Quédate conmigo

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Me quedo callada mirándole a los ojos sin saber qué decir. Está borracho, pero sé que en el fondo lo dice en serio. Quiere hacerlo y eso me duele.

Pasa por mi lado ignorándome. ¿Qué debo hacer en este caso? Obviamente yo le quiero y es esto lo que he venido a decirle esta noche. Pero a lo mejor es demasiado tarde. Sé que, si se acuesta con la rubia o a cualquier otra persona yo no voy a poder perdonarle, aunque lo haga sin sentimientos y por despecho. Pero ¿puedo tomarme la libertad de interponerme entre sus planes solo porque sé que al día siguiente se arrepentirá? ¿Y cómo sé que se arrepentirá? A pesar del dolor que siento en el corazón por el comentario que me ha hecho, decido coger aire, tragarme las lágrimas y aferrarme a la idea de que Alex me quiere. Y si Alex me quiere no hará eso, entonces tengo que sacarle de allí antes de que por mi culpa se joda todo más aún. Porque eso es mi culpa, Alex ha llegado a ese extremo por mi jodida culpa. No puedo simplemente indignarme, irme y luego dejar que la culpa consuma a Alex. Sería demasiado egoísta por mi parte dejarle cargar con todo. Porque, aunque el que se tiraría a la rubia sería él, ambos seríamos responsables, y si yo dejaba que lo hiciese sería solo culpa suya, o al menos él lo creería.

Vislumbro a un Alex sentado en el taburete jugando con la botella de champagne y la mirada baja. La chica de antes se está acercando a él, bueno, creo que es la misma que antes. Mientras me acerco veo como esta levanta su barbilla y Alex la mira sin interés, pero la mira. Sus ojos se encuentran con los míos de inmediato, pero ni se mueve ni aparta a la chica.

— Alex, tenemos que irnos. — digo mientras los dos me miran, la rubia sigue enfrente de él y ambos han hecho el gran esfuerzo de girar su cabeza para mirarme.

— ¿Adónde? — pregunta Alex rodeando la cintura de la rubia.

Intento agarrarme a la idea del Alex de siempre, del Alex que dice que me quiere, que dice que soy única para él. Solo por eso, aguanto allí delante.

— Venga Alex. — digo cogiendo su brazo.

— ¡Eh! —dice la rubia cuando Alex se mueve ligeramente y se deshace de su abrazo. — ¿No ves que no quiere ir contigo? ¡Qué pesada! — La ignoro.

— Alex. — repito mirándole duramente a sus suaves ojos. Él me mira, pero no me ve.

— Déjame Elena. — dice sin interés, apartando su brazo soltándose así de mí agarre.

Me quedo parada sin saber qué hacer. La rubia vuelve a ponerse cómoda acercándose a Alex, un Alex que no sabe ni qué hace. No puedo permitirlo. Él es mío y yo soy suya y esta estúpida solo será una más en su expediente. Otra. Sin pensarlo dos veces, aparto a la chica cogiéndola del brazo y me planto frente a él colocándome entre sus piernas. Cojo su cara con mis manos y le dirijo a mi boca. Él gime cuando nuestros labios se tocan y sus manos corren a cerrarse en mi cintura. Me pego a él hasta que estamos totalmente pegados sobre la barra y solo me separo para respirar. Él jadea y cuando me mira parece que su mirada se enfoca mejor en mí. La rubia está mirándonos con la boca entreabierta y me lanza una mirada asesina.

— ¿Qué estás esperando? ¿Quieres unirte? — pregunto sarcásticamente.

— Estaba yo con él. — dice cruzándose de brazos.

— Lo siento. — murmuro y me estremezco cuando Alex besa mi cuello que está completamente expuesto, ajeno a mi conversación con la chica a la que acaba de partir el corazón. — Ahora es mío. — digo y Alex besa mi barbilla.

— Eres una zorra. Esto no se hace.

— ¿He roto alguna regla? — pregunto algo exasperada ya de que no se haya ido aún. — Lárgate — digo haciendo un gesto con la mano, cuando veo que sigue sin irse.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora