— No me la dejan ver aún. No me dicen nada. — contesta él con un hilo de voz. Su falsa preocupación me enerva.
Seguramente sea lo que sea, lo que le haya pasado a Corina no le importa. La conoce desde hace un poco más de unas semanas. Ahora se preocupa, dentro de un mes ni se acordará. La rabia me hierve por dentro cuando me pongo en lo peor. Me libero de Alex y me dirijo hacia él, y, con las manos en su pecho le empujo hasta la pared. Aunque es más alto que yo y más fuerte le muevo con facilidad. Se topa contra la pared sin inmutarse.
— ¿Qué ha pasado? — articulo lentamente con mis labios. Él titubea. — ¿Qué ha pasado? — digo con voz más aguda y desesperada. Noto a Alex detrás de mí.
— Yo... — Mira a Alex durante una fracción de segundo. — N-nosotros estábamos en el coche yendo a casa y... — cierra los ojos con fuerza sin continuar, en ese momento creo que se va a poner a llorar.
— Sigue. — inquiero lentamente, Alex me coge de la cintura y me aparta, pataleo mientras me levanta. — ¡Maldita sea, Óscar! — Chillo mientras pataleo en el abrazo de Alex que me retiene en el aire, Óscar me mira atormentado. — Te juro que como le haya pasado algo... — soy incapaz de acabar la frase, se me quiebra la voz, dejo de patalear y caigo como un peso muerto abatida.
Alex me sigue sujetando desde atrás con sus fuertes brazos, he dejado de luchar, por lo que ahora soy un peso muerto. Él deja de alejarme, pero no me suelta. Me lleva en brazos hasta unos sillones en la sala de espera de ahí al lado. Me sienta en ellos y yo no me resisto, con la mirada perdida él se pone delante de mí. No lloro, sé que él está esperando que lo haga o que ya lo hubiera hecho. Pero no lloro. No lloro desde hacía mucho tiempo. No lloro. Él busca mi mirada con la suya y no para hasta que le miro, una vez que lo hago no puedo apartarla. Está agachado frente a mí y ahora sostiene mi mano con naturalidad, como si ese gesto fuera algo normal entre nosotros.
— ¿Estás bien? — pregunta dulcemente. Asiento. — Bien, quédate aquí por favor ¿puedes hacer eso?
— Necesito... — digo en un susurro.
— Lo sé. — dice acercando mi mano a su boca, mi corazón se desboca. — Voy a hablar con la enfermera y luego con Óscar, le has dejado hecho una mierda.
— Se lo merece. — digo recuperando la voz.
— Como sea, quédate aquí, ahora vuelvo. — dice buscando en mis ojos la promesa de que me quedaré, no se la doy, pero se va igualmente.
He aprendido a no prometer nunca lo que no estoy segura que vaya a cumplir, y sé que eso en cualquier momento puedo incumplirlo. Estoy sola en una habitación llena de sillas, algunas enfermeras y pacientes me miran desde fuera, seguramente han visto mi espectáculo. Pasan más de diez minutos, me quedo mirando las enfermeras ir y venir, el reloj haciendo tic tac y pasa lento, muy lento. Quiero quitarme el nudo de mi estómago ya mismo. Alex aparece por la puerta y son incapaz de evitar sentirme un poco aliviada, tampoco intento ocultarlo. Se sienta a mi lado.
— Te has quedado. — musita él más para él que para mí.
— ¿Y Óscar? — pregunto mirando por la puerta, pensaba que vendría.
— Le he dicho que es mejor que se quede fuera por ahora.
—Si. Mejor. — aseguro.
— Sé que crees que Óscar solo siente culpabilidad. Pero Corina le importaba de verdad. Nunca le he visto preocuparse tanto por alguien, ella le importa de verdad. — me repite y yo me enfado por que defienda a su amigo.
— Me da igual lo mucho que le importe. — aseguro, pero es mentira, prefiero que le importe a que se olvide de ella, pero es difícil creerlo. — Como le haya pasado algo...
— Estará bien. — me asegura él. — Pero como sea, Óscar estará siempre mal por lo que haya pasado esta noche. — dice y yo trago saliva sintiendo que hablamos de ella como si hubiera muerto.
— ¿Por qué le defiendes? — digo mirándole, él me sonríe.
— Porque es mi mejor amigo. — dice recalcando las últimas dos palabras. Se pone serio. — y porque no sé qué habrás oído de mí, pero Óscar no es como yo. Él es buena persona, la mejor persona que he conocido en mi vida. Y se preocupa por los demás, sobre todo por los que le importan.
— ¿Tú no? — digo alzando una ceja.
— También, pero sé que habrás oído cosas que te harán difícil creer eso de mí.
— ¿Por qué defiendes su honor y no el tuyo si no eres como creen o como dicen?
— Porque han dicho tantas cosas de mí que la gente nunca las creería, además me da igual que piensen lo que quieran de mí. Pero no de Óscar, él es buena persona, no se merece que hablen mal de él.
— ¿Y tú sí? — digo y él mira al infinito encogiéndose de hombros.
— Supongo que sí. — dice simplemente. Hay un silencio en el que los dos pensamos.
— Pues yo no creo que lo merezcas. Has venido hasta aquí para que pueda ver a Corina, y aunque lo hayas hecho por Óscar, eso ya dice de ti. Eres buena persona, podrías haber enviado a Óscar a la mierda y hacer que viniera en taxi. Pero lo has hecho. — él se levanta.
— No pongas ese ejemplo para demostrarme que soy buena persona, porque precisamente no es el mejor. — dice duramente apoyándose de espaldas a mí en el marco de la puerta. Me sorprende su cambio de humor, pero simplemente suspiro y me tiro hacia atrás en el asiento.
Después de otros diez minutos, ni Alex ni yo nos hemos movido. Ya estoy harta. Me levanto y paso por su lado, esquivándole. A mi derecha Óscar sigue sentado en el suelo en la misma posición que cuando llegué, ni siquiera me oye llegar. Pasa una enfermera caminando por mi lado, es mi oportunidad.
— Perdone. — digo parándola con el brazo, sé que no es lo correcto, pero no pienso en eso ahora. Es joven, no más de cinco años que yo. Lleva el pelo castaño oscuro recogido. Me mira con una sonrisa y disimuladamente me mira de arriba abajo viendo que llevo pijama.
— ¿Si? — pregunta sin quitar la sonrisa.
— Llevamos un rato esperando. — digo impaciente. — ¿Sabe dónde está, cómo se encuentra, qué le pasa o lo que sea a Corina Ruiz? — ella parpadea por mis múltiples preguntas. Titubea y mira por detrás de mí a seguramente Alex.
— Iré a preguntar. — dice cauta mirándome. Suspiro.
— Gracias. — digo soltándola para que se mueva.
— No te podías estar quieta ¿verdad? — ronronea Alex detrás de mí, noto su aliento en mi cuello, que me roza y me hace perder la cabeza.
— He conseguido más que quedándome sentada a esperar. — digo girándome.
Alex no aparta la vista de mis ojos. Oigo pasos a nuestra derecha, me giro de inmediato para ver a una mujer con una bata blanca, es rubia, no más de cuarenta años. Al lado está la enfermera de antes.
— Hola. — saluda ella, noto que Óscar se levanta rápidamente y se pone a mi lado. El corazón me late deprisa esperando a que hable. Alex me coge la mano suavemente, cosa que agradezco, la aprieto impaciente, pero sé que no le hago daño.
— Soy la doctora Medina. La doctora de Corina.
— Sí, sí. — digo impaciente. — ¿Qué le pasa? ¿Está bien? — digo notando que me voy a poner a llorar. Su cara no es muy prometedora que digamos. Sujeto con fuerza la mano de Alex y él me deja hacer.
— Bueno, Corina ha sufrido un fuerte golpe... —Dejo de oír, no oigo nada.
Trato de escuchar, pero mi cerebro se va lejos. La voz de la doctora disminuye hasta que todo da vueltas a mí alrededor. Únicamente la mano de Alex me ata con la realidad. Oigo a Óscar contener el aliento, al oír la palabra. Se vuelve todo negro. Mi agarre disminuye, mi vista se nubla, y mis rodillas se aflojan.
Holaaa, lo prometido es deuda y he subido hoy mismo la segunda parte. ¿Qué os ha parecido? ¿Os gusta la historia? ¿Creéis que la debo seguir?
En fin, ya sabéis si os ha gustado votad y comentad (sea bueno o malo).
Un beso, Rise
ESTÁS LEYENDO
Déjame amarte.
RomanceUna chica difícil. Un secreto. Una desgracia. Un chico arrogante. Un secreto. Una casualidad. Obra registrada en Safe Creative con el código 1503293709500. Todos los derechos reservados.