18: Todo bien hasta que...

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— ※ —

Durante el trayecto, me dispuse a contar los árboles que veía a través de la ventana. Tener a Alonso mirándome de reojo me ponía nerviosa y luchaba conmigo misma para no mirarlo.

-Esperemos que no llueva -rompió el silencio.

-Si eso pasa, me daré cuenta que eres pésimo eligiendo días para invitarme a salir -dije, arrepintiendome después. Siempre tenía que estar a la defensiva.

-Si no quieres ir, podemos regresar a casa -comentó, deteniendo la camioneta ante la señal del semáforo. Miré su perfil, intentando descifrar su expresión, pero no pude saberlo aunque sabía que podía estar molesto.

-No, está bien -dije, acomodándome en mi asiento.

-¿Estás segura? No quiero que te arrepientas después -contestó con voz neutra.

-Si, estoy segura. Además tengo ganas de pasar tiempo contigo -las palabras salieron de mi boca, sin haberlas procesado con anticipación.

Sus ojos se encontraron con los míos, provocando calambres en estómago. Su mirada descendió a mis labios y pasó saliva. Estaba por inclinar su cuerpo hacia mí, cuando la bocina del auto que estaba detrás, comenzó a sonar de forma ruidosa y repetitiva. Se incorporó rápidamente y miró por el retrovisor, con el ceño fruncido.

-¿Qué diablos le pasa? -preguntó, furioso.

-Tienes que conducir -respondí, señalando la luz verde.

(…)

Afortunadamente, no llovió mientras estábamos en el parque de diversiones. Hubo unos pequeños relámpagos, pero nada más. Había pasado más de una hora desde que llegamos al parque de diversiones y ya habíamos disfrutado de la adrenalina de los juegos que te dejaba prácticamente en el aire. Esperaba por lo menos que Alonso demostrará algo de miedo cuando el juego subía a una altura peligrosa, pero no, ni un grito aterrador salió de su boca. Lo único que escuchaba era su risa cada vez que yo estaba como una loca.

Luego de un recorrido, encontramos un lugar donde podrías ganar un peluche si la pelota caía dentro de la canasta de red. Como era de esperarse, Alonso mi reto, diciendo que yo no era capaz de ganar, para contradecirlo, participé en el juego y empecé a aventar las tres pelotas que nos proporcionaron. Las primeras dos cayeron en el lugar indicado. Me concentré en el último tiro ignorando las palabras de Alonso diciendo "No lo lograrás", lancé la pelota. La fuerza que aplique pareció haber sido la ideal, enceste y gane. Lo miré con una sonrisa triunfadora, mientras recibía un adorable unicornio. Perfecto para mí. No se quiso quedar atrás decidió jugar.

-Aléjate un poco para no tener mala suerte -hizo un ademán, expresando que me alejara. Rodee los ojos y me moví un poco. Lanzó las dos pelotas y ambas cayeron perfectamente en la canasta. Tomó la tercera última pelota, iba a ganar, de eso estaba segura. Cuando se volvió hacia mí y me miró, sabía que estaba planeando algo.

-Te apuesto un beso a que la pelota caerán a red -aseguró, sin darme la libertad de estar de acuerdo. Se me ocurrió una idea para que no logrará su objetivo y asentí.

-Está bien -entrecerró los ojos, preguntándose porque había accedido fácilmente. Sonrío de lado y sujetó la pelota.

-No te podrás retractar -se volvió hacia el frente, manteniendo concentración. Sus definidos brazos se estiraron a la canasta y lo demás se sintió en cámara lenta. Antes de que la pelota cayera a la red, atravesé la mano evitando que empezara la mano, evitando que encestara. La pelota cayó al suelo y el encargado avisó que había perdido.

El Huésped -Alonso Villalpando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora