Capítulo XXV

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- Me gustas, Jennifer - dijo antes de terminar con el espacio que separaba nuestros labios.

  Al principio, no reaccioné. Me quedé ahí, paralizada. Me estaba besando. James. James Blackwell, el chico que me gustaba me estaba besando.

  Tarde unos cinco más segundos en reaccionar y seguirle el beso. ¡Dioses! Ese era mi primer beso. Y era sencillamente perfecto.

  Me aparté cuando mis pulmones me pidieron a gritos más oxígeno. Y sonreí. Sonreí como una idiota mientras mis mejillas se tornaban rosadas.

  - También me gustas, James - dije en un susurro. Volví a juntar nuestros labios. Él me abrazó por la cintura, y yo puse mis brazos alrededor de su cuello.

  Nos volvimos a separar, dejando las frentes juntas y nuestras narices rozándose.

  James sonrió, mirándome directamente a los ojos. Oh, como me encantaba esa sonrisa. Y sus ojos.

  ¿Estaba enamorada?, me pregunté. Tal vez sí... No lo sabía. No solo me gustaba. Había algo más... Supongo que sí. Estaba enamorada del hijo de Ares.

  ¿Quién iba a pensarlo? ¿Yo? ¿Enamorada? Si alguien me hubiera dicho que yo estaba enamorada  un mes antes, probablemente me hubiera reído en su cara.

  - Besas bien - me dijo James.

  - ¡James! - exclamé mientras mis mejillas se volvían completamente rojas.

  - ¿Qué? - rió. - Es verdad. - Se dio cuenta de que estaba roja. - Por cierto, te vez linda cuando te sonrojas.

  Si hubiera sido posible, me hubiera sonrojado aún más. Pero como no lo era, no pude hacerlo.

  James pasó uno de sus fuertes brazos por mis hombros y yo apoyé mi cabeza en uno de los suyos.

  Debo admitir que fue muy romántico. Estábamos allí. Los dos. Solos. En un claro en el medio de un bosque. Admitiendo que nos gustábamos mutuamente. Abrazados... Me sorprendí a mí misma pensando en todo eso de esa forma. Me estaba pareciendo a Emily.

  - Entonces, ¿te gusto? - me preguntó el castaño.

  - Sí - respondí con una voz casi inaudible.

  - ¿Desde cuándo? - me quedé sin palabras por unos momentos. ¿Qué tenía que responderle?

  - No sé... - dije sonando algo insegura. Sí que lo sabía. Me di cuenta de que me gustaba cuando le enseñé a montar en pegaso, solo que no iba a decirlo. - ¿y yo desde cuando te gusto?

  - Tampoco lo sé... - suspiró. - Supongo que desde cuando nos conocimos.

  ¿Cuántas veces podía sonrojarse alguien en menos de una hora? No tenía idea, pero supongo que rompí el récord.

  Giró su cabeza y me miró por unos segundos. Volvió a besarme. Tener sus labios sobre los míos era una sensación demasiado linda como para ser real. Sonreí. Y él también.

  Nos quedamos dormidos allí mismo, abrazados, sobre el pasto, a la luz de la Luna y las estrellas.

[Al otro día]

  Cuando desperté, James ya estaba levantado. Se encontraba sentado al lado mío, con la vista perdida en algún punto del bosque.

  Me quedé mirándolo unos momentos, pero él no se dio cuenta. Suspiré.

  - Buenos días - me saludó. Yo le di un beso en la mejilla. El hijo de Ares enarcó las cejas.

  - ¿Qué?

La otra hija de Poseidón © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora