12: Lado desconocido

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— ※ —

Tener la presencia de ambos en mi habitación generaría muchos problemas y la mayoría de ellos no eran nada buenos. Estaba nerviosa, pero no iba aparentarlo, la tensión en nuestro alrededor era suficiente como para unirme.

-Me gustaría que intentaras golpearme -dijo Alan, manteniéndose firme y sin señales de temor.

-¿Quieres comprobarlo? -Alonso lo retó, formando puños en las manos.

-Alonso, es suficiente -intervine, colocando la mano en su pecho. Una confrontación entre ellos complicaría las cosas.

-Dile que se vaya o yo con gusto lo sacaré a patadas -advirtió, intimidante. Sabía que sería, capaz de hacerlo sin importarle mi presencia o la de mis padres. Me giré hacia Alan y lo miré, casi suplicando.

-¿Podemos hablar después? Estaré en problemas si no te vas -dudó por un momento, pero luego asintió.

-Lo haré por ti, no por él -comentó, mirándome de reojo.

-Fuera de aquí -espetó Alonso, conteniéndose de darle un golpe. Lo hice a un lado y llevé a Alan hasta la puerta principal, teniendo precaución de no generar mucho ruido.

-Lo siento -hice una mueca, abriendo la puerta. Debía pensar que Alonso era algún tipo de demente que me acechaba.

-Está bien, luego terminamos la conversación -asentí, despidiéndolo con un beso en la mejilla. Cerré la puerta con cuidado y volví a la habitación de manera sigilosa. Alonso me miró y sacudió la cabeza, aún estando molesto.

-¿Estas consciente de que ese idiota sólo quiere acostarse contigo? -comencé a enojarme. Primero intentó besarme, me ignoró después, entró a mi habitación y ahora juzgaba a Alan, sin tener argumentos en su acusación.

-Ni siquiera lo conoces -contesté, molesta.

-Y no me dan ganas de conocerlo -dijo, cruzando los brazos.

-Además ¿A qué venías a mi habitación? No puedes entrar cada vez que se te pegue la caga -pregunté, indignada.

-¿Cómo que a qué? Escuché voces, recuerda que mi habitación está a lado del tuyo y no quería oír sonidos pornos toda la noche.

-No estábamos haciendo nada malo -repliqué, desesperada. No tenía por que darle explicaciones pero por eso ocurrían los malos entendidos.

-Que sea la última vez que te encuentras a solas con él en tú habitación -reprendió, cerrando la puerta detrás de él. Apreté los labios, absteniendo las ganas de gritarle. Gruñi con frustración y me deje caer en la cama. Me desesperaba tener que soportar su actitud machista.

(...)

A la mañana siguiente, aún sentía la bilis correr por mis venas. Las ojeras habían aparecido debajo de mis ojos, todo gracias al desvelo que pasé. Tomé una ducha, haciendo un intento de despabilarme de la pereza que comenzaba a apoderarse de mí. Fui a la cocina y me sentí ofendida al encontrar a todos, desayunando pacíficamente. Nadie me despertó para hacer compañía, si estuviera desmayada en la habitación, nadie se daría cuenta; una clara prueba de que mi família me amaba.

El Huésped -Alonso Villalpando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora