Es un adonis.

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Eso es un desmadre, la gente del jardín ya está borracha, o por lo menos lo parece. Madre mía, solo fuera ya debe haber como unas cuarenta personas, y si la fiesta estaba dentro no me quiero ni imaginar lo lleno que tiene que estar. Al final va a resultar que mi amiga va a salir con lo que en las películas llaman "el popular".

— ¿Óscar juega a Rugby o fútbol americano? — pregunto mirando a mi alrededor.

— ¿Qué? — me mira extrañada. — ¡Qué dices tía si eso aquí no se juega! — se ríe mirándome con la cara que me mira cuando le parece que digo tonterías.

— Vale, vale. — Me río descartando una hipótesis.

Pasamos al lado de un par de personas que están riendo mientras sostienen vasos de plástico, hasta llegar a la puerta de la casa. No hace falta ni tocar el timbre ni nada ya que una pareja sale a trompicones mientras se besan y se meten mano. Se quedan en el marco de la puerta y Corina, que es muy delicada, les empuja levemente para pasar mientras farfulla que no están solos en el mundo. Ellos siguen besándose como si nada. Compartimos una mirada divertida.

Entramos en el gran vestíbulo, grande se queda corto. Quizá era hijo de alguien importante, un cirujano plástico, un político, un banquero... De repente un chico rubio con los ojos azules y con una camiseta, abierta, que deja entrever unos músculos bien definidos, se acerca a nosotras. ¿Por qué lleva la camisa abierta? No lo entiendo. El agarre de Corina aumenta en mi mano, lo que me hace pensar que ese es Óscar.

— Hola. — sonríe este pícaramente a Corina.

— Hola. — dice devolviéndole la sonrisa como si nada, pero yo sé que esta nerviosísima, admiro eso de ella, apenas se nota lo que siente si no la conoces bien.

— Has venido. Pensaba que no lo harías. — Oh, qué mono, le brillan los ojos.

— Nunca nos perdemos una fiesta. — replica Corina. — Ella es Elena. — dice presentándome mientras me da un pequeño empujón para que me acerque. Totalmente innecesario, Corina, gracias. Óscar me da un repaso rápido y me sonríe.

— Encantado. — le dedico una sonrisa en plan "yo también" y miro alrededor pensando qué puedo hacer entretenido por ahí las próximas horas. — Te veo luego Corina. — dice sensualmente, Corina asiente levemente y él se va. En seguida que se ha ido suelta el aire.

— ¿Qué te parece? — pregunta mirándome con sonrisa de tonta.

— Es guapo. — afirmo.

— ¿Guapo? — se ríe poniendo los ojos en blanco. — Es guapísimo, es perfecto, es un adonis. —Sonrío tirando de ella hasta una barra. ¿Una barra? ¿En serio hay allí una barra? Sí, hijo de cirujano como mínimo. Cogemos nuestras respectivas bebidas y comenzamos a bailar juntas.

No tardo en notar a un chico detrás de mí, típico de fiestas, pero no por ello menos repugnante. Pongo los ojos en blanco mirando a Corina que me sonríe atenta. Me muevo ligeramente pero el tío sigue ahí.

— ¿Por qué no te pierdes? — le espeto mirándole. Es alto y apuesto, pero está borracho, cosa que le quita todo el encanto y le convierte, simplemente, en un imbécil como cualquier otro. Entiendo el ligoteo y esas cosas típicas de fiestas como esa, pero de verdad, ¿es necesario restregarse contra la gente que no conoces? Creo no.

Veo a lo lejos, después de un buen rato bailando, a Óscar pendiente de Corina mientras charla con más gente. Sé que quiere hablar con ella, así que decido ayudar. Me acerco al oído de Corina para gritarle.

— Voy a beber algo, que estoy muerta de sed. ¿Quieres algo? — ella niega sonriéndome.

— No tardes. — pide.

— Desearás que lo haga. —Murmuro de espaldas a ella mientras sigue bailando.

Me apoyo en un lado libre de la barra, hay decenas de vasos a medio beber por toda la superficie. Una ligera capa de sudor cubre todo mi cuerpo, estoy ligeramente mareada por culpa del alcohol y tengo calor por haber bailado tanto. Oigo una voz familiar a mis espaldas.

— Elena Grau. — pronuncia sensualmente una voz detrás de mí. Sé quién es en seguida y me giro para hacerle frente.

— Tomás García. — digo imitando su sonrisa estúpida.

— Me alegro de verte, no sabía que ibas a venir. — dice cogiendo un vaso y llenándoselo de algún líquido transparente que no es agua.

— Yo tampoco. Prácticamente me han sacado de la cama. — informo mirando en dirección a Corina, está riendo con Óscar. muy cerca Suspiro, ahora será más difícil librarme de Tomas. El ríe por mi anterior comentario.

— Me alegro de que hayas venido, igualmente. ¿Quieres salir un rato? — dice haciendo un gesto hacia la puerta. Junto los labios, me encojo de hombros y asiento siguiéndole al porche.

Tomás es el típico chico perfecto, expediente perfecto, sonrisa perfecta, pelo sedoso perfecto. Modales impecables... es un encanto conmigo desde la primera clase de cálculo en la que se sentó detrás de mí. Pero no me atrae. No de esa manera. Quizás es un problema mío después de haber leído tanto. y visto tantas películas. Creía en los flechazos, amores a primera vista y todas esas cosas que nos venden desde pequeños. Corina dice que cumple todos los requisitos como novio. Pero lo veo diferente. Me está sonriendo y no sé qué ha dicho, así que sonrío en respuesta.

— He oído que te vas a apuntar al grupo de animadoras. — me giró de inmediato hacia él y se ríe. — es broma. — dice riendo y no puedo evitar sonreír ligeramente incómoda. Qué gracioso, la verdad es que su humor es muy sutil— ¿Voluntariado?

— Si, eso sí. — aparto la vista mirándome las manos.

— Eso es genial. Yo no tengo tiempo, sino lo haría.

— Claro. — digo más para mí que para él.

— He pensado que quizás un día de estos podríamos ir a cenar, tú y yo solos. — oh no, me quiero morir, una cita no. Se me hace un nudo en el estómago.

— Estaré liada con todo del voluntariado y las clases Tomás. — me excuso.

— Claro, está bien. — dice, pero la decepción es visible a una milla.

— Pero quizás, algún fin de semana... que tenga libre. — digo antes de poder arrepentirme y retirarlo. Genial Elena, pienso mientras su sonrisa se ilumina esperanzado, que típico en ti, compadecerte de la gente.

—Sí, eso estaría genial. — confiesa mirándome.

Estamos en el jardín, en el porche apoyados en la barandilla cuando de pronto, un jaleo de motor hace que todo el mundo se gire hacia la carretera. Una moto aparca provocando un fuerte estruendo en esa oscura noche. Un chico con una camiseta blanca ceñida que permite que se marquen sus abdominales y se vean los músculos de sus brazos avanza por el jardín. Lleva gafas ray ban oscuras a pesar de que es casi de madrugada, ¿por qué? ¿Será ciego? No, no creo, acaba de bajar de una moto gigante. No entiendo nada de esta noche. Aún no sé a qué se dedica la familia de Óscar, este chico llevaba gafas de sol cuando es totalmente de noche, Tomás intenta ser gracioso, pero no lo consigue, hay gente haciendo la croqueta por el jardín. ¿Estaré borracha? Será verdad la frase esa de "la noche me confunde".

Un par de chicas se acercan a ese chico, demasiado para mi gusto, y le susurran cosas al oído riendo. Veo su sonrisa desde donde estoy y como gentilmente las aparta y sigue caminando. Se quita las gafas mientras trota escaleras arriba, un par de chicos que están al otro lado del porche del que estamos nosotros, chocan su mano con él, pero parece aburrido. Puedo ver que tiene los ojos más bonitos que he visto en mi vida, y no puedo evitar pestañear como una tonta. El corazón se me acelera cuando pasa por nuestro lado y de repente sus ojos color marrón, y juraría que, con trazas verdes, se posan en mí. Sonríe descaradamente y luego mira a Tomás haciendo un gesto con la cabeza a modo de saludo. Entra en la casa dejándome ridículamente temblando. Hago dos inspiraciones sin saber exactamente que acaba de pasar.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora