Dilo

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— Alex. — le llamo, suavemente, cuando creo que ya es suficiente el espacio y tiempo que le he dejado para que se calme. Él da un respingo sorprendido y aminora ligeramente la velocidad. ¿Se acaba de dar cuenta que estoy allí? —¿Por qué no paras un momento? — ofrezco dulcemente.

Él sigue mirando la carretera. Suelta el aire e inspira de nuevo. Me acomodo mejor en el asiento, pues sé que no me va a hacer caso y por tanto tenemos para bastante rato. Me estoy empezando a enfadar. Estoy igual o más cabreada que él por esa situación y no estoy montando una escenita. Entonces, la velocidad del coche disminuye poco a poco y sale de la carretera para meterse en un pequeño tramo de bosque. Le miro cuando el coche está totalmente parado. Tiene la mirada triste, por desgracia es la segunda vez que la veo, la primera fue cuando me habló de su familia. Me desabrocho el cinturón y me muevo para sentarme sobre él. Apoyo la espalda en la ventanilla y milagrosamente y gracias a que el techo es alto, consigo encajarme sin parecer una jorobada. Acaricio su nuca con mis dedos y él me mira. Sus ojos están tristes, completamente tristes. Algo se desgarra en mi interior y sé que algo no anda bien.

— Alex. — susurro, preocupada, frunzo el ceño mientras acaricio su cara, él cierra los ojos y besa mi mano cuando pasa cerca de su boca.

— Estoy bien. — musita él. Pone sus manos alrededor de mí para que estemos más juntos.

— ¿Qué pasa? — pregunto. Alex me mira a los ojos, su duda es desgarradora. Sé que pasa algo. — Dímelo. — le insisto apartando el pelo de sus ojos.

— Yo...Yo Elena, soy un mierda. — dice él haciendo que frunza el ceño extrañada. — No te mereces a alguien como yo. — asegura. — Sólo sé meterme en problemas, no sé cuidarte bien, no como te mereces.

— ¿Qué? Digo apartándome de él para mirarle mejor, aunque seguimos relativamente cerca, en lo que refiere a nosotros, eso es lejos. Muy lejos... — ¿Qué narices estás diciendo? — espeto. No me esperaba esa reacción para nada. Puede que un trauma pasado, frustración y rabia contenida, odio... Pero no autodesprecio.

— No soy uno de esos chicos bien, con pasta y una familia de revista. — dice él. — No soy rico, tengo que vivir de la caridad. No soy calmado, tengo mal genio, no soy un alumno con un expediente impecable, no soy buen hijo, no soy buena persona, no soy Tomás. Él... él sabría cuidarte como te mereces. — dice con la voz desgarrada. Me muerdo el labio inferior pensativa. Dios, no entendía nada. Nada de nada.

— Pero yo no quiero a Tomás. — replico. Él cierra sus ojos. — Alex, mírame. — insto, él abre los ojos. — ¿A qué viene esto? Estábamos bien. — digo con lástima.

Que unos idiotas hubiesen estropeado una... escenita no significaba que él fuese una mierda. Nada tenía sentido. ¡Había miles de idiotas por ahí sueltos y no por eso él era una mierda!

— Alguien como Tomás no te hubiera... follado en una cutre habitación de ballet. — dice y yo frunzo el ceño. Ahora empiezo a entender por dónde va su auto rechazo.

— Tú no me estabas follando. — digo haciendo una mueca en la última palabra, como si fuese ridículo.

— Lo que sea, debería protegerte más. No pensar tanto en las cosas que pienso que me gustaría hacerte todo el tiempo. Te mereces lo mejor, no un estudio de ballet.

— Alex, — digo. — Dos no se besan si uno no quiere. No me estabas follando. — repito. — Tú me has respetado todo este tiempo, y no precisamente porque yo haya querido. — le acuso. — ¡Pero si casi te tuve que suplicar que me besaras! — digo alzando la voz. — No sé qué es, pero lo que siento cuando estoy cerca de ti es... es difícil de explicar. — él abre la boca para hablar. — Y no, no es solo deseo, es algo más. — le replico. — Y quiero pensar que tú tampoco sientes sólo deseo, porque si no yo habría sido una más el primer día que me conociste, que hubiese pasado por tu cama. Y yo lo sé, y tú lo sabes. — le digo.

— Yo no siento solo deseo, ni mucho menos. — dice él para que me quede claro.

— Lo sé. — digo. — Alex... yo no soy una chica bien, no lo soy. Mi familia está tan desestructurada como la tuya. Hui de mi casa. — digo. — la primera oportunidad que tuve, y hui. También me meto en problemas. Pegué a Tania. — le recuerdo y él sonríe ligeramente. — Tampoco tengo dinero, y ni me importa. Tengo mal genio, mucho. Que no lo hayas visto es otra cosa. Pero te puedo asegurar que no querrás comprobarlo. Somos más iguales de lo que te piensas. Crees que eres mala persona, que no te mereces la mitad de las cosas que tienes, pero no lo eres; eres una de las personas más increíbles que he conocido nunca. No quiero estar con Tomás, quiero estar contigo. Si tan solo pudiera convencerte de que me gustas, así como eres y que...no podría pensar en un Tomás o cualquier otro que no seas tú. — digo lo último mirándole fijamente. Él me mira abriendo los ojos.

— Sólo dilo. — susurra él y ya hemos ido, poco a poco, recuperando la distancia habitual entre ambos.

— Sólo quiero estar contigo. — digo mirándole a los ojos, él suspira y yo beso sus labios.

Paso los dedos por su pelo y le beso. Él me atrae más hacia él con sus manos en la parte baja de mi espalda. Nos besamos, él besa mis labios y yo beso los suyos. Acaricia mi espalda por encima del body. Me separo de él dando pequeños besos alrededor de su boca, él suspira.

— Vayamos a comer algo. — sugiero, él sonríe y muerde ligeramente mi labio inferior, sonrío en sus labios y me siento en mi asiento.

— ¿Dónde quieres comer? — dice él dirigiendo el coche hacia la carretera.

Me lleva a un restaurante de carretera, comemos unos perritos calientes, los mejores perritos que he comido en mi vida. Él sonríe en respuesta cuando se lo digo. Al menos la tristeza ha desaparecido de sus ojos. Tengo muchas ganas de ver a Corina y contárselo todo. Estoy ansiosa por ir al hospital, porque además sé que iré con él. Aprovecho que estoy en el restaurante y nada más entrar voy a cambiarme de ropa. No me apetece estar con la ropa de entrenamiento. Llevo los mismos pantalones ajustados vaqueros y la camiseta de tirantes blanca que llevaba antes.

— ¿Vas a venir conmigo al hospital? — pregunto débilmente cuando vamos al coche.

— ¿No te llevará Tomás? — me pregunta, alzando una ceja, sonrío.

— No. — digo sin más. Dijo que iríamos hoy por no haber podido ir ayer, pero no le he cogido el teléfono. No porque esté cabreada, he tenido otras cosas en las que pensar.

— Mejor. — dice el entrelazando sus dedos con los míos.

— ¿Mejor? — digo parándome. Bufo un poco harta ya. — Alex, ¿cómo puede ser que estés celoso de Tomás? Quiero decir, mírate. — él se pone enfrente de mí. — Podrías tener a la chica que quisieras. Ahora mismo, a esa chica de allí. — digo señalando a una chica rubia que sale del restaurante con un chico. — o a esa. — digo señalando a una chica que está entrando en el coche—. Todas matarían por estar así contigo. — digo alzando nuestras manos. — Y Tomás... ¿en serio Tomás es competencia? — él me atrae hacia él y enrolla sus brazos por detrás de mí cintura.

— Yo no quiero a ninguna chica que no seas tú. Me dan igual las otras. — dice sin importancia. — Es imposible no estar celoso cuando tienes a tu chica siendo acosada las 24 horas del día por un tío que probablemente es el tipo perfecto para ocupar el puesto de marido y padre de familia.

— ¿Tu chica? — repito como una idiota ignorando el resto, incapaz de evitar la sonrisa en mi cara, el amplía la suya al ver que sonrío.

— Si. Mi chica, mi novia. — dice él frunciendo el ceño, extrañado por decir esas palabras, mientras sonríe ampliamente.

— ¿Alex Sáenz tiene novia? ¿Es eso posible? Nadie se lo va a creer. — le advierto.

— No me lo creo ni yo. — dice encogiéndose de hombros. — Are you gonna be my girl? —canta cerrando los ojos y sonriendo, sonrío mientras enrollo los brazos alrededor de su cuello y beso sus labios carnosos. Es un beso diferente, él me devuelve el beso y los dos sonreímos en él.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora