Luego de que los mortales se relajaran por el tema de las arpías (para ellos ladrones armados), el tren siguió su rumbo normalmente, y llegamos al Bosque Nacional Roosevelt por la mañana.
- ¿Qué nos conviene hacer ahora? - preguntó James, con la mirada perdida en algún punto entre los árboles del bosque.
Me giré hacia Annabeth.
- Querido GPS, hazme los honores.
- Ja, ja. Muy graciosa - dijo sarcástica. Se quedó mirando la entrada al lugar, pensativa. - Nos conviene atravesarlo. De punta a punta.
- ¡Pero es enorme! - se quejó Sam.
- Si - aceptó Annabeth. - Enorme y hermoso. Siempre he querido recorrerlo.
Observé el bosque más atentamente. Solo se veían árboles de todas clases y tamaños. Pero debo admitir que en cierto modo tenía algo que llamaba la atención y te invitaba a recorrerlo, como había dicho Annabeth, de punta a punta.
- No veo por qué no - dije.
Sam me miró e hizo una mueca. Le saqué la lengua. Emily rió.
Annabeth me agradeció con una sonrisa. Caminamos hasta la entrada del lugar y una chica de unos veinte años nos dio un mapa del bosque. Dioses... enserio era enorme.
- - - - -
- Estaremos siglos para recorrerlo entero - se quejó Sam. Llevábamos caminando por unas... ¿cinco horas? Sin parar. Pero solo estábamos cansados (no nos había atacado ningún monstruo). La única que parecía estar con su energía al 100% era la hija de Atenea.
Habíamos escalado colinas, esquivado ramas y grandes pinos. Además hacía calor, a pesar de estar en invierno.
- Sí, paremos - dije. Annabeth se dio vuelta. Iba encabezando el grupo.
- ¿Enserio están cansados? - ella no tenía ni una maldita gota de sudor en la cara. No se podía decir lo mismo de mi o de los otros.
- Sí - respondió Sam dejándose caer en el pasto, a la sombra de un árbol.
- No falta mucho para llegar a una de las mejores partes - insistió la rubia.
- Dices eso desde hace tres horas - le dijo James.
- Ahora es enserio.
- Es lo mismo Annabeth. Paremos un rato - dijo Emily.
- Bien - bufó la otra.
Me senté en el suelo y saqué una botella de agua de mi mochila. La vacié sobre mi cabeza.
Sam y James estaban medio dormidos. Emily estaba acostada en el césped comiendo. Annabeth estaba con el portátil de Dédalo.
Una araña apareció al lado de ella.
No me gustaban las arañas. Pero Annabeth les tenía fobia.
- Annie... - dije despacio.
- ¿Hum? - preguntó ella, demasiado concentrada en su computadora como para mirarme. Ni siquiera se dio cuenta de que la había llamado Annie, cosa que odiaba.
- No te alarmes... pero tienes una araña al lado.
Sus veloces dedos, que hasta hace medio segundo se encontraban escribiendo, se quedaron completamente tiesos. Lentamente giró la cabeza para ver a la araña. Sus ojos grises tormenta se centraron en el... animal, si así se puede llamarlo. Quedó en estado de shock unos diez segundos, pero luego soltó un pequeño grito y se paró rápidamente.
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La otra hija de Poseidón ©
FanfictionSer hijo de los dioses suena divertido, pero no lo es. Es peligroso. Monstruos te persiguen día y noche. Tienes enemigos desde el momento en el que naces, aunque ni siquiera los conozcas en persona. Jenn Collins lo sabe porque lo ha vivido en carne...