47. Melancolía

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El calor  que rodeaba mi cuerpo era exquisito y adictivo. Sería una dicha quedarme así hasta la eternidad. No había otra manera magnífica que despertar con los brazos de Alonso alrededor de tu cintura y sentir su respiración estable sobre la piel de mi cuello. Crucé esa etapa y no me sentía rara o  transformada. Sólo me sentía extraña en el buen sentido. Perdí mi virginidad y no me arrepentía de ello.

Frotando mis ojos,  me senté y me di cuenta que estaba desnuda al igual que Alonso. Sonreí. Fue un momento magnífico y especial. Tardaré en superar las sensaciones placenteras que experimente y esperaba volver a sentirlas.

Me senté, estirando mis brazos al aire y deje salir un bostezo. Uno de esos que te indican que descansaste por completo. Miré la hora, 8:12 a.m ¿Qué diablos...? Es domingo y yo levantada tan temprano. Volviéndome hacia la cama, vi como el pecho de Alonso subía y bajaba de una manera relajada y tranquila. Suspiré. La forma en la que se veía su cuerpo en donde solo las sábanas lo cubrían de la cintura hacia abajo era digna de una fotografía para conservarla y vivir de ella por el resto de mi vida. Era hermoso y condenadamente sexy.

Me despejé de mis pensamientos y me levanté de la cama. Tomando la ropa interior del suelo y una camisa del armario de Alonso, me dirige al baño que se encontraba a un lado de su habitación. Minutos después, volví a la habitación mientras me secaba el cabello con una toalla de baño. Imaginé que Alonso ya estaría despierto pero aún seguía durmiendo como un bebé. No encontraba las palabras para describir la felicidad que invernada en mi interior. Haberme entregado a él fue una de las decisiones más significativas e importantes de mi vida. Será el recuerdo más íntimo que guardaré en mi memoria.

Ahora que me acuerdo, el día de ayer fue su cumpleaños y el muy idiota no decidió decírmelo. ¿Como no pude darme cuenta que era su cumpleaños? Columba no se comportó extraña durante todo el día. No me dio señales de que cumplía veintidos.

Tal vez lo felicito sin que yo me diera cuenta. Si hubiera sabido, le habría comprado un pastel o algún obsequio. ¿Qué podría hacer? Bien, sin duda le regalaré algo. Buscaré un espacio para hacerlo pero por mientras le prepararé el desayuno. No era muy bueno en la cocina pero podría intentarlo. Tenían que aprender a preparar comida lo más rápido posible. Es probable que le pida a mi mamá es el libro de recetas que se mantenía leyendo.

Al llegar a la diminuta cocina, busqué en el refrigerador y en la despensa ingredientes que pudieran ayudarme a elaborar algo rápido y no muy laborioso. No estaba muy surtido que digamos. De hecho, las pocas cosas que había ya estaban pasada de caducidad. Punto menos para Alonso. Entendía que este lugar ha estado deshabitado por dos largos meses pero por lo menos podría haberse pasado por aquí por un momento para comprar lo necesario por si acaso. No tenía otra opción que ir al centro comercial.

Me coloqué los shorts y tomé mi celular de la mesita que estaba a lado de la cama. Al ver en la pantalla, me di cuenta que tenía tres mensajes de Yesenia preguntando sobre mi existencia. Le contaré después, por ahora quiero enfocarme en preparar el desayuno.

Cuando comencé a buscar las llaves de la suburban, observé como Alonso comenzaba a moverse. Diablos, estaba despertando. Yo que quería darle una pequeña sorpresa. Lo vi mover su brazo sobre el espacio vacío que dejé e inmediatamente abrió los ojos. Soltó un gruñido y levantó la cabeza, mirando a su alrededor. Cuando me encontró cerca de la puerta, sonrió.

—¿Qué haces despierta? Ven a la cama —esa voz rasposa y ronca que salía de su garganta, me estremecía en mi interior.

—¿Dónde están las llaves de la camioneta? Necesito ir a comprar algo para hacer el desayuno —dije, tomando sus vaqueros y buscando en sus bolsillos. Nada.

El Huésped -Alonso Villalpando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora