21: Cita doble, mala idea. Parte O3.

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— ※ —

Luego de haber tenido una cena aparentemente normal, decidimos ir a un lugar en donde había diferentes cosas de entretenimiento. Eran cerca de las 11 de la noche y por muy extraño que pareciera, Alonso no había hecho comentarios imprudentes o estúpidos.

Eso era un gran récord.

Al llegar, me percaté que el lugar estaba repleto de chicos y chicas de nuestra edad, ya música resonaba en mis oídos, junto con los ruidos de las personas.

Nos deslizamos en la mesa cuadrangular y pedimos unas botanas de entrada. Alonso y Daniela estaban sentados al otro lado de la mesa, quedando Alonso frente a mí. Alan tomó asiento a mi lado y se colocó tan cerca, que su hombro chocaba con el mío.

Daniela intentó entablar una conversación conmigo, acerca de las diferentes tiendas extravagantes que concurría, pero no estuve muy interesada en su propuesta de acompañarla un día de estos.

No solía ser muy simpática con chicas como ella, de hecho me había caído mal desde el día que se acercó en el centro comercial. No me juzguen, así como existía el "amor a primera vista", también existía el "odio a primera vista".

-¿Quieres ir a jugar videojuegos? -propuso Alan, después de tomarnos nuestras bebidas.

Asentí y me levanté de mi lugar. Era eso o tener que soportar como Daniela restregaba su escote en la cara de Alonso.

-Tranquilo, Alonso. Vamos a la máquina de juegos -comentó Alan, cuando nos miró.

Elegí la máquina en donde tenías que atrapar unas estúpidas ardillas, pegándoles con un martillo de plástico que venía integrado.

El resultado era de dar pena ya que fracase tres veces seguidas.

-No es lo tuyo asesinar ardillas -se burló Alan, cuando el juego terminó.

-No nací para esto -comenté, irónicamente.

-Veamos si eres buena en el golf -dijo, llevándome más allá de las máquinas y el boliche.

Llegamos a la parte de atrás del lugar. Un enorme jardín apareció a mi visión, dejándome impactada por la cantidad de césped artificial que nos rodeaba.

-¿Lo has jugado? -preguntó, tomando un saco lleno de palo de acero.

-No, realmente -respondí, avergonzada.

-Déjame enseñarte -propuso.

¿Enseñarme qué? ¡Concéntrate pervertida! ¡A jugar golf!

-Ven -me llamó, mientras caminaba hasta el césped, colocando la bolsa de cuero en el suelo.

-Me imagino que el objetivo es meter la bolita en el hoyo ¿no? -dije, intentando que las palabras no se malinterpretaran.

-Lo importante es la fuerza que pongas para que logre entrar -respondió, mostrando una sonrisa maliciosa. -Vamos, acércate -decía, sujetando el palo de acero en sus manos.

Miré a mi alrededor percatándome que estábamos solos. Vaya, tanta gente que había en el lugar y a nadie se le ocurrió jugar golf en este momento.

Lo incómodo pasó después como tenía previsto. Alan se colocó detrás de mí, sintiendo como su torso se recargaba en mi espalda. Rodeó sus brazos, tomando el palo de acero que yo también sostenía.

-¿Alcanzas a ver el punto en donde debe caer la bola? -susurró, provocando unas ligeras cosquillas en mi oreja.

Concentrándome, alcé mi vista al frente y a unos metros de nosotros un agujero estaba en el césped.

El Huésped -Alonso Villalpando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora