MIRIAM EN ELPIS

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Miriam despertó con un dolor de cabeza espantoso, como si tuviera un cincel clavado entre las sienes

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Miriam despertó con un dolor de cabeza espantoso, como si tuviera un cincel clavado entre las sienes. Pero, el malestar fue lo de menos al descubrir que no lo hizo en su casa.

La cama donde estaba recostada tenía edredones de seda y encaje y almohadas mullidas de terciopelo. Los postes de la cabecera y del pie, pintados de blanco y dorado, sostenían un dosel a juego con las sábanas. Enderezó medio cuerpo. Creyó distinguir muebles estilo Luis XV y alfombras entre la oscuridad. Su mente viajó por el tiempo para recordar qué lugar era ese. Y, por mucho que se esforzó, no pudo. Parecía que, por alguna razón, alguien la dejó en un cuarto de hotel muy lujoso. ¿La habían secuestrado? No lo sabía. Si así fuera, la habrían encadenado.

De pronto, vio su bolso y el de su madre; abiertos encima de un tocador.

Su corazón se aceleraba y sentía el estómago cosquillear. Entonces, notó que no estaba sola en la cama. De inmediato reconoció a la persona del otro lado.

-¡Mamá! -Miriam sacudió el cuerpo junto a ella- ¡Despierta, mamá! ¡Rápido!

-¿Qué pasó, m'hija? -respondió doña Martina sin abrir los ojos- ¿Te hizo algo Carlos?

-Olvídate de Carlos, ¿ya viste dónde estamos?

La señora se llevó las manos a la boca en cuanto se quitó de encima el edredón.

-¡Santa cachucha! -Se levantó rápidamente- ¡No estamos en la casa!

-Es obvio que no -dijo Miriam.

-Bueno, ¿y dónde crees que estemos?

-Mamá, no tengo idea de estamos ni cómo llegamos aquí.

-¿No has visto a Laura?

-No. No la he visto. Voy a prender las luces.

Miriam halló una lámpara sobre la mesita de noche. Buscó el interruptor a tientas, por debajo de la pantalla. Tocó algo que creyó podría encenderla; era un objeto muy pequeño, en forma de llave. Le dio vuelta con dos dedos, y el cuarto se iluminó.

Laura despertó con la luz. Estaba recostada en un diván.

-Mami -dijo la chiquilla con un semblante enfermizo-, me duele mucho la cabeza.

-Mi amor, en cuanto vea cómo, nos vamos.

-M'hija, yo diría que te muevas. -Doña Martina miraba hacia la entrada; una puerta blanca, de hoja doble-. Este lugar como que no me da muy buena espina.

-Pudo ser peor. Imagínate si hubiéramos despertado en un baño abandonado, encadenadas a la tubería; como en la película que vimos la otra vez.

-Pues bien o mal, parece que nos quieren vivas.

Laura se acomodó para seguir durmiendo. No pasaron cinco minutos antes de que se oyeran sus ronquidos, suaves como ronroneos. Por lo pronto, su madre y su abuela aprovecharon para revisar los bolsos, a ver si no les faltaba nada. Buscaron primero los teléfonos móviles. Cuando los hallaran, tratarían de averiguar dónde estaban para después llamar a la policía.

El sueño de los reyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora