— ¿Mmm? — murmuro tumbándome de nuevo en la cama y cerrando los ojos. Voy a matar a quién sea que me haya llamado.
— Elena. — dice una voz masculina, abro los ojos ligeramente. — Em... soy... soy Óscar. — Dice, está nervioso, se le nota. Me preocupo de inmediato, se supone que está con Corina. Miro la pantalla del móvil, llama desde su móvil. Me incorporo a toda prisa.
— ¿Qué le ha pasado? — inquiero en un susurro con el corazón encogido, no hay otra razón. Él suspira apesadumbrado. No sabe cómo empezar, eso es malo. Me empiezo a levantar de la cama.
— Elena, por favor, no te pongas nerviosa. Estamos en el hospital, ella está con los médicos. ¿Puedes... puedes simplemente... venir? — ruega él en un suspiro. Contengo la respiración, llorar no servirá de nada. La urgencia por verla aumenta. Ni siquiera sé qué le ha pasado y Óscar no me da nada de información. Necesito ir y que me lo digan por ellos mismos.
— No tengo coche. — digo para mí misma. — cogeré un taxi. — sugiero.
— Te va a costar un ojo de la cara. — dice. — estamos a las afueras. — Maldita sea ¿qué hacen en las afueras? me acabo de dar cuenta de que estoy temblando. — Le voy a decir a Alex que te pase a buscar.
— ¿Alex?
— Si, él lo hará. — dice seguro. No es momento de ponerse quisquillosa.
— Está bien, que se dé prisa por favor. — digo colgando.
Me calzo unas Victoria sin calcetines ni nada. Ni siquiera me molesto en cambiarme, ni siquiera estoy pensando. Ni siquiera sé dónde me va a recoger, no tengo su número ni nada. Bajo por las escaleras intentando no pensar en lo peor. Óscar no me ha dicho nada, por qué están allí, qué ha pasado o qué le ha dicho el médico. Empiezo a andar de un lado a otro por el parking mirando el suelo mientras me muerdo los carrillos. No puedo controlar mis pulsaciones. Unos faros aparecen en la lejanía, sé que es él. En ese momento pienso en que esperaba que levara la moto.
Me quedo parada esperando a que se pare delante de mí. Miro dentro para asegurarme de que es él. Tiene solo media sonrisa en la cara, y no es la arrogante. Sabe que algo está mal. Su cara se crispa un poco al ver la mía. No sé qué cara debo tener, de preocupación seguramente.
Me meto sin vacilar en el coche.
— Hola. — digo en un susurro, apenas me sale la voz.
— ¿Estás bien? — pregunta él dulcemente.
— Solo... solo arranca por favor. — pido intentando que no se me quiebre la voz. Me pongo el cinturón mientras él hace lo que le he pedido sin decir palabra. Miro por la ventana rezando a quien sea que esté bien, que no esté muerta. Ver su sonrisa cuando llegue, verla y que me hable. Solo pido eso.
Conducimos en silencio por lo menos diez minutos, miro el reloj del salpicadero. Son casi las tres de la madrugada. Suspiro y cierro los ojos con fuerza. No quiero llorar, pero mi cerebro no deja de ponerse en lo peor.
— ¿S—sabes qué ha pasado? — pregunto al fin, porque necesito hablar en voz alta. Me fijo que tiene un poco de carmín en el cuello y restos en la mejilla.
— Óscar me ha llamado para decirme que tu amiga estaba en el hospital y que necesitaba que te llevase allí. — dice y no me mira.
— No tengo coche. — explico de repente enfadada con él, pero hago que no se me note. — sino habría ido sola.
— No me importa hacerlo. — se encoge de hombros y mirándome de repente.
— Siento que hayas sido interrumpido por mi culpa, de todas maneras. — digo, él me mira extrañado y me señalo el cuello advirtiéndole que tiene carmín. Él coge con fuerza el volante con las dos manos, se le marcan los nudillos. De repente sonríe torcidamente.
— Lo hago por Óscar, no por ti. Así que es culpa suya no tuya de todos modos. — dice haciendo que le odie en ese preciso momento. — él puede interrumpirme las veces que quiera. — me asegura.
Me callo y evito las palabras feas que van a salir de mi boca. Quiero contestarle, quiero decirle de todo. Pero no es lo que se espera. Me da igual con quién haya estado, y estos celos que siento ahora mismo son ridículos. Tiene el pelo alborotado ligeramente, y me fijo que lleva el pijama de pantalón largo y rayas azules, y una camiseta azul marino a juego. Así que seguramente nadie le ha interrumpido. Seguramente había estado durmiendo y ya hacia horas que había despachado a la chica de esa noche. Cierro los puños fuertemente a mis costados y él lo ve de reojo. Respiro hondo un par de veces, ahora no puedo dejar que él me absorba, no puedo. Me imagino por un momento en sus brazos, o tocándome, solo rozándome y mi piel se pone de gallina. Me abrazo a mí misma. Me acabo de dar cuenta de que yo también llevo el pijama. Pero el mío es de manga corta y pantalón corto. Tengo el pelo húmedo aún. Él busca con el brazo por atrás sin dejar de mirar la carretera y me pasa una sudadera gris.
— Póntela. — dice sin apartar la vista de la carretera ya que conduce con una mano.
— No tengo... — empiezo a mentir.
— Hazlo. — ordena él mirándome duramente. Me suelto el cinturón, me la paso rápidamente y me lo vuelvo a poner. Huele a él, huele increíblemente bien a él. Me recreo un rato más oliendo la sudadera, y me subo las mangas que tapan mis manos, inútilmente, pues vuelven a bajar. — Ya llegamos. — anuncia y yo miro por la ventana sin poder evitarlo buscando el hospital. Se me vuelve a acelerar el corazón.
— Date prisa. — digo sin mirarle mientras el busca sitio para aparcar entrando en el parking.
— Elena. — me llama por mi nombre, no le miro. — ¿Puedes prometerme algo? — dice girando para entrar en el parking subterráneo.
— Que. — digo vacilante mirándole.
— ¿Puedes intentar no ponerte histérica? Sé que estas preocupada, pero no salgas corriendo, me costará encontrarte y tengo que mantenerte a salvo. — dice mirándome mientras conduce.
— ¿También lo haces por Óscar? — espeto
— No. — dice secamente sin mirarme. — ¿Puedes prometerlo simplemente? — pregunta él bajando la cuesta.
— No saldré corriendo. — digo, es lo más cerca de una promesa— pero tú no tienes mi confianza para ganarte una promesa mía. Lo hago porque quiero ver a Corina. — digo sin mirarle. Noto que me mira, pero evito devolverle la mirada.
Una vez que aparca yo ya tengo quitado el cinturón, salgo del coche y oigo como suspira mientras me sigue, no estoy corriendo. Ando rápido. Me paro para buscar con la mirada la salida que lleva al hospital y me dirijo a ella cuando la encuentro. Noto que Alex me sigue, es imposible no notarlo.
Pulso repetidas veces el botón de llamada al ascensor, una mano me retira el brazo suavemente. No puedo evitar la corriente que recorre mi cuerpo con ese simple contacto, levanto la vista y le miro.
— No por darle más irá más rápido. — dice medio divertido. Resoplo moviendo la pierna mientras el ascensor baja.
Nos metemos dentro y busco rápidamente con la mirada el botón que indica urgencias. Lo aprieto varias veces a pesar de la mirada de Alex. Suspiro mientras el ascensor sube, intento no pensar que estoy encerrada en un espacio reducido con Alex. También intento no pensar en todas las cosas que me gustaría que pasaran allí. Me alejo de él instintivamente y él lo nota. Nunca he pensado así, y menos en una situación tan grave como esa.
— Se abren las puertas y salgo disparada hacia fuera, miro a los dos lados pensando qué dirección tomar, pero Alex tira de mi mano hacia el de la izquierda.
— Ya he estado aquí. — dice aún arrastrándome. ¿Ha estado aquí? Me dejo llevar mientras casi corremos por el largo y ancho pasillo. Hay personas por fuera. Enfermeras, enfermos, médicos. Para ser de madrugada hay bastante tráfico.
Seguimos caminando hasta que veo una cabeza gacha rubia en el suelo. Óscar está sentado con las piernas encogidas y la cabeza entre ellas. Levanta la vista hacia nosotros. Primero me mira a mí, sus ojos están negros de preocupación, no hay ni una pizca de azul. Mis piernas fallan por un momento y Alex me sujeta de la cintura. No sonríe en absoluto. Me sujeto a él intentando que nuestros cuerpos se toquen lo menos posible, pero necesito su apoyo o me caeré. Óscar se levanta lentamente, parece que ha envejecido diez años y que no ha dormido en veinte.
— ¿Dónde está? — pregunto en un susurro.
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Déjame amarte.
RomanceUna chica difícil. Un secreto. Una desgracia. Un chico arrogante. Un secreto. Una casualidad. Obra registrada en Safe Creative con el código 1503293709500. Todos los derechos reservados.