Capítulo XIV

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  James y yo seguimos caminando sin hablar mucho más, hasta que llegamos a la plaza que estaba enfrente del Empire State.

  Allí caminamos hasta uno de los bebederos más aislados, para que los mortales no sospecharan de nada.

  Busqué en mi mochila hasta dar con la pequeña bolsa que tenía llena de dracmas. Lancé uno de ellos al chorrito de agua que salía del bebedero, mientras decía:

  - Oh, Iris, acepta mi ofrenda. - A los pocos segundos, un arcoíris salió desde el punto en donde había caído mi dracma - Muéstrame a Annabeth Chase.

  Una imagen algo borrosa apareció ante mis ojos y los de James, que miraba asombrado.

  - ¿Entonces puedes hablar y ver a la persona que quieras? - me preguntó.

  - Sí - respondí.

  La imagen fue haciéndose cada vez más nítida, hasta que distinguí por completo la cara de la hija de Atenea.

  - ¡Annabeth! - exclamé en cuanto me vio.

Pov. Annabeth

[Narra desde que el grupo fue atacado por las dracaenas]

  Me separé del grupo en cuanto las dracaenas comenzaron a perseguirnos. Me arrepiento. ¿Y si algo les pasaba a los otros? Por lo menos estaban juntos... creo.

  No tardé mucho en derrotar a la dracaena que me perseguía. Digamos que no era buena con su espada.

  ¿Qué hago ahora?, pensé. Entonces me di cuenta de que no estaba lejos del departamento de Sally Jackson, la madre de Percy...

  Ay, Percy. Cuanto lo extrañaba. Me dolía pensar en él, pero me dolía más no tener ni la más mínima pista de su paradero o sobre quien lo había capturado. 

  No tardé ni cinco minutos en llegar a la puerta del apartamento de Sally. Sabía que le habían contado sobre la situación de Percy... pero nada más. Nadie había venido a verla, y sinceramente no sabía si sabía sobre Jennifer. Percy no es de los que escriben cartas. Seguro que no le había contado nada a su madre.

  Golpeé la puerta, y una llorosa Sally no tardó en venir a abrirme.

  - ¡Annabeth, querida! ¿Qué haces aquí? - me dijo. -  Ven, pasa - siguió haciéndome señas para que entrara.

  - Hola Señora Jackson.

  - Dime Sally, por favor.

  - Está bien.

  Entré y Sally me invitó a sentarme en la mesa del living, mientras ella preparaba té y servía algunas galletas azules en un plato. Debo admitir que al verlas casi me pongo a llorar de nuevo.

  - ¿A qué se debe tu visita, querida? - Sally me sacó de mis pensamientos.

  - Bueno, - empecé. - supongo que ya sabes sobre la situación de Percy... - la mujer asintió tristemente y unas cuantas lágrimas escaparon de sus ojos, y también de los míos.

  - ¿Es por eso que estás aquí?

  - No, no... - respondí secándome las lágrimas con la mano. - Estoy en una cruzada, con otros semidioses. ¿Quirón te contó algo sobre la profecía del desaparecido?

  Ella negó con la cabeza, y yo comencé a recitar lentamente la profecía que le habían hecho a Jennifer meses atrás.

  - ¿Percy es el desaparecido? - me preguntó cuando terminé. Asentí. - ¿Y quiénes son los cinco semidioses?

La otra hija de Poseidón © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora