Capítulo II

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  Caminé de forma algo rápida hasta mi departamento, y en menos de media hora ya había llegado.

  Cerré la puerta con llave y cerrojo y fui hasta mi habitación.

  Tomé uno de mis libros y me tumbé en mi cama. No lleveba ni siquiera cuatro páginas cuando llamaron a la puerta.

  No podía ser el chico. Tenía muletas y no podría haberme seguido el paso. Y no había forma de que supiera la dirección de mi departamento.

  Dejé el libro de “Sinsajo” sobre mi cama y fui a abrir la puerta.

  Abrí sin quitar la pequeña cadena de mi cerrojo.

  Para mi sorpresa, allí estaba el chico del parque.

  — ¿Quién eres? — pregunté haciendo una mueca.

  — Mi nombre es Grover. Grover Underwood. Tú eres Jennifer Collins, ¿verdad?

  — Oh, no otra vez. ¿Eres de la policía? Ya les dije la semana pasada que la idea del orfanato sigue sin gustarme.

  — ¿Policía? — preguntó extrañado—. Baa-no — baló como una ¿cabra?

  — ¿Qué quieres, entonces? ¿Y por qué hablas así?

  — Baaa-larga historia. Estoy aquí por parte de padre o madre.

  — No tengo ninguno de los dos — dije con algo de enojo —. Así que puedes retirarte.

  — Es imposible que no tengas ninguno.

  — Mi madre murió hace casi dos años, en un accidente. Y mi padre nos abandonó a mi madre y a mí poco antes de que naciera.

  — Baa — volvió a balar —. Entonces seguramente vengo de parte tu padre.

  — ¿Seguramente? ¿Ni siquiera sabes por qué estas aquí?

  — Ya te lo dije, Jennifer. Es una larga historia. Si me dejas pasar, te prometo que te contaré todo lo que sé.

  Me quedé simplemente mirándolo. Seguramente era un ladrón.

  — Si quisiera robarte o algo por el estilo - dijo como leyendo mis pensamientos —, ya lo habría hecho.

  — ¿Cómo se que puedo confiar en ti? — dije todavía sin abrirle.

  El chico suspiró, como si le hubieran preguntado eso cientos de veces.

  — Mira, sé más de ti de lo que crees. Como ya me lo dijiste, nunca conociste a alguno de tus padres. Seguramente te dijeron que se fue por trabajo o simplemente desapareció. Eres una chica problemática. Tal vez te hayan expulsado de cinco o seis escuelas — al escuchar lo último, sentí como mis mejillas se tornaban rojas. Él no podía saber eso —, porque siempre traías problemas, que hasta podían llegar a ser algo extraños. Seguramente también te cuesta hacer amigos y sólo tienes unos pocos, si es que no tienes ninguno. También te han diagnosticado con THDA (Trastorno Hiperactivo del Déficit de Atención) o dislexia, o incluso ambos.

  — Basta — lo corté —. No sé que tipo de acosador eres ni que quieres de mí, pero no te dejaré pasar.

  — Debes venir conmigo. Te llevaré a un lugar donde la pasarás genial. Un lugar lleno de chicos y chicas como tú.

  — ¿A que te refieres?

  — Chicos que han pasado por los mismos problemas que tú. Expulsiones de escuelas. THDA. Dislexia. Pocos amigos. Todos ustedes tienen algo en común.

La otra hija de Poseidón © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora