Narra Jennifer
Nico y yo caminamos por el bosque hasta que se hicieron las seis de la tarde, y como casi no hablábamos, me dió tiempo para pensar sobre lo que había sucedido en Kansas.
Nunca me habían traicionando. No de esa forma, al menos. James había jugado conmigo, y me había destrozado. Estaba más furiosa que nunca antes en toda mi vida, aunque también sentía una profunda tristeza.
Por supuesto, no iba a dejar salir esos sentimientos frente a Nico (no otra vez. Esta vez me encargaría de que él no se enterara si yo estaba triste). Ni frente a Nico, ni frente a nadie. Haría lo mismo que había hecho cuando mi madre había muerto: juntar todo mi orgullo, formar una gran máscara de indiferencia, sonreír y guardar las lágrimas para la almohada.
Lo único que no entendía era por qué James había perdido el tiempo en darme esperanzas, en convencerme de que todo iba a estar bien, cuando desde un principio sabía que las cosas terminarían mal.
Si alguna vez volvía a verlo, él no la pasaría muy bien.
Al menos mis amigos estaban bien. Desde un principio prefería ser yo la que era capturada antes que cualquiera de ellos tres.
Al final, decidí dejar de pensar en eso y me distraje tratando de encontrar un tema de conversación para hablar con Nico.
Cuando volvimos a pasar cerca de la laguna, le pedí a Nico parar para hablar con el Campamento Mestizo por Mensaje Iris, quería que supieran que estaba bien, pero no pude comunicarme. Cada vez que decía el nombre de alguno de mis amigos, la imagen que empezaba a formarse terminaba por deshacerse en el agua. Me rendí luego de siete dracmas y ocho quejidos de Nico.
El hijo de Hades me había estado guiando por el bosque, aunque tenía la impresión de que no tenía mucha idea de lo que estaba haciendo.
— ¿Seguro que sabes adónde estamos yendo?
— Por décima vez en la última hora — dijo, poniendo los ojos en blanco una vez más —, sí, si sé adónde vamos. El límite del bosque está unos kilómetros más adelante. Cuando lleguemos allí, usaré mis viajes sombra para aparecer en medio de Nemi, pararemos en algún lugar durante la noche, y mañana seguiremos buscando en Roma.
— ¿Tienes dinero para un hotel?
— Algo. ¿Tú?
Revisé en mi mochila. Además de unos veinte dracmas, había trescientos cincuenta dólares que había estado guardando para alguna emergencia.
— Trescientos cincuenta dólares.
— Es más que suficiente.
Seguimos caminando en silencio durante unos minutos más, hasta que empecé a silbar una canción.
Nico me miró irritado.
— ¿Y ahora qué? — me dijo.
— Nada — respondí —. Si no vamos a hablar, voy a silbar.
Nico simplemente me dedicó otra mirada irritada y volvió la vista al frente para seguir caminando. Yo seguí silbando canciones de Fall Out Boy.
El hijo de Hades me lanzaba miradas envenenadas cada cierto tiempo, hasta que me cansé de silbar y volvimos al silencio. Luego de otros diez minutos caminando, sentí mi estómago rugir. Ni siquiera recordaba la última vez que había comido algo.
— ¿Cuándo fue la última vez que comiste? — me preguntó Nico, como leyendo mi mente. O tal vez solo había escuchado el rugido de mi estómago.
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La otra hija de Poseidón ©
FanfictionSer hijo de los dioses suena divertido, pero no lo es. Es peligroso. Monstruos te persiguen día y noche. Tienes enemigos desde el momento en el que naces, aunque ni siquiera los conozcas en persona. Jenn Collins lo sabe porque lo ha vivido en carne...