Capítulo XXX (Final)

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  - ¡Semidioses! - rugió otra voz. Era algo más aguda que la anterior, pero eran casi idénticas. - Es inútil esconderse.

  - Llegó la hora - dijo Annabeth algo tensa.

  El resto asentimos.

  - Pase lo que pase - dije - los quiero. A los cuatro.

  Se quedaron callados, asintiendo.

  Destapé a Akti Selinis. James y Sam empuñaron sus espadas. Annabeth tomó su daga. Emily apretó algo en su collar, que se transformó en un arco, y algo en su pulsera, que se volvió un carcaj repleto de flechas.

  - Καλή τύχη - dijo Annabeth.

  - Buena suerte a ti también - dijo Sam.

  Comencé una plegaria silenciosa a todos los Dioses de los cuales sabía el nombre.

  - Creo que primero deberíamos escondernos - comentó Annabeth. - Lo más inteligente sería separarnos. Nuestro olor nos delatará muy rápido si estamos todos juntos. - Hizo una pausa. - Si atrapan a alguno, solo grite. El resto iremos a buscarlo.

  Todos asentimos.

  - Vamos - dije.

  Cada uno salió corriendo en una dirección distinta, pero tratando de no separarnos mucho.

  Llegué hasta un montón de cajas, y me escondí detrás de ellas.

  Estuve allí como por diez segundos, hasta que escuché el primer grito.

  - ¡Jennifer! ¡Ayuda!

  El grito era desgarrador. Mi corazón comenzó a latir a toda velocidad.

  - ¡Emily! - exclamé.

  Salí de mi escondite empuñando a Akti Selinis.

  - ¡Jennifer, por favor! ¡Ayúdame!

  Corrí en dirección al sonido. Me encontré yendo hasta un callejón oscuro, lo que me dio mala espina.

  - ¿Emily? - grité.

  - ¡Jennifer, por aquí! - volvió a gritar. Su voz era desgarradora, y sonaba desesperada.

  Me metí en el callejón sin pensarlo dos veces. Era sorprendentemente largo y ancho. Caminé por él, hasta llegar a donde terminaba, pero no había rastros de Emily ni de nada que estuviera vivo.

  En ese momento fue cuando todo empezó de ir mal en peor.

  Destapé a Akti Selinis para poder ver algo. Su luz brillaba más fuerte que nunca, y me permitía ver todo lo que estaba a algo más de un metro a la redonda de mí alrededor.

  Pensé en irme. Sería lo más inteligente. Pero si Em enserio estaba allí...

  - ¿Emily? - pregunté.

  - ¡Por aquí! - gritó desde algún lugar a mi derecha.

  - ¡No, por aquí! - dijo nuevamente la voz de mi amiga, pero desde mi izquierda.

  - ¡No les hagas caso, estoy aquí! - dijo una tercera Emily desde algún punto por delante mío.

  Ahí me di cuenta de que había caído directamente en una trampa.

  - Lo que sea que seas, - dije - sal ya. No te servirá esconderte.

  Tres figuras que me doblaban en altura y tamaño salieron a la luz. De lejos se notaba que eran horribles.

La otra hija de Poseidón © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora