No quiero tu compasión

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Después de un rato en la cafetería charlando, volvemos a entrar en el despacho. Alex ha conseguido que se me olvide un poco todo, tiene una actitud muy tierna hacia mí pero de vez en cuando saca ese lado sarcástico que tiene él y que tanto me gusta a mí ya que mi humor es bastante similar al suyo. La doctora está firmando unos papeles, me sonríe empáticamente cuando entro. Me siento de nuevo donde estaba antes.

— Elena. — dice sorprendida y aliviada al mismo tiempo. — pensaba que no volverías.

— Ya estoy mejor, hable claro. — ruego. — ¿Qué riesgos hay de que no despierte? ¿Y si despierta?

— Corina despertará, eso seguro. Lo que no sabemos es cuándo y en qué condiciones lo hará. La mayoría de las personas se recuperan lentamente, otras se recuperan y luego dejan de mejorar. Otras tienen lesiones graves para el resto de sus vidas. — Me quedo en silencio conteniendo el aliento. — Puede que cuando despierte tenga secuelas. Pero son solo unas probabilidades bajas. El área del cerebro dañada no afecta al habla ni a la memoria. El cerebro es muy impredecible, no hay dos lesiones cerebrales iguales, así que hasta que no despierte no podré valorar los daños. En cuanto a lo de hacer algo, no podemos hacer nada. Solo esperar. — Suelto el aire que he estado conteniendo. Ha sido clara, como le he pedido. Cierro los ojos con fuerza y los abro cuando he aclarado mis ideas.

— Está bien. — digo simplemente y asiento. — Gracias.

— Os iré informando. — dice ella levantándose. — Dejadme vuestro número por si despierta cuando no estéis. Tendréis que respetar las horas de visita pero cualquier duda o consulta que tengáis este es mi despacho, sino mi enfermera os dará la información que necesitéis.

— Vale. — digo rellenando un formulario que me tiende. Pongo los datos de Corina y los míos. Alex pone su número de teléfono cuando acabo. Lo escribe rápidamente y le devuelve el formulario a la doctora. Me sorprende ese gesto, pero él no me mira.

— Muchas gracias. Si necesitáis cualquier cosa. — dice tendiéndonos su tarjeta. — llamadme, sea la hora que sea.

— Gracias. — musito cogiéndola, he sido una estúpida con esa mujer y ella solo intenta ser amable.

Volvemos a la habitación de Corina. Quiero estar allí, que sienta mi apoyo, pero al mismo tiempo no quiero permanecer ni un segundo ahí por las malas vibraciones que me llegan. No quiero verla así. Quiero estar aquí cuando despierte, pero me parte el corazón verla así. Me siento al lado de su cama y Alex se sienta en el sillón de los pies. Estamos horas allí. Ya es por la tarde, me doy cuenta de que Alex se ha dormido. Está tan guapo... no pensaba que pudiese haber algo tan perfecto en este universo hasta que le veo dormir por primera vez. Me quedo más de media hora mirándole dormir, mientras cojo la mano de Corina. No tengo ni idea de la hora que es, pero sé que hemos estado en el hospital más de cinco horas por lo menos.

Me despido de Corina besando su frente y con una promesa silenciosa de que estaré con ella. Me dirijo hasta Alex y me da miedo y pena despertarle. Me muerdo el labio mientras le balanceo ligeramente, me gustaría poder despertarle de otro modo. A besos por ejemplo, o tocando su hermosa cara. Él abre los ojos de inmediato y los enfoca en mí.

— Vámonos. — susurro. Él se mueve y coge mi mano de forma automática, está siendo una costumbre que me gusta bastante.

— Siento haberme dormido. — dice mientras salimos y se frota los ojos. — Debe haber sido aburrido.

— No te preocupes, he estado pensando. — digo.

Llegamos a su coche, no sé dónde me va a llevar. Quiero ir a mi casa, pero aunque no lo admitiría nunca, tengo miedo de la soledad. Además, mentiría si dijera que no quiero pasar otra noche con Alex.

— ¿Quieres que te lleve a tu residencia? — pregunta.

— ¿Dónde iré sino? — digo nerviosa.

— Puedes quedarte en mi casa. — dice él sin mirarme. Me quedo callada, me está ofreciendo que me quede en su casa, que duerma con él. Si, por favor, sí. Si. Pero seguro que lo hace por cortesía.

— No tengo nada allí, es mejor que esté en mi residencia, tengo sitio donde quedarme.

— Pero estarás sola. — replica él.

— No me importa estarlo, estoy acostumbrada. — digo encogiéndome de hombros, pensando que estar sola no es lo peor que me podría pasar.

— Está bien, pero... si cambias de idea, puedes quedarte en mi casa, traer un par de cosas tuyas y quedarte con nosotros. — dice mirándome de repente completamente en serio.

— Está bien así. — digo suavemente. — gracias.

Reina el silencio mientras él conduce, queda poco para llegar a mi residencia y empieza a oscurecer.

— ¿A qué hora quieres ir mañana al hospital? — pregunta— No lo he pensado, tengo clases, pero también una amiga en coma. Qué agenda más apretada de repente. — Podemos ir por la tarde si tienes que ir a clase. — dice leyéndome la mente.

— Tendría que ir a clase, pero Corina me necesita. — digo mordiéndome el labio.

— Óscar tiene turnos de tarde, puede ir por la mañana, así no estará sola.

— No necesito que haga eso. — digo negando.

— No lo hace por ti, lo hace por ella. Porque le importa Corina, se morirá si no le va a verla. — pienso un rato y suspiro, tengo que ir a clases, son importantes y ya me he perdido toda la clase del miércoles.

— Está bien, pero porque necesito ir a clase, por la tarde iré.

— Iremos. — me corrige. Suspiro.

— Alex, en serio, puedo ir sola, ya has hecho bastante por mí. Puede llevarme Tomás, un taxi o incluso mi compañera de clase.

— Ya te he dicho que no me importa.

— Ya, pero a mí sí. No quiero sentirme así, no quiero tu compasión o lo que sea. Te agradezco mucho lo que has hecho por mí... por Corina, pero puedo arreglármelas sola ahora. — Quería darle la libertad, no quería ser una carga para él, aunque en silencio soñaba con pasar días enteros junto a él.

— Como quieras. — dice sin más. Noto que evita mirarme y se concentra en la carretera.

Aparca, minutos después enfrente de mi residencia. Suspiro, no quiero separarme de él. Me muerdo el labio, me está mirando fijamente.

— Buenas noches. — digo. Él me mira y me medio sonríe.

— Buenas noches Elena. — le miro, sabiendo que ahora que ya no tiene la obligación de llevarme al hospital, seguramente será la última vez que le vea. Suspiro y salgo del coche.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora