Supongo

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Me pongo la rebeca mientras recorro los pasillos. Ya no hay nadie en ellos. La enfermera me hace un favor y como llego cuando solo quedan dos horas de visitas, me da media hora de margen. Así que me quedo más tiempo del permitido gracias a ella. Me cae bien esa enfermera. Me pongo el bolso en bandolera y camino hacia la salida. Ese momento es cuando más pereza me da coger el bus. Cuando ya ha oscurecido y hace frío. Me siento en la parada moviendo las piernas para entrar en calor. Hay un hombre mayor esperando el bus también. Me sonríe y le devuelvo la sonrisa. Seguramente también haya salido del hospital. Como el bus pasa cada media hora, y son y cuarto me pongo a ojear mi libro de Audiología que aún no he tenido tiempo de abrir. El ruido de la gravilla de un coche desacelerando hace que levante la vista. Están bajando la ventanilla, sólo para poder ver a Alex allí, en el asiento del conductor sonriéndome. Sonriéndome a mí.

— ¿Subes? — me pide, me muerdo el labio y oculto media sonrisa que está a punto de escapar. Pero no me he movido. No he sabido de él en una semana entera. ¿Qué hacia el allí? — No me hagas venir a buscarte. — me dice él sonriendo torcidamente. Mi corazón palpita fuertemente, no me imaginaba que fuese a tener tantas ganas de verle.

Cierro el libro y me dirijo al coche cubriéndome con él el pecho. Vacilo mordiéndome el labio. Alex está sonriendo triunfal. Me giro hacia el señor mayor que me observa curioso y con media sonrisa.

— ¿Adónde se dirige? — le pido amablemente. Él me mira desconcertado.

— A mi casa. — dice él extrañado.

—¿Quiere que le llevemos? — digo acercándome a él sonriéndole.

— Oh, — dice y su rostro se llena de comprensión. — No hace falta, el autobús está a punto de llegar y no vivo lejos... — dice él.

— Por eso mismo. Aún quedan más de diez minutos para que el bus llegue y hace un frío increíble. — digo tendiéndole la mano. — Nosotros le acercaremos a su casa. — Él toma mi mano sonriéndome agradecido.

— Muchas gracias chica. Eres un encanto. — dice agarrándose de mi brazo. Miro a Alex que me mira con el ceño fruncido. — Tu novio no parece contento. — me susurra y yo río.

— No es mi novio. — aclaro. — Y que se aguante. — el ríe.

Le abro la puerta del copiloto y ayudo a que entre. Alex suspira y fuerza una sonrisa. Me mira por el retrovisor cuando me he sentado detrás. Me mira expectante.

— Mi amigo necesita que le lleves a casa. — digo sonriendo ampliamente.

— ¿Y dónde vive tu amigo? — me pide él.

— A un par de calles de aquí, yo te guío. — dice el señor rápidamente. Alex asiente. — ¿No te importa verdad joven?

— Claro que no. — Dice Alex poniendo el coche en marcha. — Los amigos de Elena, son mis amigos. — Dice antes de mirarme rápidamente.

Durante el trayecto hasta casa de Germán, que es como se llama, nos cuenta que su mujer está ingresada y que por no molestar a sus hijos que están hasta el cuello de deudas y haciendo dobles turnos en sus respectivos trabajos para pagar las facturas, coge ese autobús que no tarda ni veinte minutos en dejarle en su casa. Al ver donde vive le digo que si nos volvemos a encontrar podremos dejarle más veces, pues está de paso para ir a mi residencia. Pero en cuanto lo digo Alex me mira. No recordaba que él no me lleva al hospital. No es que sea una mirada acusadora, sino, solo me mira.

Cuando nos hemos despedido de Germán Alex sigue conduciendo. Yo estoy mirando las luces de la ciudad por la ventana.

— ¿No vas a pasar aquí conmigo? — dice él, y dice de una manera el "conmigo" que tengo que controlarme para respirar como es debido. Me mira por el retrovisor y le sonrío.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora