y le doy un abrazo, él me envuelve y le intento trasmitir apoyo durante un buen rato.

— ¿Mejor?

— Sí, gracias. — dice ahora con una sonrisa. — necesitaba soltarlo.

— Tranquilo, llámame cuando quieras, pero ahora llámale a él y habladlo. Os vendrá bien.

— Muchas gracias. — repite.

— No me las des, lo siento, ya sabes por haberte evitado.

— Tranquila, yo hubiese hecho lo mismo. — dice él con una sonrisa. — En fin, me voy a ir a estudiar un rato a la biblioteca, ¿vas a ir?

— Igual más tarde voy si aquí no puedo concentrarme. — digo.

— Hasta mañana. — se despide dándome un beso en la mejilla. 

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora