Capítulo V

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Pov. Percy

  Quería que conociera a Poseidón. Pero no era el único motivo por el que íbamos a visitarlo. Estaba furioso con él. ¿Tan difícil era contarme que tenía una hermana?

  Seguimos avanzando. Quería saber más sobre Jennifer, así que dije:

  - Háblame sobre ti.

  Me sonrió antes de hablar.

  - Lo primero que debes saber es que odio que me llamen por mi nombre, así que dime simplemente Jenn. ¿Qué quieres saber?

  - No sé. Algo. Cualquier cosa. Por ejemplo... - me quedé pensando mientras miraba su cabello rubio, muy parecido al de Annabeth. - ¿Qué te gusta hacer cuando te aburres?

  - Siempre me encantó leer.

  Me extrañó, ya que la mayoría de los semidioses sufrían dislexia.

  - Dime... ¿no tienes dislexia o THDA?

  - Dislexia no... ¿Cómo sabes lo de mi THDA? - respondió sorprendida, y algo sonrojada.

  - La mayoría de los mestizos tienen ambos. Yo tengo ambos. Pero al parecer tú solo tienes THDA. ¿Qué te gusta leer?

  - Los Juegos del Hambre es mi trilogía favorita.

  No sabía de qué demonios me hablaba, así que, esperando no quedar como un estúpido, pregunté:

  - ¿Y eso qué es?

  Sonrió un poco más.

  - Que desgracia. Mi hermano es nada más y nada menos que un hunger - dijo con un leve rastro de desdén. Me examinó de pies a cabeza. - Igual no es lo único que leo - añadió mirándome a los ojos.

  - ¿Y qué más lees?

  - Harry Potter. Hush, Hush. Divergente. Narnia.

  - De esas la única que me suena es Harry Potter, y lo único que sé es que es un mago de anteojitos redondos que pelea contra un calvo sin nariz.

  - Además de hunger, muggle - dijo sonriendo plenamente, lo cual me agradó. Por lo menos ya no se sentía incómoda.

  Seguimos avanzando un rato sumidos en un silencio incómodo. Para romper el hielo, decidí seguir con mi lista de preguntas.

  - Además de leer, ¿qué haces?

  - No hago mucho. No tengo tiempo. La mayoría del tiempo en la semana trabajo.

  - ¿Trabajas? - dije incrédulo. - Pero... ¿qué pasa con tu madre?

  Jenn hizo una mueca y una sombra atravesó sus ojos. Había metido la pata.

  - ¿Estás bien? - pregunté.

  - Mi madre... – titubeó. - Mi madre murió hace dos años. En un choque. Se llamaba Maire.

  - Lo siento – dije. - Nunca imaginé...

  - Tranquilo - me cortó. - No hay problema.

  Me sentí más furioso con mi padre. No solo me había ocultado a mi hermana, sino que la había dejado abandonada.

  - ¿De qué trabajas? - pregunté tratando de apartar el tema de su madre.

  - Cuido a unas niñas que viven al lado de mi departamento. Son hijas de un hombre viudo. Se llaman Anna y Crhistina - al parecer el hombre no era muy creativo a la hora de elegir nombres.

  No pude evitar sentir algo de lástima. Sin mi madre yo no hubiera durado ni dos días.

  - ¿Y a qué escuela vas?

La otra hija de Poseidón © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora