Extra 2

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Con movimientos sigilosos y lentos, la criatura se desplazó husmeando alrededor de la cocina. Juro que cuando se giró hacia a mí, me miró con odio. Sus patas peludas comenzaron a caminar despacio, directamente a donde me encontraba.

-Alonso, aleja esa cosa de mí - dije, retrocediendo. Río y negó con la cabeza. No era gracioso.

-¿Le tienes miedo a Doki? - preguntó, con sus cejas alzadas y con esa sonrisa burlona que me hacía querer golpearlo con amor.

-Oh, ya hasta le pusiste nombre. Y no, no le tengo miedo. Eso sólo que no me gustan -repliqué sin quitarle la mirada a la bola de pelos que paseaba por todos lados.

-Julie, es un gato. No te asesinara por la noche -dijo, sacando las provisiones  de las bolsas.

Era una mala comparación pero ese tipo de felinos me repugnaban. La última vez que tuve un gato fue a los once años. Mis padres me lo habían regalado por mi cumpleaños, se llamaba Kitty. Cuando era pequeña tenia una obsesión por Hello Kitty, de allí el nombre. Me sentía soñada de tener a Kitty como mascota, me encantaba acariciar su pelaje blanco y jugar con ella con un hilo de estambre.

Cuando llegaba de la esvuela, lo primero que hacía era ir a verla. Era mi todo, en esa época. Pero de un día para otro se volvió agresiva, cuando intentaba acariciarla, me aruñaba y me mordia. Mi papá me decía que era porque yo la mimaba demasiado, fue entonces que dejé de tratarla con cariño.

Hasta que una noche, mientras dormía, se peleó con mi cabello. Recuerdo que gritaba como loca, porque no me la podia quitar de encima. Si no fuera por mis padres, que llegaron a quitármela, hubiera tenido la cara llena de rasguños.

Y ese mismo día, mi mamá se la regaló a una de mis tías. Cada vez que iba a visitarlas, siempre estaba alli y en cuanto Kitty se percataba de mi presencia, brincaba hacia a mí con sus garras listas para atacar.

Fue un trauma temporal pero aún así, cuando me encontraba gatos vagando por las calles, los evitaba a toda costa. Cada gato me recordaba a Kitty, todos se parecían. Y Doki no era la excepción. Aunque se veía tierno e inofensivo, pero como dije, no quiero volver a pasar por lo mismo que pasé con mi antigua mascota.

-¿En dónde compraste a "Doki"? -cuestioné, haciendo comillas en el aire para dramatizar.

-No lo compré, lo adopté que es diferente. Me encontré a Freddy en el estacionamiento del centro comercial y llevaba un pitbull. Me dijo que lo había adoptado, me ganó la curiosidad y le pedí el local en donde estaban dando animales en adopción. Fui a ese lugar, me encontré a Doki y el resto es historia -explicó y se sentó en silla, abriendo el paquete de comida china.

-¿Y tuviste que traer especialmente un gato? ¿Por qué no un cachorro o algún pez? -dije, sentándome frente a él.

Los perros eran más lindos y divertidos. Podrían defenderte de algún delincuente. Había visto en televisión miles de casos en dónde el perro había ayudado a su dueño en situaciones peligrosas.

Nunca había escuchado que un gato hubiera salvado la vida de una persona, solo sabía que eran expertos en aruñar y destrozar tus muebles. Los cachorros, en cambio, podrían ser disciplinados y no causarte problemas.  Un gran ejemplo de eso, eran los casos de Cesar Millán. Admiraba a ese hombre.

-El último perro que quedaba lo adoptó una anciana, así que no pude hacer nada. Era el gato o una víbora. Y pensé que no gustaría la idea de tener una serpiente en nuestro departamento, fue por eso que traje al gato ¿Quieres que lo regrese y traiga a la víbora, que por cierto, es una cascabel? -me retó, comiendo un bocado de arroz.

Obviamente prefería el gato. Suspirando con derrota, tomé la cajita de arroz y con los palillos, comencé a comer. No estaba muy de acuerdo con la idea de tener una mascota.

El Huésped -Alonso Villalpando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora