Coma

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Me despierto con náuseas. Me lleva varios segundos ubicarme y pensar en los minutos u horas previos. No sé cuánto tiempo he estado inconsciente. Noto una corriente por mi brazo, bajo la vista, Alex me está cogiendo la muñeca y diciendo algo. Me concentro en escucharle, tiene el ceño fruncido de preocupación, no puedo oírle.

Coma. Coma. Coma. Coma. Se repite en mi cabeza sin cesar. Estoy preocupada, no oigo nada más, ni siquiera la voz de Alex, que está a escasos centímetros de mí. ¿Por qué no oigo nada?

Me llevo una mano a la boca mientras sollozo sin darme cuenta, estoy sentada en la cama. Sollozando. Respiro con dificultad y Alex se pone a mi altura quitándome la mano de la boca. Sigo sin oírle, no oigo nada. ¿Me he quedado sorda? Intento calmarme, tengo que salir de allí. No puedo asimilar nada. ¿Coma? Vuelvo a soltar un sollozo. Es imposible, Corina no puede estar en coma. No puede ser. Niego con la cabeza.

De pronto Alex coge mi cara con sus manos y me habla. Intento centrarme en su mirada, quiero que esto acabe ya. Quiero despertarme.

— Elena. — dice él preocupado ya. Puedo oírle. Le miro reconociéndole de inmediato y él se relaja ligeramente.

— No. — niego. — no puede ser. — digo llevándome una mano a la boca de nuevo.

Mis ojos se inundan en lágrimas. Él me atrae hacia si para abrazarme, estamos a la misma altura porque estoy sentada en la camilla. Me abraza y yo simplemente sin fuerzas apoyo la cabeza en su pecho mientras sigo llorando.

— Tranquilízate por favor. — me ruega dulcemente aún abrazándome. Mis sollozos se hacen más audibles.

— Quiero verla. — digo cuando consigo controlarme un poco. Hipo a causa de llanto. Él se separa de mí ligeramente y me mira.

— ¿Estas... segura? — dice y yo asiento. — bien. — dice suspirando.

Coge mi mano y bajo de la camilla. Andamos poco a poco hasta el pasillo, él me agarra fuertemente de la mano, porque sé que tiene miedo de que me desmaye de nuevo. No lo haré. Veo a Óscar en el suelo, con la cabeza escondida en sus piernas. Siento compasión por un segundo escaso. Sigo andando, pues Alex se ha quedado mirando a su amigo con preocupación. Oigo un pitido al entrar en la habitación de Corina, la veo envuelta en una sábana en el centro de la habitación. Parece que está dormida si ignoro los múltiples cables que la rodean y la venda que tiene en la cabeza. Me apresuro hacia ella y comienzo a llorar. Alex se queda en la puerta, dejándome espacio. Me lanzo a la camilla y cojo su mano sentándome en la silla que hay al lado. Toco su cara y veo la máquina que representa sus latidos. Entierro mi cara en su mano y lloro.

No sé cuánto tiempo estoy ahí, pero, cuando me giro, veo que Alex no está allí. Seguramente está aburrido de estarlo. Las lágrimas que he guardado durante trece años salen. Corina es mi mitad, es mi mejor amiga, es más que eso. Y no está. Está aquí, le estoy cogiendo de la mano, pero no está. Sin ella mi vida no tiene sentido, ella es la que siempre me da fuerzas. Cierro los ojos de nuevo aún cogida de su mano. Y lloro más. Quiero que se me sequen los ojos, pero eso no llega, solo un fuerte y constante dolor de cabeza.

— Cori. — musito en un llanto, le acaricio la cara, está pálida debajo de esa máquina que la ayuda a respirar y tiene múltiples magulladuras por su lisa cara. — No me hagas esto por favor. — suplico. — eres todo lo que tengo. — digo llorando. Sé que estoy sonando patética, pero es la verdad. Agarro su mano con fuerza pero la aflojo porque no sé si le hago daño. — No me dejes Corina por favor. — repito. — no me abandones, vuelve. — digo cerrando los ojos. — vuelve. — suplico en un susurro. Alguien me toca suavemente el hombro. No hace falta que me gire para saber quién es.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora