Capítulo VIII

10.9K 667 43
                                    

  Habían pasado ya dos meses desde mi llegada al Campamento Mestizo, y esos dos meses habían sido sin duda los mejores de mi vida.

  Había hecho algunos amigos, pero pasaba casi todo el tiempo con Emily y Sam.

  También me hice muy unida a mi hermano, Percy. Demasiado. Él me había enseñado a controlar bien mis poderes, y para el final del verano ya sabía crear mi propio huracán, aunque terminaba agotada. Yo también había aprendido unos cuantos trucos, como darle forma al agua (por ejemplo, sabía hacer un cuchillo que enserio cortaba) y sabía cómo escribir mi nombre en el aire usando un chorro de agua. Percy me pidió que le enseñara esos trucos.

  Tuvimos muchos más partidos de Captura la Bandera, pero nunca consiguieron arrebatarnos nuestro estandarte.

  Pero había comenzado el invierno. Y muchos campistas se fueron. Para mi suerte, Percy decidió quedarse, porque Annabeth lo hacía.

  Sam y Emily, que por cierto, ya eran pareja, también se quedaron, para pasar más tiempos juntos. Cuando me lo dijeron hice una mueca de asco.

  El invierno empezó bien... pero un día, esa nueva vida que había comenzado a construir, se derrumbó casi por completo.

  Me desperté más tarde de lo usual. Miré el reloj como todas las mañanas. Eran las diez y media. En invierno me despertaba más tarde, pero no tanto.

  Miré hacia la cama de Percy. Estaba vacía. Qué raro, pensé. Él solía despertarse pasadas las doce.

  Decidí levantarme y cambiarme. Luego de eso, fui a desayunar, pensando que tal vez Percy estaría allí.

  Había varios campistas comiendo, pero ninguno de ellos era mi hermano.

  Luego de desayunar, me dirigí a la cabaña de Afrodita, en busca de Emily.

  Cuando la encontré, fuimos juntas a practicar con la espada.

  - ¡No es justo! - dijo luego de unas diez rondas - ¡Siempre me ganas!

   - No es mi culpa que haya entrenado con el mejor del Campamento... por cierto, ¿has visto a Percy?

  - No, ¿por qué?

  - No lo he visto en todo el día.

  - Tal vez esté con Annabeth.

  - No sé... ¿Me acompañas a preguntarle?

  - ¿A Annabeth?

  - No, a Clarisse - respondí con sarcasmo.

  - Odio cuando usas el sarcasmo.

  - Entonces no hagas preguntas estúpidas.

  Como respuesta, Em me sacó la lengua, yo negué con la cabeza y fuimos hasta la cabaña de Atenea, en busca de la novia de mi hermano.

  Golpeé la puerta. Luego de un rato, Annabeth vino a abrir.

  - ¡Jennifer! – dijo. - ¿Cómo estás?

  - Bien – sonreí. - ¿Y tú?

  - Bien, justo ahora iba a ir a buscarte.

  - ¿Por qué? ¿Pasó algo?

  - No, es sólo una estupidez. ¿Y por qué me visitas?

  - ¿Has visto a Percy?

  La sorpresa se vió reflejada en su rostro.

  - No. Era exactamente lo que iba a preguntarte. No lo veo desde anoche, y habíamos quedado hoy a las 12 para ir a nadar. ¿Le ha sucedido algo?

La otra hija de Poseidón © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora