Capítulo IX

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   - Pero - dijo el centauro ¿sorprendido? ¿Asustado? ¿Exaltado? ¿Una mezcla de todos? - Esas decisiones no las tomas de un día para otro...

  ¿Es que no entendía cómo me sentía? Yo iba a ir a buscar a mi hermano, con o sin su permiso.

  - Créeme cuando te digo, Quirón, que nunca había estado más decidida a hacer algo. 

  - De todas formas, Jennifer. Hay que convocar una junta con los jefes de las cabañas y hablar sobre el tema.

  - ¡Pues convoca la reunión! - exclamé. Mi humor no era el mejor, y si me llevaban la contra solo lograrían empeorarlo.  - ¡Has lo que sea! Pero digas lo que digas, con o sin tu permiso, mañana cuando salga el Sol iré a buscar a Percy.

  Dicho esto, me di vuelta y salí de la Casa Grande. Mientras corría, noté como la mirada de todos se clavaba en mí.

  Escuché la voz de Emily a mis espaldas, y supe casi de inmediato que me seguiría, fuera a donde fuera.

  Bajé hasta la playa, que se había convertido en una especie de refugio.

  Me saqué las zapatillas y mojé mis pies en la orilla del mar. Instantáneamente, una oleada de recuerdos alegres invadió mi mente. Y, como por arte de magia, todos mis recuerdos comenzaron a reflejarse en el agua.

  Todos eran sobre Percy y yo. Percy y yo riendo. Percy y yo cenando. Percy y yo luchando con espadas. Percy y yo en mi primer partido de Captura la Bandera.

  - Wow - dijo mi amiga a mis espaldas - Eso no me lo habías mostrado. ¿Cómo lo haces?

  - No tengo idea - dije y sólo ahí noté lo ronca que estaba mi voz.

  Em me abrazó y yo respondí a su abrazo, echándome a llorar de nuevo.

  No me había dado cuenta de cuánto necesitaba ese abrazo. Un abrazo que me dijera, que algún día, todo volvería a estar bien.

  - Oh, Jenny. Encontraremos a Percy cueste lo que cueste.

  - Hablando de buscar a Percy... - dije secándome las lágrimas - tendremos una misión.

  - ¿Qué misión? - dijo extrañada.

  - ¿Recuerdas mi profecía?

  - Cómo olvidarla - bufó.

  - Bueno, como seguramente ya sabes, Percy es el desaparecido...

  - Lo supuse, y creo que todos los campistas lo saben  - dijo interrumpiéndome.

  - Sabes que odio que me interrumpan - dije sonriendo.

  - Justamente por eso lo hago - respondió ella, riendo.

  - Que graciosa - dije mientras la empujaba, provocando que cayera sobre la arena.

  - ¡Oye! - exclamó mientras se incorporaba y se sacudía la arena. A continuación, ella me empujó a mí, pero yo no caí en la arena, caí en el agua.  - ¡Ahora estás empapada! - rió victoriosa.

  - Te recuerdo que no me mojo, a no ser que quiera hacerlo.

  - Demonios... - murmuró por lo bajo.

  - Pero tú… - sonreí de forma macabra. - Tú si te mojas...

  - ¿De qué hablas? - dijo entornando los ojos, tratando de descubrir mis intenciones.

  El mar rugió y el agua describió un perfecto arco sobre mi cabeza, cayendo directamente sobre Emily.

  La hija de Afrodita me acuchilló con la mirada.

La otra hija de Poseidón © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora