Capítulo 8 -Sin editar-

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Desperté bruscamente al escuchar golpes, llamando detrás de la puerta. Frotando los ojos, miré el reloj de la comoda y gemi al darme cuenta que eran las siete y media de la mañana. Estar levantada en domingo a esta hora lo consideraba innecesario. Con pereza, me levanté y con la fuerza suficiente, giré la perilla. Me encontré con Alonso, vistiendo solamente un pantalón de pijama. Luego de haberlo observado discretamente, frunci el ceño y me crucé de brazos. Tenía que recordar que no llevaba sujetador.

-¿Qué es lo que quieres? -no quería volver a verlo después de lo que me había hecho.

-Tú mamá está esperándote en la cocina -se mantuvo serio, mientras me observaba. Pensé que se disculparía por haberme traicionado, pero en vez de eso, se fue.

Suspirando,me dirigí al cuarto de baño y lavé mi rostro, alejando cualquier residuo del sueño. Al llegar a la cocina, mamá estaba sentada con sus brazos recargados en la barra, mientras leía una revista de recetas.

-Buenos días -dije cohibidamente, sentándome frente a ella. Levantó la vista, cerró la revista y se cruzó de brazos. Seguía molesta.

-Debido a que no terminamos el conflicto de ayer, debes imaginarte el castigo que tendrás -sí, me lo imaginé.

-Todo es culpa de Alonso -susurré, frunciendo los labios.

-Julie, ya estás muy grandecita como para culpar a otras personas por tus decisiones -me miró como si hubiera cometido un asesinato, tampoco era para tanto.

-Pero mamá...

-No he terminado -me interrumpió, levantando la mano y rodee los ojos -.Tú padre me dijo que está vez, yo decidiré el castigo -la miré, sintiéndome aliviada por no escuchar los sermones de conducta de papá.

-¿Cuál será el castigo? -pregunté, nerviosamente.

-Harás los quehaceres de la casa, y no me refiero superficialmente -empezó a decir -.Comenzarás por la cocina, la sala, el baño, las recámaras y terminarás en el jardín, que por cierto, le hace falta una buena limpieza.

-¿Hablas en serio? -obviamente esto era mucho mejor que tener prohibidas las salidas por meses, pero sinceramente, odiaba tomar el rol de ama de casa.

-Ah, también harás las compras cuando termines -se levantó de su lugar, abrió uno de los cajones de la cocineta y colocó una hoja de papel en la mesa. Lo tomé sigilosamente y leí el contenido, suspiré por la, cantidad de alimentos que estaban escritos.

-¿Eso es todo? -pregunté, confundida. Imaginaba que iba a decir algo peor, como cuidar a los niños de la vecina o acudir a servicios comunitarios.

-¿No crees que sea suficiente? -arrugó la frente, dispuesta a agregar otro castigo.

-Si, es suficiente -afirme, antes de que cambiara de opinión.

-Bien, y por favor que no se vuelva a repetir, ¿de acuerdo? -asentí, mordiéndome el labio. Un castigo como éste era fácil en cierto punto, aunque no me parecía justo que tuviera que responder por la mentira de Alonso. Pero decidí no insistir en acusarlo, terminaría limpiando la casa por todo el año.

-¿Papá aún duerme? -pregunté, cambiando el tema.

-Si, por la desvelada de anoche es comprensible ¿no crees? -me miró de reojo, mientras se preparaba un café. Pensaba que era la culpable, y bueno, lo era pero Alonso también debía ser sentenciado. Me levanté y saqué de la depensa, el último cereal que quedaba -.En una hora iremos a casa de un amigo de tú padre a desayunar -dio un sorbo a su bebida caliente y tomó asiento abriendo la revista de recetas.

-¿Columba y Alonso irán con ustedes? -pregunté, esperanzada a escuchar un "Si".

-Columba nos acompañará -respondió, y dejé de agregar las hojuelas de maiz que caian en el plato.

-¿Y Alonso? -cuestioné indiferente, y, la miré.

-No quiso ir -se encogió los hombros. Sentí mi estómago revolverse. Eso significaba que lo habían invitado y se negó a ir. Diablos.

-¿A qué hora estarán de vuelta? -pregunté, pretendiendo estar tranquila.

-Sabes lo largas que pueden volverse las conversaciones de tu padre -comentó, con fastidio -.Luego iremos a recoger unos catálogos que Columba tiene pendientes, y haremos una visita rápida a Helen.

Suspiré, levantando el flequillo de la frente. Nunca entables una conversación con papá, a menos que tengas libres las próximas tres horas de tú día. Lo que ers peor, jamás visites a mi tía Helen. En vez de "Visita rápida", debería llamarse "Prepárate para ser interrogada, mimada, aconsejada y criticada por el resto del día". No es que la odie, de hecho, es buena dando consejos, pero las preguntás que hacía, provocaba que me estresara.

-Si tenemos suerte, regresaremos antes de la cena -dijo, notando mi frustración. Le lancé una mirada escéptica que expresaba "Sabes que la tía Helen no permitirá que se vayan sin cenar" -.Bien, tal vez después de las díez.

Asentí, resignada y abrí el refrigerador. Tomé la leche y la agregué al plato de cereal. En ese instante, Alonso apareció en la cocina, usando un atuendo deportivo. Evitando que la baba corriera por mi boca, tomé asiento y lo observé por el rabillo del ojo. Se desplazó hacía la despensa y comenzó a sacudir la caja de cereal que dejé vacía.

-Lo siento, me serví lo último -sonreí, colocando el plato en la mesa. Entrecerró los ojos y sonrió de lado para luego tirar la caja, sintiéndome satisfecha por haber ganado lo que era du desayuno.

-No te preocupes, Alonso. Más tarde irán por las compras -escuché a mamá y me detuve con la cuchara en medio camino. Iba a ir sola no necesitaba que él me acompañara.

-¿Qué?

-Alonso te ayudará con la despensa -aclaró con normalidad.

-Puedo hacerlo sola -me quejé. No quería ni siquiera respirar el mismo aire que Alonso.

-No pensarás ir caminando hasta el centro comercial -me volví hacía él y me contuve a mostrarle el dedo ofensivo.

-Puedes ir sola si quieres, Julie -dijo mamá -.Pero cuando termines de hacer la limpieza en toda la casa, lo último que querrás hacer será caminar.

-Puedo hacer las compras antes -repliqué, al instante.

-No, -sacudió la cabeza -.En las mañanas no hay descuentos -olvidaba que era aficionada a ahorrar mientras se pudiera.

-Como sea -respondí, con disgusto.

-Entoces, yo te llevaré -concluyó alegremente y mostró su perfecta dentadura, mientras se preparaba un sándwich.

Benditos sean los cereales y sándwiches que hacían nuestro almuerzo más fácil y rápido.

Alonso se sentó a lado de mamá, quedando frente a mi. Empecé a percibir un cosquilleo, sintiéndome acosada por un par de ojos azules. Levanté la vista del cereal y lo encontré mirándome con detenimiento. Miré a mamá por un momento, asegurándome que no se diera cuenta del juego de miradas, pero ella estaba tan concentrada en su revista que no se percató lo que ocurría a su alrededor. Volví mi vista hacía Alonso y seguía observándome, mientras masticaba lentamente su alimento. Mi pulso se aceleró cuando sus ojos se posaron en mis labios y se quedaron ahí por un tiempo.

Desvíe la vista, deseando que mis mejillas no se sintieran calientes. Como la cobarde que soy, me levanté de mi lugar y salí a paso veloz de la cocina, sintiendo la mirada de Alonso clavada en mi espalda o tal vez en mi trasero. Una vez en la habitación, me miré al espejo. Mi cara estaba completamente roja como un tomate. No había duda que lo había notado, estúpidas hormonas.

El Huésped -Alonso Villalpando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora