39; Sobre todas las cosas

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Sin editarlo

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Toda esa alegría y paz que había absorbido durante la noche ya no estaba. Fue sustituido por enojo e intriga. Me pregunté una y otra vez ¿Qué diablos hacía ella aquí a estas horas? Más vale que tenga una buena razón porque si no tendré que volver a recurrir a la violencia para que se vaya.

Bajando los escalones, llegué hasta Columba y abrí la puerta completamente.

-No tienes absolutamente nada que hacer en mi casa -expresé con amargura.

Ella sonrió como si le diera gracia lo que acaba de decir. Si sigues sonriendo, juro que esta vez le romperé la boca.

-Necesito hablar con Alonso -pidió fácilmente mientras retiraba su asqueroso cabello por detrás de su hombro.

-Nosotras nos vamos -escuché decir a mi mamá.

Asintiendo, Columba se alejó de la puerta y caminó en dirección a su recámara. Logré sentir la mano de mi mamá en mi brazo.

-Vamos Julie -tiró suavemente de mí.

¿En serio? Está muy equivocada si piensa que me iré a mi habitación dejando a Alonso con esta zorra.

Solté bruscamente mi brazo de su agarre y la encaré.

-Me quedaré aquí -dije con seguridad.

-Quiere hablar con Alonso, no contigo -alzó sus cejas tratando de mantener una apariencia amable.

-Julie puede quedarse, señora Owens -intervino Alonso mientras caminaba hacia nosotras.

Mi mamá lo observó por un momento y luego se volvió hacia mí.

-No quiero un escándalo ¿de acuerdo?

Dicho esto, desapareció de la sala no sin antes lanzarme una mirada advertencia.

Alonso llegó a mi lado y miró a Daniela con el ceño fruncido.

-¿Qué es lo que quieres?

-Sabes perfectamente porqué estoy aquí -dijo, observando sus uñas postizas.

-¿De qué diablos estás hablando? -preguntó Alonso confundido.

Daniela apartó la vista de su manicura y me miró.

-¿Quieres que lo diga enfrente de Julie?

Estoy perdiendo la paciencia. Aquí nadie vino a pedir sus servicios.

-Dilo de una vez -espeté molesta.

Se rió por lo bajo y se cruzó de brazos. Intento guardar compostura. Pero ver a Daniela mirándome con compasión me hace querer vomitar en su cara.

-Olvidé mi sujetador -soltó las palabras con toda normalidad.

Me reí cínicamente.

-¿Qué te hace pensar que está aquí? Tal vez se quedó en el apartamento de Alan o en alguna otra casa -argumenté con la intención de hacerla sentir lo que es, una puta.

-Dejé mi sujetador en tu camioneta -dijo dirigiéndose a Alonso.

En ese momento sentí una inmensa rabia de ahorcarla para que reaccionara. Pero después, en mi mente se fueron uniendo piezas acerca de ese tiempo en el que Alonso tardó en llegar al evento.

Pasando la enorme duda que sentía en mi garganta, me giré lentamente hacia él.

El rostro de Alonso permanecía inmóvil. Su ceño se iba profundizando tratando de procesar su comentario. La misma sensación que había experimentado el día en el que encontré a Alan con ella, se instalaron en mi piel.

El Huésped -Alonso Villalpando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora