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Sin editar

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Los días fueron pasando lentamente y para ser honesta, fueron los más relajantes. No volví a cruzar ninguna palabra con Alonso desde que acepté su misterioso trato. De hecho, no lo veía como era de costumbre. No es que me gustara estar viéndolo todo el día, pero su ausencia me tomó a la deriva.

Su rutina era salir a correr por las mañanas, y por las tardes se iba con alguno de sus amigos. Regresaba a horas inapropiadas, algunas veces llegaba al amanecer y nadie se veía consternado por eso. Me pregunté cuántos años tendría para que tuviera esa libertad de volver a a casa a la hora que se le antojara. Debía tener veinte a lo mínimo, pero aún así, debía tener un poco de respeto y consideración hacía nosotros. Pero parecía que yo era la única que se mortificaba con respeto a eso ya que ni mis padres, ni Columba -que era aparentemente era la responsable de Alonso -se daban la molestia de llamarle la atención.

Sabía con certeza que si fuera yo la que actuara así, papá ya estaría inscribiendome en una escuela de monjas con la finalidad de tener un comportamiento adecuado. Me parecía totalmente injusto que tuvieran preferencias con Alonso sólo por el hecho de que era hombre.

El sábado por la mañana, inicié el día con una deliciosa ducha. Luego de terminar, bajé felizmente por las escaleras y me dirigí a a la cocina. Mi alegría se debía a la armonía de no ser molestada por el intruso. Era como si se hubiera rendido a fastidiarme, pero apesar de la inmensa felicidad, se escondía una inseguridad detrás de ellos. Sabía que tenía que seguir a alerta a cualquier comentario o movimiento, a Alonso lo consideraba como un felino que en cualquier momento podría atacar, tomando a su víctima desprevenida.

El desayuno, que estaba compuesto por huevos fritos, tocino, fruta y té fueron suficientes para que estuviera satisfecha. Después de todo no era una mala cocinera. Aunque debería aprender un poco más sobre cocinar, no sobreviviría a base de cereales y comidas rápidas todo el tiempo. Había que compararse con ese adictivo juego llamado "Los Sims", los tentempiés y pizzas no era suficiente para cubrir sus necesidades. Lo mismo pasaba en la vida real, a menos que llevaras una dieta estricta.

En ese instante, Alonso llegó a la cocina y traté de no atragantarme. Diablos, si que era atractivo apear de que estaba vestido informal. Llevaba una camiseta de tirantes blanca, shorts negros que le llegaban por debajo de la rodilla y tenis deportivos dignos de soportar carreras olímpicas. Su aspecto era lo que me ponía nerviosa. Tenía que admitir que se veía sexy sin importar que su rostro estuviera asoleado y transpirado. Me parecía una locura pensar que las gotas de sudor que caían por su frente, formarán parte de su atractivo.

Me miró de reojo, mientras tomaba un vaso de agua. sabía que lo estabas admirando. Sonrío por encima del vaso, descubriendo la debilidad que sentía. Lo ignoré lo más que pude, pero mi mirada parecía estar de mi contra porque viajaba hacia él, observando sus bíceps. Afortunadamente salió de la cocina, permitiéndome respirar con normalidad. Tenía que acostumbrarme a verlo todos los días y esperaba poder lograrlo porque las hormonas se despertaban cuando estaba cerca.

(...)


Por la tarde, estaba descansando luego de haber limpiado mi cuarto. Creo que me sentí un poco avergonzada por saber que la habitación de Alonso estaba más ordenada que la mía, pero ya di mis razones para no volverme un adicto a la limpieza, anormalidad era una de ellas. Mientras estaba leyendo,me acordé que no había pedido permiso acerca de la fiesta de esta noche. Me golpeé la frente y cerré el libro .nada más faltaba que no me dejara ir por no haber avisado antes.

Mis padres no sé encontraban en ninguna parte, por lo que me pareció un tanto desconcertante. Generalmente, se quedaban los sábados en casa. No había señales de ellos e incluso Columba. La habitación de la planta baja, estaba vacía. Busqué en el jardín y en la cocina, pero no tuve éxito. Fui a la sala y me dirigí directamente a la ventana. La camioneta de mis padres no estaba así que tenía que esperar a que regresaran. Eran las seis de la tarde y si por alguna razón no llegaban antes de las nueve, tenía que despedirme de las cuatro ventajas que había contemplado. Suspiré y deje caer mi frente contra el vidrio. Quería ir a esa fiesta.

-¿Buscabas a alguien? -me giré sobresaltada, encontrándome con Alonso sentado en el sofá.

-¿Sabes a dónde fueron mis padres? -pregunté llevando una mano a mi pecho, tranquilizando el susto. Comenzaba a pensar que lo había hecho a propósito, pero debió haber estado en la sala antes de que yo apareciera. Estaba tan concentrada en llegar a la ventana que no volteé a mi alrededor.

-Llevaron a Columba a entregar unos catálogos pendientes - contestó,pacíficamente.

-Oh -esperaba que volvieran a tiempo.

-¿Para qué los buscabas? -preguntó, poniéndose de pie.

-Ese no es tú asunto -dije, comenzando a caminar hacia las escaleras.

-No les no les has pedido permiso, ¿verdad? -me detuve y me giré hacia él, preguntándome cómo diablos lo sabía.

-No, aún no.

-Tuviste dos largos días para hacerlo -arqueó las cejas.

-Olvidé decírselos -me encogí de hombros y aparente indiferencia, sabiendo que por dentro estaba ansiosa.

-Oh claro, tal vez fue porque me mirabas todo el tiempo -sonrío, apreciando mi reacción atónita.

-No te miro todo el tiempo -repliqué, intentando convencerme de ello.

-¿Ah no? ¿Y qué me dices de ayer? Me estabas observando desde la ventana de tu habitación mientras hacía abdominales en jardín -frunció el ceño, confundido.

¿Qué podría decir? Mentir no era una salida convincente. Sí, estuve mirándolo como una obsesionada hasta que terminó. Pero una coincidencia. Cuando abrí las cortinas, ahí estaba recostado en el césped haciendo sus ejercicios con su torso desnudo. No iba a perder algo como eso, pero tampoco se lo iba a decir.

No quedó más que seguir subiendo las escaleras. Escuchaba su risa y mis mejillas ardieron. Él sabía que lo estaba mirando y aún así, continuó. Entré a la habitación y cerré la puerta bruscamente. Idiota, retrasado, estúpido, demente. Las palabras aparecieron en mi mente cuando pensé en él.

Lo que lograba escuchar desde mi habitación era los autos que transitaban en el exterior. Tal vez de tanto reír se le dio un paro cardíaco o se ahogó en su propia saliva y ahora estaba tirado en medio de la sala, agonizando. Bien, no tenía por qué ser tan extremista. Al cabo de unos segundos de silencio,hubo unos golpes detrás de la puerta. La abrí y lo encontré en perfectas condiciones, recargado en el marco de la puerta.

-Sólo para avisarte que ayer le dije a tus padres que te invitaría a salir esta noche y aceptaron -me quedé mirándolo, procesando su comentario. Era gentil de su parte haber pedido permiso porque parecía que no volverían dentro de unas horas,pero luego reflexioné.

-El que me invitó a salir fue Alan -aclaré.

-Imagino que así se llama el tipo que estaba esperándote en su auto aquella noche ¿no? -dijo, amargamente -.Como sea,nos vamos a las nueve.

El Huésped -Alonso Villalpando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora