- Pero - dijo el centauro ¿sorprendido? ¿Asustado? ¿Exaltado? ¿Una mezcla de todos? - Esas decisiones no las tomas de un día para otro...
¿Es que no entendía cómo me sentía? Yo iba a ir a buscar a mi hermano, con o sin su permiso.
- Créeme cuando te digo, Quirón, que nunca había estado más decidida a hacer algo.
- De todas formas, Jennifer. Hay que convocar una junta con los jefes de las cabañas y hablar sobre el tema.
- ¡Pues convoca la reunión! - exclamé. Mi humor no era el mejor, y si me llevaban la contra solo lograrían empeorarlo. - ¡Has lo que sea! Pero digas lo que digas, con o sin tu permiso, mañana cuando salga el Sol iré a buscar a Percy.
Dicho esto, me di vuelta y salí de la Casa Grande. Mientras corría, noté como la mirada de todos se clavaba en mí.
Escuché la voz de Emily a mis espaldas, y supe casi de inmediato que me seguiría, fuera a donde fuera.
Bajé hasta la playa, que se había convertido en una especie de refugio.
Me saqué las zapatillas y mojé mis pies en la orilla del mar. Instantáneamente, una oleada de recuerdos alegres invadió mi mente. Y, como por arte de magia, todos mis recuerdos comenzaron a reflejarse en el agua.
Todos eran sobre Percy y yo. Percy y yo riendo. Percy y yo cenando. Percy y yo luchando con espadas. Percy y yo en mi primer partido de Captura la Bandera.
- Wow - dijo mi amiga a mis espaldas - Eso no me lo habías mostrado. ¿Cómo lo haces?
- No tengo idea - dije y sólo ahí noté lo ronca que estaba mi voz.
Em me abrazó y yo respondí a su abrazo, echándome a llorar de nuevo.
No me había dado cuenta de cuánto necesitaba ese abrazo. Un abrazo que me dijera, que algún día, todo volvería a estar bien.
- Oh, Jenny. Encontraremos a Percy cueste lo que cueste.
- Hablando de buscar a Percy... - dije secándome las lágrimas - tendremos una misión.
- ¿Qué misión? - dijo extrañada.
- ¿Recuerdas mi profecía?
- Cómo olvidarla - bufó.
- Bueno, como seguramente ya sabes, Percy es el desaparecido...
- Lo supuse, y creo que todos los campistas lo saben - dijo interrumpiéndome.
- Sabes que odio que me interrumpan - dije sonriendo.
- Justamente por eso lo hago - respondió ella, riendo.
- Que graciosa - dije mientras la empujaba, provocando que cayera sobre la arena.
- ¡Oye! - exclamó mientras se incorporaba y se sacudía la arena. A continuación, ella me empujó a mí, pero yo no caí en la arena, caí en el agua. - ¡Ahora estás empapada! - rió victoriosa.
- Te recuerdo que no me mojo, a no ser que quiera hacerlo.
- Demonios... - murmuró por lo bajo.
- Pero tú… - sonreí de forma macabra. - Tú si te mojas...
- ¿De qué hablas? - dijo entornando los ojos, tratando de descubrir mis intenciones.
El mar rugió y el agua describió un perfecto arco sobre mi cabeza, cayendo directamente sobre Emily.
La hija de Afrodita me acuchilló con la mirada.
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La otra hija de Poseidón ©
FanfictionSer hijo de los dioses suena divertido, pero no lo es. Es peligroso. Monstruos te persiguen día y noche. Tienes enemigos desde el momento en el que naces, aunque ni siquiera los conozcas en persona. Jenn Collins lo sabe porque lo ha vivido en carne...