Capítulo 12

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Capítulo 12

 

La presencia de los miembros de la familia Blaze durante las horas del desayuno en los salones privados resultaba inquietante, pero por suerte para los sirvientes, no solía darse muy a menudo. Gracias a los festejos y las obras nocturnas eran pocos los que se despertaban pronto, pero unas horas después del amanecer, Darel rompió la costumbre. Cruzó las puertas del salón con una leve sonrisa en el rostro, y tras saludar con un ligero asentimiento de cabeza a todos aquellos siervos que prácticamente se arrodillaban a su paso, se acomodó en una de las sillas de la enorme mesa central donde Symon y otros nobles disfrutaban de un magnífico desayuno. Frutas exóticas, carne roja recién hecha, cereales, zumos de naranja, piña, fresa y manzana, dátiles, azúcar, miel, queso...

El salón no era un lugar especialmente lujoso, pero resultaba muy acogedor. Junto a la entrada había un par de armaduras relucientes, y a lo largo y ancho de las paredes, magníficos cuadros de los antepasados de los Blaze. Una chimenea de piedra encendida, alfombras de pelo e hilo de oro a los pies... y en el centro, de espectaculares dimensiones, una flamante mesa de roble llena de todo tipo de inscripciones jeroglíficas en las patas.

De las treinta sillas presentes, tan solo cinco estaban ocupadas. Symon ocupaba la central con una amplia sonrisa de hiena rodeado por cuatro sucios y  gordos comerciantes. Las risotadas de cerdo de los hombres indicaban que debía estar explicando algo divertido.

Darel apretó los labios de pura repulsión al escucharles, pero logró ocultar el sentimiento de repugnancia que sentía hacia ellos con una mueca de indiferencia. Saludó con un ligero ademán cuando estos inclinaron la cabeza, y tomó asiento. Las doncellas no tardaron ni un minuto en llenarle el plato de los deliciosos manjares y la copa de vino dulce con miel. El príncipe o volvió a asentir como agradecimiento, y empezó a comer tranquilamente.

-    Mi alteza.- escuchó que le llamaba Symon unos minutos después.- Hablábamos sobre las maravillas del Reino. Quizás quiera participar en la conversación...

-    ¿Las maravillas del Reino?- respondió Darel con la ceja derecha alzada.

Conocía aquella media sonrisa cargada de picardía y maldad. La conocía perfectamente, pues era la que siempre empleaba para burlarse de todos. Darel sabía que no debía caer en la tentación de caer en su juego, pero no pudo resistir la curiosidad.

De nuevo volvía a caer en las garras de la araña.

-    Efectivamente. Mis amigos del gremio de comercio de Alejandría y de Reyes se preguntan el motivo por el cual las murallas están cerradas. Generar una ruta comercial entre los dos reinos podría ser muy productiva para nuestros comerciantes.

Darel se fijó en que no todos los comerciantes de la sala eran de Alejandría. Tan solo uno, el más bajo y rechoncho, era de Reyes Muertos. El día anterior le había visto junto a su primo reír mientras intercambiaban complicidades al oído.

-    Pero nuestro soberano no parece tener intención alguna de abrir las murallas.- dijo el hombre llamado Sykman.- Las guerras han dañado mucho nuestro reino, y soy consciente de que el único modo de defendernos es mantener nuestras defensas alzadas pero eso no nos beneficia.

-    Es una lástima.- se lamentó Symon.- Una buena relación comercial podría enriquecer al reino. Mi Príncipe, ¿habéis visto las armaduras que hace el señor Sykman? Son espléndidas.

Dudaba mucho que aquel hombre fuera herrero. Conociendo a las gentes de las que se rodeaba imaginaba que se trataría de un esclavista encubierto, o algo peor. En Alejandría habían derrocado a más de cinco comerciantes de su perfil, pero no cesaban de aparecer nuevos cada vez más fuertes y poderosos.

Baile de Brujas - BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora