Capítulo XIX

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  En cuanto abrí los ojos, ya me sentía mejor. 

  Vi un poco borroso al principio, pero mi vista se fue aclarando. Ya no estábamos en la cafetería, sino en una de las últimas filas de asientos de un autobús.

  Miré a mí alrededor algo extrañada, pero no vi a ninguno de mis amigos.

  Es más, el autobús estaba completamente vacío.

  Miré por la ventana, y para mi sorpresa el vehículo estaba en movimiento.

  Me paré del asiento y caminé hasta donde se suponía que estaba el conductor.

  Y evidentemente, allí había un conductor. No era cualquier conductor.

  - Hola Jennifer - me saludó.

  - ¿Pa-padre? - tartamudeé.

  - ¿Sorprendida? - me preguntó sonriendo. Asentí.

  - ¿Por qué estás aquí?

  - Quería hablar contigo. Y también verte.

  ¿Mi padre quería verme? Eso no es común entre los Dioses y sus hijos.

  - Bueno... - dije algo incómoda. Créeme. Si has visto a tu padre una sola vez en doce años, y de repente aparece en tus sueños, no es lo más cómodo del mundo, aunque sea tu padre. - ¿Qué quieres decirme?

  - ¿Alguna vez te contaron cómo murió tu madre?

  Si ya estaba incómoda, esa pregunta solo empeoró todo. Además, cuando lo conocí, ni siquiera sabía que mi madre estaba muerta. 

  - Sí... en un accidente de autos.

  - Los mortales a veces inventan cosas totalmente distintas a la realidad - dijo con voz calmada. - Tu madre murió para salvarte.

  Con solo esas palabras recordé los horrores de ese día.

Flashback

  - Jennifer, ¿dónde estás? - me preguntó mi madre. Su voz sonaba algo preocupada.

  - Aquí, en mi habitación - grité.

  La figura de mi mamá apareció por la puerta de mi habitación. Yo estaba en mi cama, haciendo una tarea para Matemática que debía entregar el día siguiente.

  Marie (mi madre) sonrió al verme.

  - Tengo que ir a la tienda a comprar algunas cosas. ¿Me esperas aquí? - tenía un papel en su mano. Supuse que sería una lista con las cosas que debía comprar.

  - Si - respondí, concentrada en mi tarea.

  - Enseguida vuelvo - dijo acercándose a mí. Me dio un beso en la mejilla. - Te quiero - me dijo. Parecía como si supiera que no iba a volver a verme.

  - Yo también te quiero.

  Dos horas y media después un hombre vino a decirme que Marie Collins había muerto en un accidente automovilístico.

Fin del flashback

  Mis ojos se llenaron de lágrimas con solo recordar a mi madre. No me parecía mucho a ella. Solo en el pelo. Tenía el pelo rubio como el mío, sus ojos eran color gris claro, con pequeños puntos azules. Era algo alta y flaca.

  - Salió de tu casa porque recibió una carta amenazándote. Tus abuelos no lo sabían, pero ella si veía a través de la niebla. Y se enteró del mundo de los Dioses mientras los escuchaba hablar a escondidas sobre nosotros. Ella sabía perfectamente que yo era un Dios, y que tú serías semidiosa.

  La noticia cayó sobre mí como un balde de agua helada.

  - ¿Y de quién era la amenaza?

  - No pude averiguarlo. Apenas me enteré de que había muerto, el día que me conociste, me puse a averiguar bien cómo y cuándo. Hablé con mi hermano Hades, quién averiguó sobre ella, y me contó lo que sabía.

  Tardé unos minutos en procesar todo eso.

  - ¿Y qué la mató?

  - Una empusa. ¿Tuviste un encuentro con una recientemente, no?

  Asentí amargamente al recordar a Kaylee.

  - ¿Recuerdas su collar? - volví a asentir en forma de respuesta y me llevé la mano al cuello. Tenía dos collares de perlas puestos: el que era de mi madre, que nunca se lo sacaba, y el mío, que me había regalado Poseidón por mi último cumpleaños. - Es una daga. Se la di para que tuviera con que defenderse si algo así le pasaba, pero la empusa iba mejor armada - dijo con desprecio y arrepentimiento.

  Medité por unos instantes antes de volver a hablar.

  - ¿Eso es todo?

  - Si - me dijo. Luego se paró del asiento del conductor y me abrazó. Quedé bastante sorprendida, pero le respondí el abrazo. - Cuídate - alcanzó a decirme antes de que pudiera despertarme.

  No entendí por qué el sueño había sido en un autobús.

  Abrí los ojos, y tuve que adaptarme a la blanca luz de la cafetería en la que me había dormido.

  James estaba hablando con Sam. Annabeth tomaba pequeños tragos de agua de una botella. Emily seguía durmiendo.

  Yo estaba dormida en una improvisada cama hecha con sillas.

  Me paré recordando todo el sueño con mi padre, y tuve que hacer un gran esfuerzo para no ponerme a llorar.

  Mi madre. A mi mamá la mató una empusa.

  Me acerqué a Annabeth.

  - ¡Jenn! - dijo. - ¿Estás bien?

  - Sí - mentí. Mi voz sonó bastante ronca. - ¿Cuánto llevo dormida?

  - Unas dos horas más o menos - me respondió James.

  - ¿Y ella por qué no despierta? - dije señalando a Emily.

  - Porque fue la que más comió del muffin. Sam se levantó hace un rato. Annabeth fue la que menos comió y por eso no tardó en levantarse.

  - Okay... - respondí. Me di la vuelta y miré el exhibidor de golosinas del lugar. Había de todo. Desde caramelos hasta chocolates. Me rugió el estómago. No tenía idea de cuándo fue la última vez que había probado comida.

  - Saca lo que quieras - Annabeth habló a mis espaldas. - En la cocina hay más cosas. Yo recién me hice un sándwich.

  Le agradecí con la mirada y crucé las puertas que llevaban hasta la cocina. Decidí hacerme lo mismo que Annabeth. Busqué pan y queso, me preparé un sándwich.

  Salí de la cocina y me fui directamente hasta la heladera que tenía las bebidas y saqué una botella de Pepsi.

  Me senté al lado de Annabeth y comencé a darle pequeños mordiscos a lo que acaba de prepararme, y bebí lentamente de la botella.

  Para cuando terminé, la hija de Afrodita apenas había abierto los ojos.

  James le contó todo lo que había pasado.

  Cuando terminamos, ya se había hecho bastante tarde y estaba oscureciendo, así que decidimos pasar la noche allí.

  Esperé a que todos se durmieran, y al fin pude llorar en silencio.

  Pero Emily me escuchó.

  - ¿Jenny? - me preguntó en susurros, tocándome el hombro suavemente. - Jenny, ¿estás bien?

  - No - dije. Le conté todo lo que me había dicho mi padre en aquel sueño. Cuando terminé ella me abrazó.

  - No te preocupes. Tu madre seguro está en los Campos Elíseos del Inframundo. Murió para salvarte - trató de consolarme.

  Hablamos un rato más. No tardamos mucho en dormirnos.

La otra hija de Poseidón © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora