Extra 1;

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—Diablos, Alonso ¿Por qué no me despertaste? —me quejé, ahogando un bostezo.

Él se encontraba en la cocina terminando su desayuno, con una sonrisa. Al momento en el que había despertado, me di cuenta que era demasiado tarde. Faltaban más o menos veinte minutos para ir a la universidad y yo seguía soñolienta y con lagañas en los ojos.

Salté literalmente de la cama y me duché como un torbellino y en cuestión de segundos ya estaba buscando entre el armario las ropas que ni siquiera había desempacado de mis maletas.

Anoche, no nos resistimos al juego de miradas y aprovechamos la privacidad. Mediante besos, caricias y susurros, llegamos a la habitación y lo siguiente que recuerdo es que estaba sobre la cama con Alonso dentro de mí. Fue la mejor manera de disfrutar la primer noche en nuestro nuevo hogar.

Y fue así como olvidé organizar mis pertenecías ya que luego de llegar a una profunda oleada de placer, me acurruqué en su pecho desnudo y me quedé profundamente dormida en cuanto mis ojos se cerraron.

Ahora, después de guardar los cuadernos en la mochila, me apresure a terminar los huevos revueltos que Alonso había preparando. Por otro lado, él se veía pacífico y tranquilo. Con su rostro totalmente relajado, como si estuviera de vacaciones en la playa observado el océano mientras que yo estaba atragantándome con el juego de naranja.

—Te odio —dije, limpiando mis labios con una servilleta.

No lo odiaba realmente. No era el tipo de odio en la que te repugnaba una persona por el simple hecho de respirar. Más bien era un odio indefenso que no tiene que ser tomado muy enserio, aunque en estos momentos tenía ganas de ahorcarlo por no haberme levantado a una hora considerable.

Pero claro, él no tenía de qué preocuparse. Ya se había vestido y arreglado con anticipación. Llévaba puesto unos vaqueros desgastados, una camiseta negra con una una leyenda desconocida en el centro, que por cierto, se ajustaba en la parte de su espalda y torso.  Y vans que alguna vez fueron blancos. Su cabello estaba brilloso y despeinado de la misma manera de siempre. Con ese toque sexy y feroz que lo hacía ver irresistiblemente devorable.

Una vez que terminé, miré el reloj de mi celular. Éste marcaba cinco minutos para las ocho de la mañana. Mierda.  No llegaremos. Corrí al baño y me lavé los dientes. Tomé mi mochila, salí del departamento y subí  a la camioneta. Con mi aliento entrecortado, arreglé mi cabello en una coleta. No me arriesgaría a llegar a la universidad como si me hubiera explotado una bomba en la cara.

Alonso cerró la puerta detrás de él y se colgó su mochila en uno de sus hombros, caminando hacia la Suburban. Sus pasos eran sigilosos y lentos. Lo miré con el ceño fruncido. Lo estaba haciendo a propósito. Estúpido. Mi hermoso y adorable estúpido.

Cuando por fin encendió el motor, suspiré frustrada y sequé las palmas de las manos sobre mis Jeans. Odiaba llegar tarde. Más aún cuando sabía que los profesores no aceptaban excusas por los retrasos en sus aburridas clases.

Cuando aceleró, solté un grito agudo y me ajusté el cinturón. Alonso rebasaba autos y frenaba con agilidad. La velocidad en la que nos desplazábamos por las calles era abrumador  y divertido. Su vista estaba tan concentrada al frente que me contuve en querer ponerme en su regazo y felicitarlo por la habilidad que poseía al conducir.

Al momento en que llegamos, a paso rápido, entramos al edificio. No me sorprendió ver los pasillos repletos de estudiantes. Alonso tomó mi mano, evitando que me perdiera entre los demás y llegamos a mí aula.

Me giré hacia él para despedirme y se adelantó uniendo sus labios con los míos. Me había tomado por desapercibida pero le correspondí sin pensarlo. Cuando mis sentidos se dieron cuenta que tenía que entrar al salón, me alejé lentamente.

El Huésped -Alonso Villalpando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora