Capítulo XXI

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  Miré a Annabeth.

  - Ni un día de descanso - gruñó enojada, empezando a correr.

  La imité y en cuestión de segundos llegamos hasta donde se encontraban los otros.

  Y allí estaban los otros tres, frente al monstruo más raro y aterrador que había visto en mi vida. 

  La sorpresa en los ojos de la hija de Atenea no se hizo esperar para aparecer.

  - ¿Qué en el nombre de los Dioses es eso? - pregunté sacando a Akti Selinis de mi bolsillo, que irradiaba una cegadora luz blanca si la mirabas fijamente.

  - Es... es Quimera - tartamudeó.

  El monstruo tenía tres cabezas. La primara era un león, la segunda una serpiente, y la última de un dragón. Tenía un par de alas enormes y púas sobresaliendo de su espalda.

  Para rematar, las tres cabezas escupían fuego.

  - Es hija de Tifón y Equidna. Se dice que causaba estragos en Asia menor, devorando todo lo que encontraba a su paso. Una sola persona pudo vencerla, Belerofonte.

  ¿Belerofonte? ¿Por qué me sonaba tanto aquel nombre a pesar de ser tan raro y que en mi vida había escuchado?

  - Era un hijo de Poseidón. Es normal que te suene conocido, aunque no hayas oído hablar de él en tu vida - respondió la hija de Atenea como si hubiera leído mis pensamientos.

  - Ajá. Otro día me das la clase de Historia. ¿Cómo la matamos?

  Si mirabas a Annabeth, casi podías notar engranajes en su cabeza girando a todo motor, intentando idear un plan. Me miró y esbozó una pequeña sonrisa por lo de la clase de Historia.

  - Plomo. Belerofonte usó plomo... - dijo pensativa, mirando las vías por las cuales solía pasar un tren.

  En eso, Sam gritó y el monstruo rugió. Giré mi cabeza para verlo. Tenía el brazo bañado en sangre.

  - Voy a ayudar. Piensa en algo.

  - Es impenetrable. Es como si tuviera una armadura puesta. Solo se la puede atacar por la boca.

  Quimera rugió y yo asentí.

  Si solo se podía atacar por la boca, lo más probable es que alguno de nosotros terminara rostizado.

  Corrí hasta el monstruo, con mi espada en las manos. 

  Iba a tratar de hacerle algo en una de sus cuatro piernas, pero mi espada apenas había tocado su piel cuando rebotó contra ella.

  - No puedo hacerle nada... - murmuré para mí misma. Estaba tan centrada en mis pensamientos que no me di cuenta de que una de las piernas del animal venía a toda velocidad en mi dirección, con la intención de darme una patada.

  - ¡Cuidado! - exclamó James empujándome para que la cola no me diera de lleno en la cara.

  El hijo de Ares voló por los aires y se cayó al suelo duramente. El simple hecho de verlo me dolió.

  Algo explotó en mi interior. Enojo... no. Enojo no era una palabra lo suficientemente fuerte para expresar lo que sentía. ¿Furia? ¿Ira? Tal vez si las sumabas, y después las multiplicabas por cien... tal vez ahí entiendas lo que sentí.

  Se escuchó un quejido proveniente de donde se encontraba el chico y me giré enfurecida hasta donde se entraba la Quimera, a la cual Sam estaba atacando con su espada, logrando absolutamente nada, mientras Emily atacaba con un carcaj de flechas doradas que no sé de donde había sacado, pero tampoco es que hiciera algo.

La otra hija de Poseidón © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora