44. Recuerdos, aclaraciones y felicidad

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A eso de la una de la madrugada, obligué a Alonso para que saliera de mi habitación. Él insistía en querer pasa la noche conmigo pero le borré esa ilusión. Todavía se escuchaba la música desde su cuarto y a esas horas no es muy conveniente tener canciones de su banda favorita. Alguien podría llamarle la atención y ahí se descubriría nuestra desobediencia ante las condiciones de mi papá.

Al día siguiente, me desperté pasadas de las diez de la mañana. Tuve que recuperar las horas que consumí la noche anterior al quedarme platicando con Alonso en mi habitación. Pero a pesar de eso, no me arrepiento de haberme desvelado. Valió la pena ya que recibí muchos besos y caricias tiernas de su parte.

—Es muy tarde para estar desayunando —levanté la vista y Columba venía entrando con una sonrisa divertida.

—Nunca es tarde para alimentarse —le sonreí y continúe comiendo mi comida.

Luego de prepararse un café, tomó asiento frente a mí y dejó caer encima de la mesa uno de sus catálogos.

—¿Te desvelaste leyendo un libro? —preguntó mientras ojeaba la revista.

La mire y sentí como me congelaba momentáneamente en mi sitio. No me inquietaron exactamente palabras, sino en la manera sarcástica en la que formuló la pregunta.

—Más o menos —logré decir con nerviosismo.

—Imagino que Alonso estuvo involucrado en eso —añadió, dándole un pequeño sorbo al café caliente.

Me removí incómoda, intentando buscar alguna justificación. Columba no era estúpida. Detrás de esa persona amable y dócil, había una mujer inteligente y astuta.

Percatándose de mi silencio, apartó la vista del catálogo y me sonrío dulcemente.

—No te preocupes Julie, sabes que no diré nada —me miró con complicidad y se volvió a lo que estaba haciendo.

Estaba segura que no diría nada. Ella fue la primera en descubrir la conexión amorosa que Alonso y yo estamos ocultando. Así que sinceramente no me preocupaba por ello. Pero sus acertaciones me sorprendían, a veces me preguntaba si tenía alguna especie de superpoder en dónde puede leer la mente o algo por el estilo.

—¿Cómo lo supo? —susurré, sintiendo mis mejillas arder.

Yo que recuerde, Columba estaba en la cocina cuando me fui a mi recámara.

Cerró la revista y alzó la vista aún con esa sonrisa de tranquilidad.

—Conozco a Alonso. De pequeño cuando le prohibía salir a jugar por no haber terminado la tarea, se encerraba en su habitación, subia el volumen de la televisión y se escapaba por la ventana para ir con sus amiguitos —se quedó pensativa, recordando el pasado—. Al principio no lo sabía pero una vez me di cuenta cuando lo vi entrar por la venta  como un pequeño ladrón.

Se río a la vez que negaba con la cabeza. Imaginar a Alonso de pequeño actuando con bebeldía en una edad tan temprana, causó que me uniera a Columba. Por lo que veo esa costumbre la tiene desde mucho antes.

Dejamos de reír cuando Alonso entró a la cocina, frunció el ceño preguntándose la causa de nuestras risas mientras se recargan en la pared.

El ambiente risueño desapareció en cuanto mi mirada se enfocó en su pecho desnudo. Los músculos del abdomen se veían cada vez más firmes y notorio. Sigo pensando que hace algún tipo de ejercicio en su habitación para mantenerlos en forma. Me mordí el labio involuntariamente. Me convencí que su cuerpo maduro estaba apto para un chico de 21 años.

El Huésped -Alonso Villalpando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora