Capítulo XI

7.9K 531 28
                                    

El instinto me dijo que cerrara los ojos y clavara la mirada en el piso, y eso fue exactamente lo que hice.

Conocía bien la historia de Medusa, y no era una de mis favoritas en la Mitología Griega. ¡Dioses! Hay miles de monstruos y criaturas extrañas sueltas por Nueva York, ¿por qué tenía que tocarme a mí justamente ella?

- ¿Medusa? - dijo la voz incrédula de Annabeth.

- Hija de Atenea, - siseó la Gorgona - volvemos a encontrarnos.

- ¡P-pe... pero es imposible! - dijo la chica - ¡Percy y yo te matamos!

La mujer soltó una risa cargada de amargura.

- Lo sé, - dijo con ¿asco? - Gea me ha devuelto a la vida, a cambio de mis servicios y de que la apoye durante su próxima guerra.

- ¿Guerra? - la voz de Emily sonó ahogada.

- No estamos en guerra contra nadie - dije.

Medusa volvió a reír, pero ahora lo hacía como si yo acabara de contar un chiste.

- Hija de Poseidón - dijo. Noté como se dirigía hasta donde me encontraba. Podía escuchar sus pasos acercándose lentamente - Recuerdo bien a tu padre... solía salir con él - que asco.

Hubo un silencio en el que examinó al resto de mis amigos.

- Un hijo de Hermes y una hija de Afrodita - dijo.

- ¿Qué quieres? - dijo Sam.

- Que abran los ojos... - respondió con voz melosa.

- Ni en sueños - repliqué.

- Vamos - dijo la Gorgona jugueteando con mi trenza - No es de buena educación hablar con las personas sin mirarlas a los ojos - había algo extraño en su voz.

No quería ni debía abrir los ojos, pero una parte de mi cerebro parecía estar dormida por cusa de su voz. Mi cabeza me susurraba que abriera y los ojos y los clavara en los de aquella mujer, que nada malo me pasaría. Pero otra parte me advertía que no lo hiciera. ¿A qué parte debía hacerle caso?

Me obligué a clavar la mirada en el suelo nuevamente, porque sin siquiera darme cuenta había comenzado a levantarla. Busqué a Akti Selinis en mi bolsillo.

- ¿Qué quieres? - pregunté.

- Gea ha encomendado un trabajo a sus fieles, y estoy tratando de cumplirlo.

- ¿Qué trabajo? - preguntó Annabeth.

- Es un secreto - susurró la Gorgona.

Traté de idear un plan. Pensé en las formas en las que habían derrotado a lo que me enfrentaba anteriormente. Perseo (el hijo de Zeus) había utilizado el poder de ella misma en su contra, y mi hermano (me dolía pensar en él, pero no era momento para llorar), cuando tenía mi edad, había cortado su cabeza con un sencillo mandoble que yo sabía hacer a la perfección.

Puse a mi cerebro a trabajar. No estaba en posición de ventaja. ¿Atacar sin poder siquiera abrir los ojos? Podía darme por muerta.

¿Qué puedo hacer?, pensé. Empecé a armar un plan. Pero no todo salió como yo quería.

Abrí un poco los ojos, y busqué los zapatos de Medusa, hasta que di con unas botas altas de cuero negro.

Con un movimiento rápido destapé a Rayo de Luna y le asesté un fuerte golpe a Medusa en las rodillas, que, al no ver venir mi ataque, cayó de rodillas en el piso, gritando por el dolor que le había causado. Un hilo de sangre manchaba los blancos cerámicos.

La otra hija de Poseidón © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora