Loca

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Quedan tan solo tres días para los exámenes de antes de vacaciones de navidad, y lo cierto es que debo ponerme ya las pilas o no los pasaré. Garabateo el libro pensando en Corina. Siempre pasábamos las navidades juntas y este año no sé qué haré sin ella. Tomás se acerca a mi pupitre cuando la clase acaba.

— Así que Alex y tú... — deja la frase en el aire. —No me gusta.

— Ya. — digo fastidiada— es a mí a quien le tiene que gustar. — veo como frunce los labios y suspiro. — No es como tú te crees. — digo más suavemente.

— Sí, veo que ha cambiado, sé que la gente murmura que ya no vive la vida de esa manera. Es la manera posesiva y fraternal que tiene de mirarte...

— No creo que sea posesivo. — digo pensándolo. —tiene mal genio con los demás y cree que tiene que protegerme de todos, pero no resulta agobiante ni posesivo. Es sólo... protector. — digo encogiéndome de hombros. Él parece más tranquilo.

— Bueno, me alivia ver que no has perdido el juicio y que te darías cuenta si lo fuese. — me sonríe.

— Descuida. — digo más relajada al ver que sólo es Tomás preocupado. — Por cierto, cuéntame lo que tenías que contarme.

— Aquí no, no ahora. ¿Puedo pasarme por tu casa después de comer? — dice borrando la sonrisa de repente y algo nervioso.

— Sí, claro. — sonrío, pero mi sonrisa se borra de inmediato cuando veo a Óscar hablando con una de las secuaces de Tania, concretamente la que hablaba con Tania el día del baño sobre Corina. — ¿Qué hacen ellos dos hablando?

Tomás mira en mi dirección.

— Ah, ellos... es amiga de Tania y como Alex y Tania estuvieron enrollados pues creo que tuvieron algo, pero no estoy seguro.

— Genial. — musito.

Mi corazón ha dado un vuelco al oír esas palabras, Tania y Alex estuvieron juntos. No es que me haya mentido porque ni siquiera le he preguntado, pero me lo ha ocultado y tengo un gran sentimiento de traición.

— Me voy a comer Tomás, luego te veo. — digo sonriéndole ligeramente y yéndome.

Estoy sentada en la cama esperando a Alex que se supone tiene que venir a comer. Estoy nerviosa. Él entra con una sonrisa y cargado con una bolsa blanca con un logo chino de comida.

— ¿Por qué no me contaste que estuviste con Tania? — digo sin rodeos.

— ¿Qué? — dice dejando la bolsa y mirándome. — ¿De qué hablas?

— ¿Estuviste con ella?

— ¡No! — dice frunciendo el ceño. — O sea... sí pero no juntos.

— Os acostasteis o no, Alex. — digo.

— Sí.

— ¿Entonces por qué mierda me lo ocultas? — él frunce el ceño por mis palabras.

— No me lo preguntaste. — dice ahora algo enfadado.

— Ah, vale, ahora no te contaré las cosas a menos que me las pidas. — digo alzando las cejas.

— Estás siendo ridícula. — dice negando.

— ¿Ridícula? — bufo. — Y tú mentiroso.

— Pasó hace un año, no es motivo para ponerse así. — dice dándose la vuelta y sacando las cosas de la bolsa ignorándome.

— Me da igual a cuantas te hayas follado, pero creo que deberías haberlo... no sé, comentado por lo menos.

— ¡Ah claro! Hola Elena, sé que no te fías de mí, pero ¿sabes qué? Una de las muchas chicas con la he estado, ha sido Tania, la chica a la que más odias. Por cierto, te quiero. — cita irónicamente.

— No lo estás entendiendo. — ruedo los ojos.

— Ninguno lo estamos entendiendo. — dice cogiéndome de los hombros y empujándome hasta que quedo sentada en la cama de nuevo. — Ahora vamos a calmarnos y dejar de actuar como críos de doce años y a comer tranquilos. — dice él antes de depositar un beso en mi frente.

— No todo se arregla así. — debato, no espero que crea que con un simple besito va a callarme.

— ¿Tienes ganas de discutir? — se gira mirándome y alzando una ceja. — ¿Es eso? Genial, ¡discutamos!

— ¿Se puede saber qué diablos te pasa? — frunzo el ceño, algo le inquieta y no es el tema de Tania.

— No quiero hablar. — dice haciendo el amago de irse.

Le detengo cogiéndole del brazo.

— No. — digo más calmada. — No te vayas. — suspiro.

— Lo siento, debería habértelo contado. — dice suspirando y mirando al suelo.

— Ya. — digo cruzándome de brazos. Él pone mi pelo detrás de mis orejas. — No debería haberme puesto así, estaba nerviosa. — me disculpo antes de mirarle a los ojos. — ¿Estás bien?

— Sí, prefiero no hablarlo ahora. — ¡Toma! Sabía que había algo que le preocupaba.

— Cuando quieras. — le recuerdo.

— Lo sé. — dice él con una sonrisa, luego la amplia más. — No creo que seas ridícula. — sonríe él. — Solo estás un poco loca.

— Imbécil. — sonrío.

— Loca. — susurra mirándome, sonrío y él también. — Te quiero.

— Te quiero. — digo besándole suavemente. — No me ocultes más cosas. — digo mirándole a los ojos. Él me besa de nuevo tiernamente y caemos en la cama. — No.... no. — susurro apartándome de su boca. — Tomás va a venir después de comer, así que no tengo mucho tiempo. — pongo una mano en su boca.

Me levanto dejándole sentado en la cama.

— ¿Se puede saber por qué por culpa de García no puedo besarte el tiempo que me dé la gana?

— Te aguantas. — digo rebuscando en la bolsa. — Siempre me paras cuando soy yo la que tiene ganas de besarte. — me giro y le sonrío. — Así que no te vas a morir.

— ¿Es una venganza?

— Algo así. — me encojo de hombros sonriendo. Le doy una fiambrera con los palillos chinos y me siento en la barra para comerme lo mío.

— ¿Qué tiene que decirte Tomás?

— No lo sé. — digo con la boca llena. — Pero parece preocupado.

— Espero que no te toque un solo pelo porque yo...

— Basta. — digo simplemente. — No vamos a hablar de eso, Tomás y yo hemos hablado de ese tema y ambos tenemos las cosas claras. Punto.

— Bien. — se relaja sentándose delante de mí. — Por cierto, mi tía me ha pedido si vendrás a comer en Navidad. — dice mirándome fijamente para ver mi reacción. Trago la comida que se me está punto de atragantar.

— Em... — digo nerviosa, suspiro. — Claro. — musito algo triste. — Dile que me encantará.

— Sé que pasas todas las navidades con ella. — dice cogiendo mi mano por encima de la barra.

— No quiero hablar de eso. Ella no está ahora.

— Podemos ir cuando acabe la comida, estamos toda la tarde con ella si quieres.

— Me parece buen plan. — digo intentando recomponerme y poner mi mejor cara de póker. Sonrío y me apresuro a cambiar de tema. — ¿Cómo llevas los exámenes?

— Segundo no tiene nada que ver con primero, estos días tengo que ponerme en serio. — dice pasándose la mano por el pelo. — o me quitarán la beca.

— Dímelo a mí, apenas he estudiado. Espero un milagro divino.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora