Capítulo XV

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Pov. Sam

[Narra desde que el grupo se separó por culpa de las dracaenas]

  ¿Era tan difícil pedir a los Dioses diez minutos sin un monstruo persiguiéndonos? Al parecer sí, lo era.

  En ese momento me encontraba corriendo por la 5ta Avenida, una de las calles más transitadas de Nueva York con mi novia Emily, perseguidos por una dracaena.

  Arrastré a mi novia detrás de uno de los pocos arbustos que había allí. No quedábamos muy cubiertos, pero algo es algo.

  - Quédate aquí - le dije. - Yo me encargo de la dracaena.

  - No. Quiero pelear contigo.

  - No. Aquí estarás más segura.

  - ¡Sam!

  - ¡Emily!

  - ¿Qué? - me preguntó. ¡Por los Dioses! ¿Cuánto le costaba quedarse ahí quieta? Bueno, en realidad mucho. Tiene THDA...

  - Quédate aquí.

  - No.

  - Sí.

  - No.

  - Sí.

  - No.

  Podíamos seguir así todo el día, discutiendo por una estupidez, pero no teníamos tiempo. Además, sabía que no iba a ganar una discusión de esas con ella. Por alguna razón, ella siempre salía ganando... Antes de seguir hablando, la besé lo más tiernamente que pude.

  - Ahora sí, ¿te quedarás?

  No pudo responderme con palabras. Un grito. Un grito desgarrador, lleno de dolor. Eso obtuve por repuesta.

  Detrás de ella, estaba la dracaena, con un cuchillo lleno de sangre.

  - ¡E-Emily! - grité, mientras el monstruo reía. - ¡Erre es korakas! - exclamé. Furia. Ira. Esas son las palabras para describir lo que sentía en ese preciso momento. Tomé mi espada.

  No tardé nada en derrotar a aquella horrible cosa.

  Volví al lado de Em y me arrodillé junto a ella. La ira y la furia fueron reemplazadas por dolor y desesperación. Mi novia estaba apenas consiente en el suelo, perdiendo sangre desde algún punto de su espalda.

  Comencé a ver borroso y varias lágrimas se deslizaron por mis mejillas. La cara de Jennifer reflejada en un charco de agua en el suelo me distrajo por unos segundos.

  - ¡Sam! - exclamó. Detrás de ella estaban Annabeth y un chico que no conocía. - ¿Estás bien? - preguntó preocupada al ver mi cara. Negué con la cabeza. - ¿Dónde está Emily?

  - Ella... dracaena... cuchillo... sangre... mucha sangre... - dije. No creí que fuera a entenderme, pero sí, lo hizo. Sus ojos derrochaban preocupación por donde los miraras.

  - ¿Dónde estás? - casi gritó.

  - Quinta avenida... detrás de unos arbustos...

  - Vamos para allá. No tardamos - en cuanto la chica dijo eso, el mensaje Iris se esfumó.

  Seguí llorando. No tenía nada para curar a Em en ese momento. Me sentía un completo inútil.

  Annabeth, Jennifer y ese chico desconocido no tardaron en llegar ni diez minutos. Para cuando lo hicieron, la hija de Afrodita ya estaba inconsiente.

  - Una ambulancia. Hay que llevarla a un hospital - dijo la hija de Atenea en cuanto vio lo que había pasado.

  - Allí hay un teléfono público - dijo ese chico.

  - Yo llamo la ambulancia - dijo Annabeth.

  Jennifer se arrodilló a mi lado. Parecía a punto de echarse a llorar.

  La ambulancia no tardó en llegar.

[Más tarde, en el hospital...]

  Llevaron a mi novia al hospital más cercano, donde la dejaron internada en urgencias.

  Me pidieron que les relatara lo ocurrido. Inventé una historia más o menos creíble, sobre un ladrón armado con un cuchillo.

  - Se pondrá bien - nos dijo el doctor que estaba a cargo de Em. - Perdió mucha sangre, pero por suerte no es una herida muy profunda.

  Pasaron varios días hasta que ella despertó, y todos esos días yo no dejé de repetirme que era mi culpa. 

La otra hija de Poseidón © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora