Capítulo 9 -Sin editar-

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Después de leer, bajé a la sala cuando me di cuenta que mis padres y Columba ya estaban por irse. Me encontré a papá, se detuvo al verme y me regañé mentalmente por haber salido de la habitación .

-Ya me dijo tu mamá lo que tienes que hacer -dijo. Sabía que no estaba de acuerdo, él hubiera elegido algo que me haría aprender la lección.

-En un rato más comenzaré a limpiar -me miró por un momento y luego negó con la cabeza, arrepintiendose por no estar a cargo.

-Será la última vez que le pido a Rebecca que te castigue -dicho esto, cogió las llaves y salió por la puerta principal. Luego de que se fueran, me topé con Alonso, quien venía bajando de las escaleras.

-¿Lista para comenzar a hacer limpieza? -preguntó, sinicamente al pasar por mi lado. Puse los ojos en blanco y choqué su hombro con el mío, mientras subía -.Iré a correr, no me extrañes -lo miré sobre mi hombro y me guiñó el ojo para después marcharse.

(...)

Llevaba dos horas limpiando y ya comenzaba a cansarme. Me faltaba poco para acabar, había terminado con la cocina, la sala y la recámaras de mis padres y Columba. Gruñi y limpié el sudor de mi frente con el dorso de la mano. Salí de mi habitación y coloqué los productos de limpieza en el suelo. Suspiré y me senté, recargando la espalda en la pared. Escuché el sonido de la puerta principal abrirse y cerrarse. Diablos. Tenía que evitar que Alonso me viera de ésta manera. No dudaría en burlarse. Me levanté y recogí nuevamente lo que había dejado en el suelo. Maldije internamente cuando vi a Alonso, subiendo las escaleras. Se veía agotado al juzgar por su aspecto. Una vez que estuvo completamente en la segunda planta, se detuvo tomando bocanadas de aire. Me miró de arriba a abajo y sonrió. Me miré a mi misma y bueno, estaba transpirada, el trenzado desordenado, unos cuantos cabellos pegados en mi rostro por el sudor y tenía los productos de limpieza en ambas manos. No era un atuendo presentable.

-Linda blusa -dijo, señalando el estampado que decía fuck you.

-Es una dedicatoria para ti -sonreí, orgullosa.

-Gracias por el detalle -entró a la habitación y mi sonrisa desvaneció al momento en que cerró la puerta. Siempre cuando intentaba hacerlo sentir mal, sacaba provecho de ello para usarlo en mi contra.

Con maldiciones y quejas, logré terminar de limpiar el baño. Luego de tomar un descanso de cinco minutos y refrescar mi garganta con agua fría, salí al jardín. Era lo último que me faltaba para concluir parte del castigo. Cuando crucé por la puerta corrediza, me asuste al ver el panorama. Había millones de hojas secas y ramas espinosas esparcidas por el césped. No entendía como un simple árbol podía causar tanto desorden.

Cerré los ojos por un momento y suspiré, buscando la paciencia para limpiar todo esto. Me lo merecía por confiar en las palabras de Alonso. Ojalá y algún día, le cayera un rayo en la cabeza por haberme traicionado. Me coloqué los enormes guantes de jardinero y con una bolsa negra en una mano, comencé a recoger las hojas.

Mis esfuerzos parecían no tener éxito, ya que llevaba tres bolsas llenas de hojas y aún me faltaba más de la mitad. Mi espalda comenzaba a punzar y mis piernas hormigueaban con ardor. Me dediqué a tomar un respiro y levanté la vista hacía las ventanas del segundo piso. Por alguna razón, mis ojos se posaron en la habitación del intruso y ahí estaba Alonso, mirándome por la ventana con una sonrisa.

Ignorando el dolor que circulaba por mi cuerpo, me levanté y alcé el brazo, mostrándole el dedo medio con toda la intención. Sin dejar de sonreír, negó con la cabeza y cerró la cortina.

-Estúpido -murmuré, mientras volvía con mi labor.

(...)

Minutos después, cerré la quinta bolsa y la coloque junto a las demás. Escuché la puerta corrediza y vi a Alonso. Estaba recién duchado, mientras yo estaba sudando y sufriendo. Fruncí el ceño cuando observé detenidamente el estampado de su camisa. Era una chica anime en traje de baño y a lado decía: "You are so sexy". Si estaba refiriéndose a él, tenía que darle la razón. Aparté la vista y continúe recogiendo las hojas que faltaban.

-No has limpiado mi habitación -lo escuché decir, sintiendo que caminaba hacia a mi.

-Puedes hacerlo tú mismo -respondí, concentrada en lo que estaba haciendo.

-Dámelos -dijo bruscamente. Lo miré, confundida. Esperaba que no estuviera proponiendo algo pervertido porque lo golpearía.

-¿Qué? -suspiró y pasó los dedos por su cabello que relucía.

-Dámelos -repitió, pero está vez señaló los guantes que llevaba puestos.

-Los estoy usando -escondí las manos por detrás de la espalda. Pretendía que recogería las espinas sin protección y no lo iba a permitir.

-Bueno, si quieres que te ayude tengo que proteger éstas manos -dijo, mostrándolas.

¿Iba a ayudarme?

Como sea que fuera, tenía que aprovechar su cortesía. Me quité los guantes y se los entregué. Se los colocó y éstos quedaron justo a la medida. Tomó la bolsa negra y comenzó a levantar las ramas espinosas en silencio.

-Gracias -susurré, sentándome en el césped. No debía agradecer, pero la palabra salió involuntariamente de mi boca.

-No es nada -contestó, sin mirarme -.Después de todo, también soy responsable -podía tomar ese comentario como una disculpa.

La siguiente hora y media me deleité, observando a Alonso y admiré la manera en la que sus bíceps se contraían cada vez que ponía sus brazos en movimiento. Tampoco pude perder de vista los músculos de sus hombros y su espalda, se tensaban al agacharse y se relajaban al levantarse. Era todo una escultura para mi visión.

Los rayos del sol caían sobre su cabello rubio, dándole una apariencia dorada. Por un instante, me pregunté que se sentirá enterrar los dedos a través de su cabellera. La tentación de ir a comprobarlo y explorar cada centímetro de su cuerpo se hacía cada vez más insistente. ¿Qué me pasaba? Sacudi la cabeza, despejando los pensamientos depravados que comenzaban a invadir mi mente.

-Deja de mirarme -murmuró, aún de espaldas hacía mí e inmediatamente me sonrojé y desvíe la mirada al vacío. Decían que las personas eran capaz de sentir las miradas intensas de otras, así que supongo que él era una de ellas.

(...)

Luego de tirar las bolsas a la basura, entramos a la casa y nos dirigimos a la cocina. Tenía mi cabeza sobre la mesa y los brazos estirados a los lados. Estaba agotada y transpirada. Necesitaba una ducha urgente, pero tenía que esperar a que el calor del cuerpo disminuyera.

-Voy a morir del cansancio -me quejé, dejando salir un largo suspiro.

-No seas dramática, no fue para tanto -contestó sin verse afectado. Se acercó a la mesa y colocó una jarra de agua, junto con un par de vasos.

-¿No fue para tanto? -levanté mi cabeza y lo miré, arqueando las cejas -.Te recuerdo que desde las nueve de la mañana estuve limpiando la casa.

Su sonrisa desvaneció y le miró por unos segundos. Estaba segura que quería decir algo, ¿Disculparse correctamente, tal vez? Tenía esa esperanza, pero todo se fue a la borda cuando bajó la mirada y agregó agua a los vasos de vidrio. Era orgulloso o simplemente no quería decir que había tenido la culpa. Me ofreció el vaso y sin dudar, tomé su contenido. Mi garganta agradeció la sensación de la agua refrescante. En cuestión de segundos, volví a llenar el vaso y bebí nuevamente, sintiendo una sed incontrolable.

Después de unos minutos de silencio, miradas correspondidas y sonrisas delatadoras, me levanté y puse la jarra de agua dentro del refrigerador casi vacío. Lo que me recordó que tenía que ir por las compras.

-Tenemos que traer provisiones para la despensa -dije, cerrando el refrigerador.

-Tenemos que ducharnos primero -comentó e imaginé algo que no era apto para mi mente. Se percató de mi expresión y sonrió, maliciosamente -.Podemos hacerlo por separado, pero si quieres que nos duchemos juntos, te puedo asegurar que...

-Cállate -lo interrumpí, rodando los ojos y salí de la cocina.

-Estaba bromeando -lo escuché decir con diversión. Sacudi la cabeza y reí, mientras subía las escaleras. Comenzaba a agradarme ese lado de Alonso.

El Huésped -Alonso Villalpando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora