Cap. Agregado VI

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Pov. Emily

Annabeth soltó un grito de guerra.

Sólo la había visto tan furiosa una vez, en la guerra de los Titanes, cuando prácticamente se había vuelto una máquina de matar.

Tomó su daga y la arrojó sin siquiera pensarlo. El arma pasó a milímetros de la cabeza del hijo de Ares.

Los ojos de la hija de Atenea estaban de un tono gris tormenta mucho más oscuro de lo normal, y sentí que con sólo mirarla caería muerta al piso.

En dos zancadas se acercó a James y lo tomó por la remera, lo elevó unos centímetros del suelo y lo golpeó fuertemente contra una pared.

- Escucha bien lo que te voy a decir, Blackwell - gruñó. El chico apenas si respiraba -. Tú eres un maldito mentiroso, desagradable y desagradecido, que lo único que hizo bien fue entregar a Jennifer a un par de gigantes. No vuelvas a intentar herirnos, porque te ganarás muchos enemigos poderosos.

La rubia se quedó callada un momento y cuando volvió a abrir la boca para hablar, James se deshizo en una nube de polvo rojo.

Annabeth se dio vuelta hacia nosotros.

- ¿Ustedes vieron eso?

Sam y yo asentimos perplejos.

- Les dije que se fueran - la voz de James resonó por las paredes, pero él no estaba en ningún lado -. Ya no puedo controlarlo. Si se van ahora, haré lo posible por no herirlos.

- ¡Vuelve a ser visible y pelea, cobarde! - gritó Sam, levantando su espada.

- ¿O acaso nos tienes miedo? - dijo Annabeth, apuntando a todos lados con su daga.

- Una pelea inocente no puede matarte, James - dije con voz dulce, utilizando lo más que pude mi poder de embrujahabla -. Ven y pelea -. Tensé mi arco, coloqué una flecha y me puse en posición de ataque.

James apareció en el medio de la habitación.

- Ustedes lo pidieron.

En las manos del chico había una lanza que en la punta tenía algo como un diente de tiburón. De un rápido movimiento la clavó en el suelo.

Todo comenzó a sacudirse. Se abrió una gran grieta en el suelo. De ella salieron tres hombres esqueléticos de piel blanca como la leche, con cuencas de ojos vacías y heridas de bala y cortes a lo largo del tórax y cada uno con una espada atravesando distintas partes de sus cuerpos.

Sentí las náuseas subiendo por todo mi cuerpo.

- Ataquen - dijo James, para luego volver a deshacerse en una nube de polvo rojo.

Cobarde.

Los hombres sacaron sus espadas de sus respectivas heridas y se lanzaron al ataque.

Yo era la que se encontraba más cerca de los tres, y uno de ellos se acercó a mi rápidamente.

Dejé volar la primera flecha mientras escuchaba el ruido del metal contra el metal, espada contra espada.

Disparé otra flecha que fue parar en el pecho de la criatura esquelética, aunque ni siquiera pareció molestarle. Sacó la flecha de su pecho como si fuera una molesta espina.

Avanzó hacia mi y lanzó una estocada, que esquivé fácilmente, aunque no tuve la misma suerte con su segundo ataque, que logró rozar mi hombro.

- Tú no quieres herirme - le dije a la criatura usando mi embrujahabla, mientras tomaba mi arco lo mejor que podía y dejaba volar otra flecha -. Sólo cumples órdenes, aunque podrías no hacerlo. Simplemente debes irte por donde viniste.

La otra hija de Poseidón © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora