- ¡Semidioses! - rugió otra voz. Era algo más aguda que la anterior, pero eran casi idénticas. - Es inútil esconderse.
- Llegó la hora - dijo Annabeth algo tensa.
El resto asentimos.
- Pase lo que pase - dije - los quiero. A los cuatro.
Se quedaron callados, asintiendo.
Destapé a Akti Selinis. James y Sam empuñaron sus espadas. Annabeth tomó su daga. Emily apretó algo en su collar, que se transformó en un arco, y algo en su pulsera, que se volvió un carcaj repleto de flechas.
- Καλή τύχη - dijo Annabeth.
- Buena suerte a ti también - dijo Sam.
Comencé una plegaria silenciosa a todos los Dioses de los cuales sabía el nombre.
- Creo que primero deberíamos escondernos - comentó Annabeth. - Lo más inteligente sería separarnos. Nuestro olor nos delatará muy rápido si estamos todos juntos. - Hizo una pausa. - Si atrapan a alguno, solo grite. El resto iremos a buscarlo.
Todos asentimos.
- Vamos - dije.
Cada uno salió corriendo en una dirección distinta, pero tratando de no separarnos mucho.
Llegué hasta un montón de cajas, y me escondí detrás de ellas.
Estuve allí como por diez segundos, hasta que escuché el primer grito.
- ¡Jennifer! ¡Ayuda!
El grito era desgarrador. Mi corazón comenzó a latir a toda velocidad.
- ¡Emily! - exclamé.
Salí de mi escondite empuñando a Akti Selinis.
- ¡Jennifer, por favor! ¡Ayúdame!
Corrí en dirección al sonido. Me encontré yendo hasta un callejón oscuro, lo que me dio mala espina.
- ¿Emily? - grité.
- ¡Jennifer, por aquí! - volvió a gritar. Su voz era desgarradora, y sonaba desesperada.
Me metí en el callejón sin pensarlo dos veces. Era sorprendentemente largo y ancho. Caminé por él, hasta llegar a donde terminaba, pero no había rastros de Emily ni de nada que estuviera vivo.
En ese momento fue cuando todo empezó de ir mal en peor.
Destapé a Akti Selinis para poder ver algo. Su luz brillaba más fuerte que nunca, y me permitía ver todo lo que estaba a algo más de un metro a la redonda de mí alrededor.
Pensé en irme. Sería lo más inteligente. Pero si Em enserio estaba allí...
- ¿Emily? - pregunté.
- ¡Por aquí! - gritó desde algún lugar a mi derecha.
- ¡No, por aquí! - dijo nuevamente la voz de mi amiga, pero desde mi izquierda.
- ¡No les hagas caso, estoy aquí! - dijo una tercera Emily desde algún punto por delante mío.
Ahí me di cuenta de que había caído directamente en una trampa.
- Lo que sea que seas, - dije - sal ya. No te servirá esconderte.
Tres figuras que me doblaban en altura y tamaño salieron a la luz. De lejos se notaba que eran horribles.
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La otra hija de Poseidón ©
Fiksi PenggemarSer hijo de los dioses suena divertido, pero no lo es. Es peligroso. Monstruos te persiguen día y noche. Tienes enemigos desde el momento en el que naces, aunque ni siquiera los conozcas en persona. Jenn Collins lo sabe porque lo ha vivido en carne...